Lengua viva

Lengua, matemática y “razonamiento”

Evangelina Simón de Poggia

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¿Cuántos años hace que el desarrollo de la “gramática “ fue suplantado por otras temáticas, sin duda importantes, pero mucho más atractivas para el alumno? ¿Cuánta atención hemos prestado por ejemplo a las tipologías textuales ignorando que en la estructuración de los textos hay un predominio de macroestructuras, cuya coherencia depende de la gramaticalidad de las microestructuras? Y siguiendo con esta línea de pensamiento ¿Qué conocimientos ostentan los alumnos sobre “sintaxis”, lugar de encuentro de emisores y receptores, ese maravilloso espacio que se vuelve insondable si no “comprendemos lo que nos dice nuestro hablante” y no “razonamos”? ¿Qué capacidades operativas han desarrollado a partir del conocimiento de su lengua que les permita enfrentarse a los procesos cognitivos y su constante evolución para la formalización de su pensamiento y la interpretación de lo que escuchan? ¿Cuál es la valoración que los jóvenes tienen de esa parte de la lengua que nos plantea las “normas” para su correcto uso? Cuántas veces hemos escuchado en los pasillos institucionales decir en referencia a lo expuesto: “¡qué aburrido!”. Nada despertará interés si no se le encuentra el sentido y la funcionalidad. Tal vez, los propios docentes han ido desviándose de ese camino agobiados por la desvalorización y el sin sentido planteado por sus educandos. Tal vez no encontraron el camino metodológico...

Lengua y matemáticas son dos áreas “formativas” por su proyección en el pensamiento y en el razonamiento. Si hacemos un paralelo, en un punto se encontrarán compartiendo problemas semejantes. En matemática, durante un largo tiempo no se practicaron las operaciones básicas: sumar, restar, multiplicar y dividir. Eran pocos los que poseían el conocimiento de las tablas de multiplicar, ignorando su relación con la suma y ¡no hablemos de la división! La “calculadora” estaba reemplazando a todo razonamiento, hoy se repite el esquema con la computadora.

No interpretamos el valor de la tecnología y el aprovechamiento de su uso. La creamos, pero su práctica indiscriminada puede perjudicar el desarrollo intelectual de nuestros jóvenes. Pensemos que los estamos automatizando y, como consecuencia, pueden perder de vista el valor del desarrollo de las capacidades operativas para la adquisición del conocimiento.