Amigos, a pesar de los años y la distancia

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Hervé Berthoin hoy vive en Francia y vino a visitar a su amigo de la infancia.

Esta historia de De Raíces y Abuelos es algo diferente a la que habitualmente presentamos: se trata del reencuentro de dos amigos de la infancia después de 43 años sin saber de sus respectivas vidas. Sin embargo, tiene en común el desarraigo de su tierra natal.

TEXTOS. MARIANA RIVERA

Jaime Kessler, santafesino de nacimiento, y Hervé Alain Berthoin, nacido en París, Francia, se conocieron por casualidad, en Montevideo, en la década de 1950. Vivían en el mismo edificio de departamentos, en Magallanes 1509, en pleno barrio El Cordón de esa ciudad uruguaya.

La caída de un juguete por la ventana de la habitación de la hermana de Jaime, en el primer piso, fue la excusa perfecta para que Hervé -dos años mayor que él- comenzara una inocente amistad con Jaime. “Terminamos siendo los mejores amigos de la infancia”, admitieron, al tiempo que recordaron que “con la ayuda de una soga y un balde nos subíamos los juguetes y jugábamos; así nos conocimos”.

Pero éste no fue el único recuerdo que, como un rompecabezas, fueron armando juntos en los últimos dos meses. Hervé -quien hoy vive en Cannes, Francia- viajó a la Argentina en enero pasado -luego de que fuera localizado por Jaime, quien actualmente reside en nuestra ciudad-, tras 43 años sin tener noticias de él, para rememorar aquellos años de la infancia vividos en Montevideo y algunos encuentros posteriores en Santa Fe.

“Fueron unos cinco años compartidos muy intensos, entre los 8, 9 ó 10 años y los 14 ó 15, en los cuales uno empieza a ser independiente, empieza a salir”, explicaron, al tiempo que aseguraron estar “viviendo el pasado, como lo llamamos nosotros, estamos recorriendo el túnel del tiempo y pudimos visitar lugares donde compartimos de niños”.

Hervé planteó que “siempre queda un recuerdo muy profundo de la infancia compartida pero la vida de cada uno puede ir cambiándonos. Jaime me encontró por intermedio de un correo, que fue a lo de mi hermano en París. Cuando me dijo que tenía un correo de Jaime de Montevideo enseguida le respondí. Fue algo muy fuerte y por eso tomé la decisión de venir de vuelta a la Argentina y a Uruguay para volver a encontrarnos”.

Y agregó satisfecho: “Después de 43 años no se sabe a la persona que se va a encontrar. Pero lo fuerte de esto es que nos encontramos los mismos, las mismas personas de entonces que no se perdieron. Podría haber sido que nos reencontrábamos y tuviéramos caracteres diferentes a cuando éramos niños. Pero esto no pasó y nos pudimos reunir de vuelta y compartir lindos momentos juntos”.

En este punto, Jaime remarcó que “el papá de Hervé era ingeniero en Citroen y había sido mandado por esta empresa en 1952 a instalar la filial de esta fábrica en Montevideo. Nosotros llegamos a Montevideo en 1958, cuando yo tenía 7 años. Mi padre había comprado una farmacia y luego puso una droguería, que pasó a ser la más grande de Uruguay. Nuestros padres tenían un concepto de familia, de acompañar a los hijos, de estar siempre unidos. A pesar de nuestros orígenes diferentes teníamos conceptos similares de educación y de familia”, motivos por los cuales consideran que pudieron encontrar “a las mismas personas de entonces”.

Intensa búsqueda

En estos años de distanciamiento, muchas cosas pasaron en la vida de Jaime y Hervé. Pero parece que el destino quiso que se volvieran a encontrar para valorar lo vivido y también empezar a hacer proyectos juntos.

Jaime Kessler relató cómo fue la búsqueda de su amigo de la infancia durante muchos años: “Montevideo tiene la particularidad de que conserva edificios, a diferencia de Santa Fe. Eso hace que cuando uno vuelve encuentra muchos referentes. En 2006 tuve la oportunidad de recorrer los lugares adonde yo vivía, que es el centro de Montevideo, en el barrio El Cordón. Esto nos marcó mucho porque era un barrio tranquilo, sin muchos problemas pero, a su vez, tuvimos la posibilidad de enriquecernos con lo que significa una ciudad muy dinámica y en pleno centro. Estábamos cerca de la playa, de los cines, de los clubes, de la gente que se movía intensamente. Recorrí y encontré la casa donde vivíamos nosotros, que no era, de los años 50. La escuela seguía funcionando, al igual que la panadería adonde íbamos, que conserva los mismos sabores de la infancia. También está la plaza con la misma confitería y librería adonde íbamos con mi hermana a comprar libros y juguetes. Algunas cosas habían cambiado pero seguía habiendo muchas referencias”.

A pesar de que había mandado cartas a la Embajada de Francia para tratar de ubicar a su amigo no conseguía dar con él, pero no abandonó la búsqueda. Fue entonces cuando se dio cuenta de que podía buscarlo en Internet.

“Busqué la guía de teléfonos de Francia y puse Berthoin y creí que iba a encontrar un montón, pero sólo apareció uno solo, Joel, que no sabía que era el hermano. Eso fue en octubre de 2006. Inconscientemente no creía que fuera la persona indicada. En febrero del año siguiente me animé a escribirle y consultarle si por casualidad era pariente o conocido de él. Al mes recibí la carta de Hervé, quien entonces vivía en Grenoble. Fue muy fuerte”, admitió eufórico Jaime.

