volanta

Abriendo el paraguas

 

Tras la lluvia del martes último, los anegamientos de varios barrios de la ciudad motivaron las lógicas quejas de vecinos, hartos ya de que el agua ingrese a sus viviendas, y exigiendo ya soluciones a las autoridades. También es cierto que con los altos milimetrajes de las últimas semanas, el agua llegó a lugares que hasta hace algunos meses parecían a salvo de tales contingencias.

El problema no es de fácil solución por el alto costo que demandarán las obras de infraestructura necesarias para aliviar la situación y porque la dirigencia política es reacia a fijar políticas de Estado que sigan una planificación discutida por profesionales y explicada a los vecinos.

La histórica falta de planificación en la ciudad hoy es una de las causas principales de los padecimientos actuales aunque el término esconde los nombres de todos los responsables políticos de su ausencia.

Pavimentar calles sin acompañar las obras con los respectivos desagües, habilitación o inacción ante la constitución de asentamientos urbanos en zonas inundables; o repararlas sin respetar los trazados originales y obstruyendo bocas de tormentas son los casos más evidentes.

A la “culpa oficial” habrá que agregar los cambios de hábitos y el uso masivo del envase plástico por comodidad y la desidia en dejar los restos en plena vía pública. La suma sigue: bolsitas de residuos sacadas fuera de hora, cirujas que hacen su trabajo sin respetar criterios mínimos, perros sueltos que en la vía pública destrozan las bolsas y así se puede seguir la lista.

La lluvia pasa, el enojo se atenúa hasta la llegada de la siguiente precipitación abundante. Sin una política de Estado definida entre los principales sectores políticos, con decisión de aplicar dinero constante durante varios años y sin cambios de conducta ciudadana será imposible evitar las fotos de la última semana. De seguir como hasta hoy, ante cada nubarrón habrá que empezar a temblar y poner bolsas de arena en la puerta.