Mesa de café

Casamiento entre homosexuales

Erdosain

El frío ya se hace notar. Se terminaron las mesas en las veredas y las botellas de cerveza. Ahora regresaron los pulóveres y los sacos. Los muchachos están sentados al lado de la ventana, pero aprovechando el calor de la estufa que Quito acaba de encender. Después de servir la vuelta de café, menos para Marcial que toma su habitual taza de té, Abel, como para tirarle la lengua, le pregunta a Quito qué opina del casamiento gay. Quito lo mira como dando a entender que la pregunta que le hacen es innecesaria, porque su opinión siempre ha sido la misma: los homosexuales (en realidad emplea otra palabra) son unos enfermos y sólo un gobierno montonero apoyado por diputados comunistas pueden aprobar una ley semejante.

Todos lo escuchamos y hacemos riguroso silencio. El único que sonríe es Abel que supone que logró su objetivo. Por su parte, Marcial revuelve con la cucharita la taza de té y no dice una palabra. Todos esperamos que Quito se marche. Cuando se percata de que nadie le va a contestar se encoge de hombros y regresa a la barra.

—Nunca vi un energúmeno igual -dice José.

—Yo sí los he visto -digo- no son muchos, pero son.

—A mí lo que me sorprende -dice Abel- es su coherencia. Quito podría decirse que no se equivoca nunca, siempre es un energúmeno, en su conducta no hay fisuras, es siempre idéntico a sí mismo.

—A mí no me sorprende nada -dice Marcial- es un típico exponente de las clases populares.

—Veníamos bien -se queja José- hasta que se descolgó el gorila.

Marcial lo mira y no le contesta. El que ahora toma la palabra es Abel: —Yo estoy de acuerdo en que los gays puedan unirse en pareja, pero no estoy tan de acuerdo en que adopten chicos.

—Si admitís que son personas -digo-, si admitís que no son enfermos ni tarados ni viciosos, no podés prohibirles el derecho a adoptar.

—Yo no estoy tan seguro -dice Marcial. —No tengo ningún problema con ellos, es más, si tuviera un hijo gay lo entendería, pero lo que no entiendo es por qué se quieren casar. ¿Por qué incluirse en una institución que no tiene nada que ver con ellos? Me parece bárbaro que vivan en pareja, pero estoy convencido de que al Estado, como entidad moral, no le puede dar lo mismo una pareja homosexual que una pareja heterosexual.

—¿Y se puede saber por qué no le puede dar lo mismo? -pregunto.

—Porque si la moral remite a las costumbres, la costumbre de la heterosexualidad es la que está impuesta y está impuesta, entre otras cosas, porque la humanidad llegó al acuerdo tácito de que lo más práctico para su supervivencia es que los hombres se unan con las mujeres.

—Yo no creo que con esta ley esté en peligro la especie -dice José.

—No está en peligro -insiste Marcial-, pero no está demás que el Estado afirme principios básicos sin que ello les impida a los homosexuales ejercer su libertad.

—Yo creo -digo- que hay que hacerse cargo de la libertad. A un homosexual hay que respetarlo porque, en primer lugar, es persona, y en consecuencia hay que respetar su elección sexual sin discriminaciones odiosas.

—No es casualidad -dice Abel- que la homosexualidad esté reconocida en las democracias avanzadas y perseguidas en las sociedades despóticas.

—También la persigue la Iglesia Católica -dispara José.

—La Iglesia no la persigue -responde Marcial-, no la aprueba que no es lo mismo, lo cual me parece muy bien, porque en este mundo donde todo cambia tan rápido es importante que haya una institución que encienda la luz roja.

—Sobre todo cuando esa institución tiene serios problemas de homosexualidad en su interior -dice José provocativamente.

—Yo no hablo en broma -dice Abel-. Por el contrario, creo que los gays tienen derecho a casarse y tienen derecho a adoptar, porque lo que los chicos necesitan es amor y esa virtud se la puede dar un homosexual o un heterosexual, pero en todos los casos la sexualidad no tiene nada que ver con el tema.

—Le tienen miedo a la adopción -digo- porque suponen que los hijos van a salir homosexuales, un razonamiento lineal y primario que no responde a la pregunta básica de por qué los homosexuales salieron de matrimonios heterosexuales.

—No comparto -dice Marcial.