Festival Internacional de Mar del Plata
El cine bruto
Roberto Maurer (Enviado especial)
“Vikingo” es una de las dos producciones argentinas que participan en la competencia internacional del Festival de Mar del Plata. Es el segundo largo de ficción de José Campusano,y era muy esperado por la irritante aspereza de su cine, que ya estuvo representado el año pasado por “Vil romance”. No es el “buen cine” de los egresados de las escuelas chic de la capital, sino una expresión suburbana que tampoco se asocia a los testimonios sociales de la clase media en sus visitas a la periferia. Si bien “Vikingo” parece hecha con los pies y sin actores profesionales, con su rusticidad produce el impacto de lo verosímil en estado crudo.
Filmada en la zona sur del conurbano bonaerense, cuenta una historia de motoqueros presentados con sus rígidos códigos y como guardianes celosos de la familia, la solidaridad interpares y el respeto a la mujer ajena, en su mundo desbordante de merca, porrones Quilmes, heavy metal y sexo con prostitutas.
VIKINGO
Vikingo es un gigante ceñudo que, a contrapelo de su imagen temible, es noble y respetado por sus vecinos como una leyenda de la zona. “Si me acabo muriendo, quiero que me quemen y me tiren a la ruta”, dice. “Yo pienso seguir rodando, toda mi vida y despues de mi vida”. Su encuentro con Aguirre dispara el drama. Es un motoquero de Haedo que aparece en el barrio, en la mala y sin pasado, a quien Vikingo lleva a vivir con su familia, en una trama que se afirma en la oposición entre la filosofía de vida del clan motoquero y los pibes choros sin código, adictos al paco y a la violencia gratuita.
Hay quienes sostienen con alguna razón que el film contiene un mensaje peligroso. Aun en su defensa de ciertos valores aceptables, cuando le roban la moto, Aguirre sale a matar a chicos ladrones, y su justicia por mano propia no parece justificable: se trata de recuperar un fetiche. Y las cenizas de Aguirre serán desparramadas en la ruta por sus compañeros, en un rito póstumo que lo sitúa en la santidad. Pero esa es la realidad del conurbano, sería la respuesta intimidatoria ante las objeciones morales.
EL HERRERO Y LO BICHOS RAROS
Luego de la proyección, José Capusano y sus motoqueros actores (Rubén Orlando Beltrán y Armando Galvanisi), que no concurrieron de smoking sino con su uniforme negro, ofrecieron su conferencia de prensa. Como se sabe, Campusano es nacido en Quilmes y vive en Berazategui, donde no vive del cine sino de su taller de herrería. Se lo reconoce como “el Pappo del cine”, en tanto que su trabajo es definido como “cine bruto”.
Declaró que “se construye en función del azar, el riesgo, la incertidumbre y la composición colectiva, herramientas que el cine generalmente desprecia”. Nuevamente aclaró que “el cine, para mí, no es un ingreso, es un egreso”.
En cuanto a Beltrán, ofreció su punto de vista de motoquero en relación con la filmación: “Tratamos de vivir nuestras vidas, a veces estaba todo bien, y a veces la cámara molestaba, porque el nuestro es un ambiente medio cerrado. Siempre nos han mirado como bichos raros”.




