116º Argentino Abierto
Al final, se levantó el echado
La Dolfina bajó a Ellerstina y se quedó otra vez con el más importante certamen del mundo. Llegó de punto y terminó de banca. La mayoría vaticinaba su caída, pero...a los partidos hay que jugarlos. Como siempre, se lució Adolfo Cambiaso.
César Román
Concluyó el 116º Campeonato Argentino Abierto de Polo en Palermo, la finalísima entre La Dolfina y Ellerstina, quienes merecidamente llegaron a esta instancia tras imponerse en sus respectivas zonas clasificatorias.
Había llegado la hora de la verdad, donde seguramente ya no importaba descifrar el jeroglífico que marcaban las estadísticas, anticipando un espectacular choque ante más de quince mil personas, ya convertido en clásico, entre estos dos equipos considerados los más poderosos del mundo, con 40 goles de valorización cada uno. Algo inédito. Una verdadera “cúpula de magníficos”.
Resultó un equilibrado y durísimo partido, en el que ambos tenían sus bien fundadas aspiraciones a la gloria, a pesar de transitar por caminos diferentes en el aspecto conceptual, sobre cómo encarar la planificación de una final, debido a la absoluta paridad de fuerzas.
Prevaleció finalmente La Dolfina 17 a 16. Muy despierto Lucas Monteverde (10) “cortinando” permanentemente a rivales para permitir el libre juego con proyección de gol de Adolfito Cambiaso (10). Creciendo la figura de Mariano Aguerre (10), complementándose con sus delanderos en un magnífico juego de medio campo, firmemente respaldados los tres por el temperamental y siempre seguro Bartolomé “Lolo” Castagnola (10).
Decididamente, el polo aprendió una buena lección: nunca hay que dar por vencido a un tetracampeón, ahora, pentacampeón; ... nunca. En menos de una semana, La Dolfina pasó de ser una incógnita -a criterio de muchos- a campeón argentino.
Ni Tortugas ni Hurlingham fueron sus objetivos. No le interesa. Al decir de Adolfito Cambiaso, sólo en Palermo, en la Catedral del Polo, ponían ellos toda la “carne al asador”.
El triunfo ante La Aguada por 18 a 13 fue el primer aviso, el toque de atención que proyectaría al equipo de Cañuelas a cosas mayores y preanunciando que estaba tan vivo como siempre, que tuvo el enorme mérito de aflorar en medio de la incertidumbre y demostrar que lo del hambre de gloria recuperada, no era un simple mensaje de compromiso.
Del otro lado
Por el lado de Ellerstina estuvo la misma buena aptitud de siempre en sus cuatro integrantes. Intentando desplegar su ya clásico y prolijo polo de juego abierto, de palos largos, siempre buscando y encontrándolo a Facundo Pieres (10), autor de seis goles, curiosamente todos de penal. Un taqueo muy seguro de Gonzalito Pieres (10), el más activo y cerebral de su equipo, que cumpliendo a rajatablas su función de número 2, se convertiría en el mejor jugador de su equipo.
El partido, como lo demuestra el resultado, fue muy parejo, tal como ocurrió en todas las finales entre La Dolfina y Ellerstina. Pero -siempre hay un pero- fue así hasta que el mago frotó la lámpara y apareció la genialidad de Adolfito Cambiaso convirtiendo 11 de los 17 goles de su equipo. Un grande. El y sus tres tordillas: Bruma, Ella y Leyend, él y sus cuatro zainas: Cuartetera, Lapa, Buenaventura y Milenaria, él y su magia... para finalmente desembocar en el suplementario luego de un empate en 16-16 en el 8º chukker. Escape al gol de Adolfito en el inicio, solo y cortado. Malogra lo que hubiera significado el final.
Salida de arco de Ellerstina que habilita a Facundo Pieres en jugada directa de gol y detención reglamentaria del juego por rodada de Cambiaso en mitad de cancha. Minuto y medio y la bocha que ronda el arco de los Pieres. Surge entonces el oportunismo de Mariano Aguerre para convertir con toque corto el gol de oro que desató el delirio y la alegría de su público.
Victoria inobjetable de La Dolfina que a pesar del inmenso mérito y fundados pergaminos de su rival, lo ubica decididamente como el mejor equipo de polo estos diez últimos años, sólo comparables a los legendarios Venado Tuerto de los Cavanagh y Alberdi; El Trebol de los Duggan y Menditeguy; y más recientemente, Coronel Suárez de los hermanos Harriot y Santa Ana de los Dorignac.




