La anciana crisis que goza de buena salud

Por Osvaldo Barbieri

En principio cabe destacar el valioso esfuerzo de ATE, que ha llevado a cabo las ediciones de cinco obras de autores santafesinos, juntamente con otras expresiones artísticas, las cuales han llegado a manos de miles de afiliados. Difundir cultura es una empresa loable, que otras organizaciones sociales deberían imitar, en esta época donde la crisis, la anciana crisis, esa viejita centenaria de la que todos hablan, parece gozar, cada año, de mejor salud. Mucha gente comenta de ella como de una brujita maligna, culpable de carencias tildadas en el código social del poseer, no en el catálogo individual del ser. Sabemos que esta viejita todavía coquetea, especialmente, con políticos y periodistas, quienes la utilizan para fundamentar sus posturas, como si fuera una jovencita voluptuosa, importante sólo por sus medidas físicas. En verdad, existen otros aspectos de ella que debemos examinar. Jorge Luis Borges dijo una vez: “La crisis es ética”. Y es cierto. Pero, además, en estos tiempos de globalización, de hipercomunicacion virtual, a mi modesto entender, la crisis es, también, de autoconocimiento. El ancestral “conócete a ti mismo” resulta hoy la mayor flaqueza del espíritu. El hombre moderno está sumido en un maremágnum de información y desinformación. Repite y le repiten conceptos ajenos, frases hechas, nociones clisé, locuciones de moda que se prenden como garrapatas a su lenguaje, adoptando expresiones y conductas que no le son propias. Es decir que, por lo general, no crea ni elabora, lo cual hace de él al muñequito de un ventrílocuo fantasmal y masificador.

Ahora, dejando de lado la figura metafórica de la viejita sempiterna, se puede argumentar que la crisis de autoconocimiento tiene sus raíces en el miedo a la soledad. Conocernos a nosotros mismos nos diferencia de los otros, nos hace individuos singulares, y nos aparta del rebaño. Significa que, en cierta medida, ese afán circunscribe nuestro ser, reduce nuestros ámbitos y, por ende, nos enfrenta a la soledad. Esto no es malo, aunque lo parezca. Esa relativa soledad configura la atmósfera que necesita quien se propone incursionar en la lectura, para saber de otras personalidades y vicisitudes, de otras realidades y circunstancias, y así descubrirse en ellas o diferenciarse de ellas, lo cual aporta a su autoconocimiento, y el conocimiento de la sociedad en el que se halla inserto. La crisis, en resumen, es de introspección, de silencio, de meditación; la crisis es de oídos abiertos a la voz del otro, de ansias por comprender al otro, de inquietudes por ser con el otro (no como el otro); la crisis es, en definitiva, de observación analítica, de sensibilidad contemplativa, de paciencia hinduista.

Alcanzada que fuera la meta, ese individuo singular, dueño de sí mismo y de su tiempo, proyectará los frutos de su espíritu y de su intelecto en beneficio de sus congéneres. Sabido es que él abreva en lo social para volcar, luego en la comunidad, los nutrientes culturales que ha elaborado. “La calidad de lo social se nutre de la calidad individual”. A esta persona, comprometida con su realidad y ajena al código social del poseer, le fue necesario vencer el miedo a la soledad, para permanecer consigo mismo mucho más que en la corriente vana del ruido, a fin de conocer su esencia, su ser genuino, sus potencialidades.

Al final quiero dejarles una reflexión que pertenece a mi libro de aforismos, aún inédito, relacionada a esta era cibernética:

“Se cree importante el cómo comunicarnos,

cuando casi no tenemos un qué importante”.

(Texto leído en la reciente Feria del Libro santafesina, durante la presentación de los libros publicados por ATE).

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Acuarela de Xul Solar.