Florencia Arri
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Lluvia de aplausos, lágrimas de orgullo y una tristeza festiva por quienes “se fueron de gira” y tuvieron sus homenajes. Música con gustito a empanadas fritas y pastelitos, y la alegría que eleva los pañuelos y sólo enciende una noche de festival. Cosquillas más, aplausos menos, ésas fueron algunas de las sensaciones que se vivieron anoche en la Plaza del Folclore Padre Edgardo Trucco, donde la Basílica de Guadalupe realizó la vigésimo segunda edición de su festival.
La cita comenzó pisando las 22, cuando los cuerpos que poblaron el predio de sillones se pusieron de pie para entonar, junto a Julio Domínguez, el Himno Nacional. La emoción apareció cuando la imagen de Nuestra Señora llegó en andas del Ballet Estampa Argentina y fue recibida con pañuelos y aplausos de pie para entonar la Canción a Guadalupe. Esta escolta de lujo fue la encargada de inaugurar las tablas con danza de proyección en cuadros de zamba, escondido y gato.
Con sets completos y dinámicos que escurrieron el tiempo y priorizaron la danza, los artistas encendieron una fiesta que convocó a parejas de rostros, destrezas y edades dispares, y una sonrisa en común, sin que escatimaran en pasos ni zapateos, haciendo de la plaza una pista de baile.
Pasos de fiesta
El primero en encender la danza fue el joven Sergio Villalba, quien llegó con latidos de bombo -en manos de Franco Aquino- y tuvo a su cargo los primeros sonidos en vivo con folclore tradicional. Aplaudido por la platea, la “joven promesa santafesina” -tal como lo calificaron los locutores Jorge Fulco y Érika Caraballo- cedió paso al grupo Los Andantes, que tras ser nombrado Revelación en esta fiesta en el año 2005 volvió para cantar a pecho erguido en el festival.
El conjunto que reúne a cuatro voces de nuestra ciudad se definió como “una tierra que anda y va llevando su música” para desplegar sonidos de festival. Así, a fuerza de chamamé, galopa y chacarera, el grupo logró nutrir aún más la pista y que la platea los despidiera de pie.
Cerca de la medianoche, Sauce Viejo desembarcó en Santa Fe en la voz de Sebastián Vallone, quien esta madrugada partió hacia Cosquín para presentar su música en el circuito de peñas de ese festival. Antes, fue ovacionado por el público de Guadalupe que premió su repertorio de chacareras, zambas y zambas carperas.
“¿Se dieron cuenta de que esta fiesta es importante por ustedes? Gracias entonces por venir”. Las palabras fueron dirigidas al público que encendió la pista en forma creciente. Resonaron en las voces del Grupo Nostalgias, que junto a dos parejas del ballet Sentir Criollo presentaron una docena de temas que pintaron su “nostalgia de festival”.
Despabilar con folclore
Cuando el rocío osó destemplar los cuerpos y evocar el sueño, Jorge Tisera volvió a Guadalupe con una buena dosis de su humor cordobés. Ponderó la hospitalidad del párroco, Pbro. Olidio Panigo, y propuso un bosquejo de situaciones y personajes que la gente celebró a carcajada limpia. Tisera cantó y contó cuentos de todo tipo “con humor familiar, sin una sola mala palabra”; se acordó del armoniquista Hugo Díaz -hasta se atrevió a imitarlo-, y felicitó y agradeció “a vos, cura querido, por la cantidad de gente que convocás acá, junto a la parroquia”.
Disipada la modorra, la Chacarerata Santiagueña gritó una invitación -“¡que se llene la pista!”- que no hizo falta repetir. Con chacarera, gato y escondido expulsó de su silla a cuanto bailarín hubo y lo complació con sus pedidos. Cuando tanto palpitar pidió desahogo, Panigo y la comisión organizadora de la fiesta entregaron al grupo una placa en memoria de Juan Carlos “Ñato” Gramajo, miembro fundador del grupo que “se fue de gira” en la última Navidad. Sus compañeros honraron su nombre a pura música y desvelaron la pena de su ausencia con música de carnaval. El grupo terminó de poner de pie a la plaza y se despidió con sombreros en alto y la promesa de -la próxima- volver con más.
Cuando el reloj apuraba los compases, Los Huayra llegaron con una quincena de temas que pusieron el broche al encuentro. Entre otros, sorprendieron al tocar “Ojalá” y una versión de “Fiesta” de Joan Manuel Serrat, en honor a Mercedes Sosa.
Después de los aplausos y los anuncios, despabilados por tanta fiesta y paisajes sonoros, los sillones emprendieron el regreso. Antes dejaron su huella para esta noche, cuando la plaza vuelva a encender otra fiesta de sentir nacional.