EDITORIAL

La Argentina y el Grupo de los 20

Se dice que la crisis financiera de 2008 permitió que el Grupo de los Veinte (G20) se hiciera cargo del timón de la economía mundial postergando al G8. Temas como el movimiento de capitales financieros, las relaciones entre las grandes potencias y los países periféricos y en vías de desarrollo, la preservación del medio ambiente y la paz, son debatidos en este nuevo espacio que incluye, además de las grandes potencias, a los países llamados emergentes, entre los cuales se cuenta la Argentina.

La constitución del G20 y la gravitación que ha adquirido ha dado lugar a la protesta de países como España, por ejemplo, fastidiados porque naciones con menor nivel de desarrollo integren este club selecto de grandes potencias. Según este punto de vista, el orden internacional debe reformularse en nuevos términos y en este reclamo se insinúa que quien podría quedar fuera es la Argentina, considerado un país inclasificable que no responde a los parámetros básicos para actuar en un nivel de decisión mundial como es el G20.

En la reciente reunión de Pittsburg, ya hubo planteos para reformular la representación y es muy probable que de aquí en adelante estos reclamos cobren cuerpo. Por lo pronto, el ministro de Finanzas de Canadá, Jim Flaherty, exigió que para integrar el G20 es necesario los países que lo conforman acepten el monitoreo del FMI. Esta exigencia seguramente chocará con la visión de los Kirchner, quienes no han vacilado en considerar a este organismo como el responsable de muchos de los males que han experimentado y experimentan los países emergentes. En reiterados discursos, Néstor Kirchner ha criticado con énfasis al FMI, al punto de señalar que el crecimiento argentino de los últimos años se debió al distanciamiento de las recetas ortodoxas de ese organismo, del cual, sin embargo, nuestro país sigue siendo socio.

Pero la relación con el FMI -que a decir verdad ha sufrido fuertes críticas técnicas y experimenta un proceso de discusión interna- hoy constituye para nuestro gobierno más que un desacuerdo ideológico, un problema práctico. Es que la inspección de las cuentas nacionales dejaría en evidencia la doble economía que palpita en los informes manipulados del Indec. Éste es el obstáculo principal para abrirle la puerta al monitoreo del FMI, cuestión que tarde o temprano habrá que abordar para recuperar con plenitud el crédito externo, necesario para bajar el costo del financiamiento de nuestro desarrollo.

La actual crisis de Grecia ilustra sobre las consecuencias que provoca la desconfianza de los organismos internacionales respecto de países que despilfarran recursos, sostienen un nivel de vida superior a sus posibilidades y ocultan o tergiversan las cifras oficiales. Lo sucedido en Grecia es un espejo interesante donde deberían mirarse países como la Argentina, que por un lado se enorgullecen de participar del club de las grandes potencias y disfrutar de sus beneficios simbólicos, mientras por el otro esquivan las responsabilidades que ese rol comporta.