Cómo se vive sobre un volcán

Escena de la película “Sarajevo, mi amor”, una historia de la posguerra de los Balcanes, dirigida por Jasmila Zbanic. Foto: Agencia Télam
Cómo se vive sobre un volcán

Escena de la película “Sarajevo, mi amor”, una historia de la posguerra de los Balcanes, dirigida por Jasmila Zbanic. Foto: Agencia Télam
Por Laura Osti
¿Cómo se recompone la vida “normal” en una ciudad que fue escenario de la más sangrienta guerra intestina en el corazón de Europa, de los últimos tiempos? La película “Sarajevo, mi amor”, de la directora bosnia Jasmila Zbanic, pretende esbozar una respuesta a este interrogante, enfocando su cámara en una de las marcas más terribles que dejan las guerras: la que portan las mujeres sobrevivientes.
Soledad, recuerdos dolorosos, relaciones conflictivas, huellas de abusos, violaciones y maltratos, en un mundo donde los hombres nacen y mueren con el estigma de la violencia fratricida impreso en la sangre.
Esma, una mujer cuarentona, con un rostro triste y una actitud entre crispada y asustadiza, es la madre de Sara, una adolescente de doce años, vital y exuberante, que parece llevarse todo por delante.
¿Cuál es el secreto que guarda Esma, que la hace tan misteriosa y desconfiada a la vez? Aunque se adivine, recién se revelará hacia el final de la película.
La mujer ha criado sola a su hija y nada se sabe de quién fue su padre, supuestamente una víctima de la guerra. Concurre a un centro de asistencia para mujeres que atraviesan por situaciones difíciles, producto de las secuelas del conflicto. Allí recibe contención psicológica y ayuda económica de parte del Estado.
Además, trabaja en una fábrica de zapatos, también es modista y como nada es suficiente para sostener el hogar y pagar los estudios de Sara, acepta un puesto de camarera en un club nocturno.
Por su parte, la jovencita concurre a una escuela donde debe convivir con otros niños y niñas que manifiestan y reproducen con sus conductas la atmósfera de odio y dolor contenidos que sobrevuela la ciudad, donde aún se observan rastros de los devastadores bombardeos.
Entre peleas y tensiones, también descubre el amor, pero la proximidad de un viaje escolar y la necesidad de conseguir el dinero para pagarlo, la pone frente al enigma de su origen y la exigencia de ser reconocida como hija de un mártir de guerra, para obtener el subsidio correspondiente. Esta circunstancia será el disparador del conflicto con su madre, que hará figurillas para intentar mantener el secreto y a la vez, satisfacer la demanda de su hija.
Esma se multiplicará esforzándose por juntar la plata para el viaje, pero ello significará desatender un poco a Sara, lo que se verá potenciado por un incipiente romance que entabla con un guardaespaldas del dueño del local nocturno donde trabaja.
Ella está en el borde, siempre, ya que en ese ambiente suelen reencontrarse aquellos que alguna vez se enfrentaron en crueles batallas y que ahora subsisten mediante negocios oscuros y actividades mafiosas, lo que significa, muchas veces, que la guerra sigue, aunque de otra manera.
Equilibrio
Sin embargo, la mirada de Zbanic no es ni excesivamente desgarrante ni desprovista de esperanza, intenta lograr un equilibrio entre el duelo por un lado y la celebración de la vida, a pesar de todo, por el otro.
La clave del filme es la cuestión ambivalente que está presente en las relaciones sexuales, en una atmósfera bélica, lo que Zbanic explica así: “Me di cuenta de que vivía en medio de una guerra en la que se usaba el sexo como estrategia para humillar a las mujeres y destruir a un grupo étnico”. Se trata de armas no convencionales que hacen su trabajo a largo plazo, incluso hasta mucho después de la firma de cualquier armisticio. Aunque también podrían significar la semilla del perdón y la reconciliación. Sin embargo, lo que sugiere “Sarajevo, mi amor”, es que todavía es muy pronto para saber lo que ocurrirá con eso en el futuro.
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MUY BUENA
Sarajevo, mi amor
“Grbavica”, Austria-Bosnia/Herzegovina-Alemania-Croacia/ 2005, color; hablada en bosnio. Dirección y guión: Jasmila Zbanic. Con Mirjana Karanovic, Luna Mijovic, Leon Lucev, Kenan Catic. Fotografía: Christine A. Mayer. Música: Enes Zlatar. Edición: Niki Mossbock. Presenta Mirada. 90 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.