Y agregó: “Nunca chateo sino que me escribo por correo electrónico, pero ésta fue la única vez que lo hice, con Hervé, durante más de dos horas, viéndonos cómo los años habían pasado. Fue impresionante. Lo maravilloso de todo esto fue que, a pesar de las características que cada uno adquirió durante estos años, el afecto era el mismo que cuando teníamos 12 ó 13 años y las locuras seguían siendo las mismas, al igual que los sueños, aunque los adaptamos a esta realidad. Entonces pensábamos en comprarnos un jeep para ir a recorrer América pero ahora pensamos en ir de mochileros a Machu Picchu dentro de unos años”.

Vidas separadas

Jaime remarcó que “Montevideo nos marcó mucho. Nosotros volvimos a Santa Fe cuando yo tenía 14 años, terminé el secundario. Después nos fuimos a vivir a Buenos Aires un año y regresamos a Santa Fe. La familia Berthoin nos vino a visitar a y mi abuelo -que tenía una casa de fotografía muy conocida, Foto Kessler- y nos sacó una foto en lo que se llamaba la galería fotográfica, con cortinado. Estamos Hervé, yo y mis dos hermanas. Ahora sacamos una foto similar, 43 años después”.

Jaime ingresó a la universidad, se recibió de arquitecto, se casó y tuvo tres hijos (hoy tiene cuatro nietos). Luego enviudó. “Después que me volví a Montevideo la vida nos separó. Él se fue a hacer el servicio militar a Francia y yo me metí en el estudio. Es un período en donde uno empieza a conocer otra gente, aunque no abandona a sus amigos anteriores. Cuando volví a Montevideo un verano, un tío mío me dijo que los Berthoin se habían vuelto a Francia”.

En tanto, Hervé contó cómo continuó su vida: “Cuando volví del servicio militar me casé en Montevideo y tuve mi hija. Pero después de 25 años me separé y me fui a vivir a Buenos Aires, adonde estuve dos años y después me fui a Venezuela y a Tahití. Estuve dando vueltas hasta llegar a Francia.

Mi padre, en la época de Perón, en el 74, vendió todo y se volvió a Francia. en se momento estaba en Tahití y me dijo que si quería volver a Francia, adonde había comprado una estación de servicio. Pero antes de volver me quedó seis meses en Los Ángeles”.

Tenía 30 años entonces -continuó- y trabajé en París en una gran empresa hasta 2008, cuando falleció mi hija de 23 años en un accidente de tránsito y a los 7 meses mi compañera. Por eso pensé que este viaje me iba a ayudar a pasar todo esto, al igual que reencontrarme con mi hija de Montevideo, de mi primer matrimonio, hace 8 meses, con quien chateo y hablamos por teléfono”.

Por último, Jaime y Hervé coincidieron en que “tuvimos una infancia maravillosa en Montevideo, a pesar de que eran épocas muy duras económicamente, aunque había esperanza, como actualmente. Además, estábamos juntos siempre: cuando salíamos de la escuela nos encontrábamos y nos poníamos a jugar, a pesar de que no compartíamos la escuela ni el grado. En este tiempo junto no solamente uno se cuenta lo que pasó después sino que también recompone y recupera las experiencias vividas en esos momentos”.

Túnel del tiempo

Cuando Jaime y Hervé iban recorriendo la ciudad de Montevideo iban rememorando anécdotas y diferentes situaciones vividas, a las que el otro agregaba detalles para completar el recuerdo.

Carolina, la hija de Hervé Berthoin, es maquilladora de una comparsa de los candombes de Montevideo. Ésa fue la excusa para “ir a ver el ensayo de una de las comparsas más importantes de esa ciudad, adonde había 40 tamboriles y chicas con tacos altos. Empezó a marchar ocho cuadras por la calle y nosotros por detrás, marchando junto a ellos. Eso también era parte de nuestra infancia”, explicaron.

Asimismo, Jaime contó que “frente a nuestro barrio estaba el de Palermo, que era el de los negros, de donde salían las famosas Llamadas, que nosotros veíamos pasar parados en la esquina de la casa o en la casa de mi abuela, adonde se armaba un tablado en la esquina. También fuimos al corso, una hermosa fiesta popular”.

Otro de los lugares que visitaron fue el Parque Rodó, que encontraron abierto en una oportunidad. “Éramos chicos de nuevo: nos subimos al gusano loco, el mismo que había 50 años atrás. También fuimos a los juegos y recorrimos el lugar. Comimos los famosos churros, que ni deja grasa en los dedos. Conservaba también el sabor de la infancia. Era un sabor que no se puede describir; sólo se puede sentir. Es como el aroma y la música, que golpea y aparece en la memoria. Esa noche volvimos 40 años atrás”, relataron emocionados. Sin embargo, aclararon que “también trabajamos para adelante, con proyectos en común, y no nos quedamos sólo en la memoria”.

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Hervé Berthoin guarda lindos recuerdos también de nuestra ciudad.

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Jaime y Hervé repitieron una fotografía que se habían tomado hace 43 años con las hermanas del primero.