EDITORIAL

Escritores e íconos argentinos en la Feria de Fráncfort

La Feria del Libro de Fráncfort es considerada la más importante del mundo. Las editoriales económicas más fuertes participan allí con el objetivo declarado de hacer buenos negocios. Asimismo, los acuerdos celebrados entre empresarios del libro permiten el éxito comercial de importantes escritores, un logro que en otros tiempos generaba suspicacias, pero que en el siglo XXI es asumido con realismo y hasta con satisfacción.

En ese contexto, abundan las mesas redondas, los debates acerca del futuro de las empresas editoriales y los nuevos desafíos que impone la tecnología, cuya manifestación más evidente es el libro electrónico. Los empresarios admiten que las transformaciones que se avecinan serán traumáticas pero también señalan que existen grandes posibilidades de poder asimilarlas. No obstante, todos coinciden en que se debe promover la producción intelectual porque, más allá de los cambios, la base del éxito editorial dependerá siempre de la calidad de productos nacidos de la creatividad humana.

A la luz de este acontecimiento, los empresarios nacionales deberían interrogarse sobre las proyecciones de la industria del libro en nuestro país. Si bien en los últimos años el balance permite alentar cierto optimismo, la Argentina está ahora lejos del destacado lugar que conquistara hace décadas en el mundo de habla hispana. De todos modos, pareciera que el gobierno argentino aún no ha tomado debida nota del perfil de esta extraordinaria feria del libro. Sólo así se explica que en su momento haya designado como íconos culturales nacionales a Gardel, Evita, Guevara y el inevitable Maradona con el objetivo de impresionar a empresarios con nuestros supuestos logros nacionales.

Humoradas al margen, es de imaginar la sorpresa que esta iniciativa criolla de signo kirchnerista ha despertado entre los organizadores de la Feria del Libro, sobre todo en un ambiente donde ciertos anacronismos ideológicos han sido superados hace rato. El “papelón de Fráncfort” se conecta de alguna manera con los desplantes que en la feria del Libro de Chile llevara a cabo nuestro embajador -un conocido operador kirchnerista cuya relación con la literatura parece ser nula- en contra de los escritores argentinos, motivo por el cual, Federico Andhazi se retiró indignado del acto ante el asombro de los observadores internacionales que no terminaban de entender lo que estaba sucediendo.

Como compensación de estos groseros errores, los dos escritores que fueron promocionados por la Argentina en Fráncfort nos representan dignamente. Se trata de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, ambos de indiscutible calidad literaria y ubicados en distintos espacios político-ideológicos. Mientras Cortázar se aproxima más a lo que hoy parece ser el discurso progresista políticamente correcto en los ambientes intelectuales europeos, Borges se identifica con una tradición liberal conservadora que ancla en una honorable tradición nacional de la cual Borges es un cabal exponente.