Arancedo: “El orden moral hace a la calidad de vida de una comunidad”

El prelado, en una homilía con profundo sentido político, dijo que la conmemoración reclama “una actitud nueva” que nos permita mirarnos como hermanos. Sostuvo, asimismo, que la calidad institucional es el camino más seguro para lograr la amistad ciudadana y la inclusión social.

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“No alcanza una justicia sin horizontes de reconciliación entre los argentinos”, dijo Mons. José María Arancedo en su homilía ante las autoridades de la provincia y de la ciudad.

Foto: Flavio Raina

 

De la redacción de El Litoral

“La fe en Dios ha sido un principio de unión y de sabiduría en nuestra Patria, que la ha hecho un lugar de encuentro para todos los hombres del mundo. Por ello, la primera certeza social de la fe en Dios, es decirnos: todo hombre es mi hermano”, aseveró Mons. José María Arancedo en la liturgia de Acción de Gracias que se llevó a cabo en la Catedral Metropolitana.

“Dios no desplaza ni ocupa el lugar de nadie, pero sí ilumina y defiende el lugar de todos. La gloria de Dios es la dignidad del hombre. Cuando el hombre pierde conciencia de su trascendencia y de su relación con Dios, empobrece su horizonte porque se aparta de la fuente de la verdad”.

Arancedo indicó que no se puede dejar de pensar que hay muchas cosas que aún reclaman “una actitud nueva, que nos permita volver a mirarnos como hermanos para construir juntos una Patria en la que reine la verdad y la justicia, el amor y la solidaridad. Esta tarea que hoy nos desafía como Nación”, dijo para expresar, luego, que “hemos perdido la confianza entre nosotros. La confianza necesita apoyarse en la presencia y testimonio del otro. Qué bueno que yo sea confiable para ustedes; que el dirigente político o social lo sea para los ciudadanos; que el funcionario lo sea para la comunidad”, indicó.

“Cuando buscamos el bien del hombre y queremos construir una sociedad justa, es necesario volver a aquello simple y profundo que es el mundo de los valores y la moral. El orden moral hace a la calidad de vida de una comunidad. Puede haber diversidad de opiniones entre nosotros, pero no diversidad de principios morales”, dijo el arzobispo quien consignó que cuando “el relativismo invade una cultura, quita certeza a los principios, justifica actitudes y nos hace extraños hablando el mismo idioma. Por ello, no fue un acto piadoso el de nuestros mayores el invocar “la protección de Dios fuente de toda razón y justicia”, sino de una profunda y sabia reflexión sobre el fundamento de la vida, más allá de la pertenencia a un credo religioso determinado”.

Pobreza y calidad institucional

Junto a la riqueza y potencialidades de nuestra Patria que debemos agradecer, marcaría dos realidades que muestran nuestra fragilidad como Nación”, dijo Arancedo y se refirió a la pobreza y al tema de la calidad institucional. “Una mira a lo social, la otra a la política, ambas deben estar presentes en el camino del Bicentenario como una deuda que debemos asumir”, completó.

“En un mundo marcado por la rapidez y actualización del conocimiento, la pobreza lleva fatalmente a la marginalidad (...). La marginalidad puede presentarse como un efecto no deseado, pero es una realidad que crece y engendra orfandad social. Frente a ello existen iniciativas solidarias de la comunidad, que tienen un alto valor testimonial y nos debe enorgullecer, pero no alcanzan”, aseveró el arzobispo.

En orden a lo antes expresado señaló que “es necesaria una acción del Estado a nivel de escala con políticas sostenidas que fortalezcan la familia, la educación, la salud y el trabajo. En esta tarea, debe aparecer el testimonio de una clase dirigente capaz de plantear objetivos y prioridades comunes (...)”.

Luego abordó el tema de la calidad institución y dijo que ésta adquiere, en una sociedad organizada, “el valor de una dimensión que hace tanto al nivel de vida de las personas, como al desarrollo de la Nación. La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la amistad ciudadana y la inclusión social”, expresó para aseverar, luego, que “aquí ocupa un lugar destacado la política, como parte de la ética y al servicio del bien común. Ella es la mediación necesaria entre las ideas y la realidad”.

Política y diálogo

“La falta de política, y de diálogo nos ha dejado heridas de tiempos de subversión y de represión, que aún debilitan y comprometen la unión nacional. No alcanza una justicia sin horizontes de reconciliación entre los argentinos. Esto es parte de nuestro déficit político, aseguró.

“Se deben fortalecer, además, las instituciones de la República en su justa y necesaria independencia. La calidad institucional sabe promover un sólido federalismo, que nace de la justa autonomía de las provincias y sus municipios, y reclama la necesaria coparticipación de los recursos”.

“La calidad institucional se manifiesta, también, cuando la justa ambición de poder reconoce en los límites constitucionales, la sabiduría de un espíritu republicano que nos hace libres en la obediencia a la ley”, dijo en la parte final de su alocución el prelado.


“Cuando buscamos el bien del hombre y queremos construir una sociedad justa, es necesario volver a aquello simple y profundo que es el mundo de los valores y la moral”.

José María Arancedo,

arzobispo de Santa Fe.

“En un mundo marcado por la rapidez y actualización del conocimiento, la pobreza lleva fatalmente a la marginalidad”.

José María Arancedo,

arzobispo de Santa Fe.