Mesa de café
Los maestros y el placer de la huelga
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Los maestros y el placer de la huelga
Erdosain
—Si el gobierno fuera justo, debería descontarles a los maestros el día no trabajado.
La frase de Abel suena rara en su boca porque tradicionalmente siempre ha apoyado las huelgas docentes.
—Veo que te estás haciendo más sensato -le contesta Marcial-. Cuando yo decía algo parecido, en otros tiempos, me acusaban de autoritario.
—Me convenciste -responde Abel-, los maestros se lo merecen a Mercier, que los tenía cortitos, les descontaba los días de paro y, sin embargo, se portaban como unas señoritas.
—Al que nunca lo voy a entender -dice José- es a Obeid, les levantó el presentismo especulando con que iba a ser el nuevo Sarmiento de la docencia y al otro día los maestros lo abollaban a paros.
—La demagogia tiene patas cortas -sentencia Marcial.
—Admitamos que la educación entonces estaba mal y hoy continúa mal -puntualizo.
—Y con los paros que hacen va a seguir peor -replica Abel-. ¿O vos te creés que el paro del martes sirve para algo?
—Sirve para dar a conocer la disconformidad de los maestros -acota José.
—No te engañes -contesta Abel-, lo único que quedará en limpio con este paro es un día sin clases para los chicos.
—Además -agrega Marcial-, cualquiera para, si no te descuentan. Motivos para quejarse por los sueldos siempre hay, y si encima podés parar sin que te hagan nada... ¿quién se va a oponer a tener un feriado por la misma plata?
—Sin embargo, se movilizaron muchos maestros -observa José.
—Son los de siempre -corrige Abel-, el grupo de activistas de siempre, a los que les encanta parar porque se creen que están haciendo un aporte decisivo a la revolución social.
—Y a esos se les agregan todos los pancistas que ven en el paro una excelente excusa para no ir a trabajar. Un cinco por ciento de activistas y un noventa y cinco por ciento de pancistas provocan estas huelgas masivas. Meteles el descuento y vas a ver que no para nadie.
—Yo no sería tan lapidario -contesta José-. La educación tiene problemas, y lo que ganan los maestros es injusto.
—En la Argentina hay cosas mucho más injustas -enfatiza Marcial- y, sin embargo, no todos van a la huelga.
—Se quejan -dice Abel-, pero disponen de estabilidad laboral, feriados, vacaciones, obras sociales... Siempre se puede estar mejor, pero convengamos que no están mal.
—Muchos se hacen maestros porque saben que cuentan con todas esas ventajas, pero una vez que ingresaron a la docencia les gusta más parar que trabajar -dice punzante Marcial.
—Yo lo que creo -digo- es que la huelga podía ser importante en las etapas salvajes del capitalismo. Hoy es un derecho que se debería usar en situaciones extremas; sobre todo en la educación, donde la variante de ajuste son los chicos.
—No creo que sea tan así -reacciona José-, los maestros han presentado propuestas y no los escuchan, han planteado el diálogo y no les abren las puertas.
—Repito: son hijos del rigor. Lo merecen a Mercier -señala Abel-, él los hacía marchar derechitos y maestro que no trabajaba maestro que no cobraba, como debe ser, como es en cualquier parte del mundo.
—No comparto -dice José.