Los médicos
Prof. M. Carlos Visentín.
DNI. 2.389.173.
Señores directores: Tengo 91 años y he sufrido nueve intervenciones quirúrgicas importantes y cientos de enfermedades curadas en base a la ciencia de los médicos. Podría asegurar que si aún vivo se los debo a ellos. Los considero semidioses y les estaré agradecido hasta el último minuto de mi vida. No quiero dar nombres porque siempre las enumeraciones son incompletas y los olvidos son fallas imposible de salvar posteriormente. Ellos no son dioses, y a veces les pedimos lo imposible y quedamos desconformes cuando la ciencia de los hombres no alcanza para dar feliz término a una dolencia.
Ahora voy a escribir sobre los pacientes. En muchas ocasiones los médicos reciben enfermos que parecen que han derrochado el sueldo de su existencia en un sólo día. En el cuaderno de la vida olvidan anotar los derroches que diariamente hacen de su salud y recuerdan comprar paraguas cuando la lluvia ya los ha empapado. Hay otros casos en donde, en el juego de la vida, al enfermo les toca la peor mano y no se puede ganar tirando los naipes al suelo y pretender que los médicos levanten del piso las cartas cuando ya se siente en el aire el olor de la muerte. ¡Qué profesión sublime! Alegre y triste a la vez, abnegada, sacrificada, sin horarios para su familia, porque los del enfermo están antes que sus propios compromisos. Decir que los médicos están cauterizados ante el dolor es un criterio ingenuo, porque es ignorar que ellos también son seres humanos y tienen corazón y sentimientos.
Pero tengo algo grave para reprocharles. Realmente son pocos los médicos que se salvan de esta crítica. Es la escritura ilegible con que conforman sus recetas. Es la salud que se incorpora a un verdadero jeroglífico de letras ilegibles y esto lo hace extremadamente peligroso y factible de incurrir en errores. ¿Es una falla de la Facultad de Medicina? Me hace suponer que algo hay en esto porque se ha generalizado y han conseguido que cuando no entendemos un escrito cualquiera, digamos que esta confeccionado “con letra de médico”. Esto último no empalidece su divina tarea de salvar vidas que con enorme sacrificio personal la inmensa mayoría cumple.




