Una nueva etapa

El Rosedal de Palermo vuelve a albergar el clamor del campo con un nuevo escenario legislativo por delante. De la bronca a la esperanza.

Federico Aguer

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Un año atrás, en ese mismo lugar, una movilización sin precedentes colmaba las calles porteñas en medio de un enfrentamiento absurdo e inconducente: el conflicto del campo.

En aquel entonces, el reclamo de una menor presión tributaria para el agro se sumó al clamor de la ciudad que pedía un freno en la manera autoritaria de gestionar el poder. La calle volvía a transformarse en el ágora de la democracia. Ese espacio recuperado a principios de los ochenta, con el fervor de la vuelta a las instituciones, que se había ido desdibujando en el mundo posmoderno influenciado por los medios masivos de comunicación y que de a poco, volvía a retomar su protagonismo. Para los Kirchner, quien ocupa la calle tiene el poder, aunque no siempre sean sus acólitos.

Hoy, con la asunción de los diputados del campo, el panorama se vislumbra distinto para el mediano plazo. El oficialismo ya perdió la mayoría, y los legisladores del campo que asumen, representan la alternativa tantas veces postergada para reactivar los proyectos del sector.

La gestión Kirchner logró lo que nadie había podido: la unificación del sector agroganadero en una Mesa de Enlace de nivel nacional que, si bien mantiene claras sus diferencias, está sólida en sus puntos en común que la justifican. Ahora la responsabilidad la tienen ellos. Después de muchos años, los cuadros formados en las entidades ruralistas tienen acceso a las bancas donde se deciden los destinos de las leyes del país. Nada menos. Atrás está el soporte de quien los votó para que pongan en marcha los proyectos que reactiven el sistema productivo nacional.

El campo demostró la importancia que tiene en la gravitación económica a nivel nacional. Pero también demostró el problema social que se genera cada vez que cierra un tambo, se liquida un plantel de vacas o se siembra soja en las quintas.

Se abre una nueva etapa, en la que el campo jugará en otra cancha. Ahora sus representantes deberán demostrar estar a la altura de las circunstancias, para diferenciarse de lo que tanto criticaron con políticas concretas de incentivo.