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“Historia universal de la infamia científica”

“En 1939 el ingeniero Juan Baigorri regaló a Buenos Aires una lluvia proveniente de su máquina de hacer llover. El milagroso aparato se basaba en la generación de un campo magnético que atraía nubes: un invento argentino desarrollado para los argentinos”, escribe el prologuista de “Historia universal de la infamia científica”, en el que, aumentando brevemente el título del gran libro de Jorge Luis Borges, Matías Alinovi se dedica a estudiar algunas importantes imposturas y estafas en nombre de la ciencia.

Se cuenta, en primer término, el presunto encuentro del eslabón perdido en la primera década del siglo XX, en Piltdown, al sur de Inglaterra. Un aficionado lugareño y un museólogo -y hasta con la esporádica presencia de un sacerdote, uno de los teólogos más famosos del mundo, Teilhard de Chardin- aseguran haber encontrado un cráneo y mandíbula del “hombre del alba”, más antiguo que cualquier otro conocido, con características humanas y simiescas, al que bautizaron Eoantropo. Un segundo encuentro convirtió al homínido de Piltdown y al Eoantaropo en una realidad aceptada y propagada por los manuales científicos como el eslabón perdido entre el mono y el hombre. El paso del tiempo y nuevas técnicas de análisis decretaron el fraude: mandíbula y cráneo eran de seres distintos y habían sido limados y desgastados para que coincidieran. ¿Quién reunió estos dos fósiles, quién los preparó? En la historia interviene hasta nuestra Patagonia, porque cráneos como los presentados “son relativamente frecuentes en el pueblo amerindio ona, de la Patagonia”.

Sigue el caso de Ronald Richter, seguramente el escándalo fraudulento más impactante sucedido en nuestro país. El físico austríaco convenció al general Perón de que las reacciones termonucleares de fusión brindarían energía virtualmente ilimitada y económica. “En materia atómica se podía seguir el procedimiento de los norteamericanos, explicó -y no pudo reprimir un movimiento de angustia al recordarlo-, pero se necesitarían unos seis mil millones de dólares. “¿Contamos con ellos?’, le preguntó en un inspirado arranque de confianza al general que presidía la nación. El general ensayó la expresión de contrariedad que habría ensayado un cómico italiano, y hubo un movimiento de risa general entre los militares. Pero también, dijo, estaba el camino de la fusión. Por él podía llegarse a buen puerto o no, porque aún debían hacerse dos o tres descubrimientos en el camino, pero los recursos empleados serían ínfimos”. Finalmente obtuvo un “Métale nomás”. Todo se hizo en la isla Huemul, y fue una historia de locura, ensayo y error, “un fraude por exceso megalómano de confianza”.

El volumen se completa con casos como el de Johan Bessler, en la tradición de los constructores de móviles perpetuos; el del “Hombre de Miramar” y el de Vishwa Jit Gupta, entre otros. Publicó Siglo XXI.

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