Al margen de la crónica

Cueste lo que cueste

 

Después de un 2009 sumamente difícil donde más del 13 por ciento de las empresas argentinas tuvo que recurrir a despidos de personal o reducciones horarias, el presente año largó con la discusión sobre salarios donde aún no se produjeron definiciones en los grandes sectores de la actividad privada. Con un proceso inflacionario en marcha, los dirigentes sindicales saben que el salario es el que pierde en la carrera. De todos modos, se han mostrado muy cautos a la espera de que la maquinaria productiva aceite su funcionamiento.

Distinta parece ser la actitud en el sector público santafesino, donde los gremios gritaron 20 % y parece que, en caso de que el gobierno no acceda al pedido, habrá paros permanentes a partir del venidero mes de marzo. Es en estas circunstancias donde se aprecian las diferencias entre el sector público y el privado. Mientras en este último hay sectores que durante los últimos meses tuvieron recomposiciones por debajo del índice inflacionario y con los fantasmas sobre eventuales despidos debido a la situación económica, dirigentes y empleados deben negociar por un estrecho desfiladero, en el sector público da lo mismo parar o seguir trabajando. Con colas interminables de candidatos cada vez que se abrieron posibilidades de trabajo en oficinas públicas, ya sean municipales, provinciales o nacionales, parece ser que llegar al empleo público es garantía de cobrar a fin de mes y de poder acceder a la seguridad social.

Habrá que advertir que para que el Estado pague mejores salarios debe tener mayores ingresos, ingresos que surgen de impuestos que paga el ciudadano común en una rueda que debe girar aceitadamente para que sea virtuosa.

Por eso, si bien el reclamo de una suba del 20 por ciento puede ser legítimo, no debería ser un capricho y pensar en los ciudadanos a los que el sector público debe brindar servicios, empezando por los alumnos de las escuelas, que seguramente verán interrumpido el inicio del ciclo lectivo.