Para comenzar las clases

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En unos días comienzan las clases y con ellas las distintas organizaciones familiares, desde los planificadores obsesivos que hicieron las compras escolares en diciembre -esa gente no es argentina, carajo- hasta los desaprensivos o secos que salen corriendo a comprar un cuaderno de última, de cuarta o de primera, pero recién ahora.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Por lo general, por estilo personal, añoro y voy hacia el primero de los modelos, el de la cosa ordenada, lejos de las prisas y las muchedumbres, lejos de los apuros y las decisiones “on line”; pero también acepto que hay una amplia parte de mí mismo que resuelve y revuelve sobre la marcha, patea para adelante, se acomoda, deja hacer y mueve las patas recién con el agua al cuello. Puede que todavía no decidí allá en el fondo si quiero ser el tano inmigrante del piano piano o el energúmeno hecho en Argentina que cree sabérselas todas y que va por el mundo, así.

Este año, sin embargo, puede ocurrir que los previsores estén tranquilos porque resolvieron buena parte de las compras escolares el año pasado y por ende soportan dos o tres meses menos de inflación. Pero a cambio quizás anticiparon esas compras a la reunión de padres, es decir a la reunión donde la directora primero y las maestras después te cantan la precisa, y te dicen, gil, que al pedo te apuraste a comprar los zapatos asá o los cuadernos así, porque total los van a utilizar recién en junio o no los van a usar nunca. Y que igual te falta a tu prolijo listado este montón de cosas que te estamos comunicando ahora. Vos serás muy suizo, pero las escuelas son argentinas y su personal y vos mismo también, son argentinos hasta la médula.

Así que desde aquí postulo que ese pequeño porcentaje de padres que ya anticipó mucho tiempo antes sus compras escolares, pues, quizás no están ni interpretando bien el lugar en que viven ni preparando bien a sus hijos para el desempeño futuro en la vida. Planificación y Argentina son conceptos opuestos, rivales, enemigos de imposible conciliación: no pueden estar juntos, constitutivamente hablando.

Además, en defensa de los compradores de última, los argentinos, bah, les recuerdo que también se perdieron los importantes descuentos que las principales tarjetas de crédito lanzaron recién para marzo. Lo siento, lo siento.

En cambio, da gusto ver retozando tanta argentinidad suelta por las librerías de este mundo, por las casas de uniformes y guardapolvos, por las zapaterías de dios justo ahora e incluso después de comenzado el ciclo.

Y eso es así por varios motivos más, además del esencial la argentinidad al palo-, entre ellos porque la gente no tiene un mango y vivió un riguroso día a día y gastó en diciembre para las fiestas, en enero y febrero para las vacaciones y en marzo para la escuela. Eso es muy racional, mecachi: ¿por qué cruzar el puente si todavía no llegamos hasta él?

La otra cuestión es práctica: los vagos y vagas arrancan como están porque en muchos hogares, en la mayoría, nadie cobró todavía un sope. Así que vos podrás pedirnos todo lo que pedís, pero en los primeros días el pibe va con el guardapolvo del año pasado aunque apenas entre allí- y con los transitados tamangos del ciclo anterior, aunque los dedos se le achucharren prístino castellano coloquial, vulgata, bancátela así, hermano- y queden como el repulgue de una empanada, de carne, desde luego.

Así es que más allá de la intención niveladora e igualadora de la escuela, convivirán aquí varios tipos de argentinos en los primeros días de clases y hasta bien entrado el año, desde el niñito que viene de punta en blanco aunque la falten o le sobren elementos, porque la reunión decisiva fue hace unos días-, hasta las distintas escalas de desorganización adquisitiva extremas e intermedias. Yo creo que hacia las vacaciones de invierno estarán todos más o menos parejos.

Por último, como se habrán dado cuenta, no puedo pronunciarme por ninguno de los dos modelos extremos planteados, respecto del punto de articulación exacto en que haremos las compras escolares. Los que se adelantan o los que atrasan tienen igual el mismo amor y la misma decisión por darle lo mejor a sus hijos, un concepto planificador y esperanzador que centra los principales valores en la educación, sólo que transplantados a nuestra Argentina de todos los días. Nuevamente dos extremos irreconciliables. No sé si el fracaso, pero por lo menos el conflicto está asegurado. A ver, abran los cuadernos.