Las cámaras no los registraron, las alarmas no los delataron.

Detenidos por robo en El Rubí

No se descarta la actuación de una banda especializada en el robo de joyas.

Detenidos por robo en El Rubí

Se descuenta que los investigadores analizarán los videos que registran las cámaras instaladas en la peatonal santafesina. Foto: Mauricio Garín

 

José Luis Pagés

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En la céntrica y tradicional joyería santafesina El Rubí se produjo un cuantioso robo de alhajas.

El delito denunciado a las 8.30 de ayer por los propietarios del establecimiento, se consumó en la madrugada. En un marco de absoluta reserva los agentes de la URI trabajaron en el lugar del hecho hasta las primeras horas de la tarde.

Luego, como consecuencia del cuadro observado en el local de peatonal San Martín 2334 dos personas quedaron bajo arresto.

Como nos refirieron los hechos los ladrones fueron precisos y lograron su objetivo sin distraer su tiempo en menudencias.

Se llevaron con ellos dinero en efectivo y las más valiosas piezas de oro y plata, cuando se retiraron por el lugar donde entraron.

Ninguna imagen registraron las cámaras de seguridad de los fantasmagóricos incursores nocturnos.

Ninguna alarma se disparó a su paso y nada los puso en evidencia cuando cortaron la reja y forzaron la puerta del patio de luz.

Tanto más llamativo resulta que ningún sensor delatara la manipulación de las valiosas alhajas en los cofres que las atesoraban.

Los miembros de la banda tampoco dejaron huellas reveladoras de su paso en techos y paredes de edificaciones vecinas.

El relato sugiere que algo falló en el sistema de seguridad, pero curiosamente el equipo informático habría funcionado normalmente. La policía sólo secuestró los comprobantes del chequeo nocturno de la empresa de seguridad contratada por la joyería.

No se sabe de la incautación de otros elementos como amoladoras, sierras, barretas u otras herramientas del oficio.

Tras la inspección los agentes de Seguridad Personal arrestaron a dos jóvenes, Cristian (24) y Maximiliano (21).

El primero se desempeñó como operador de turno en la agencia de seguridad, entre la noche del jueves y la mañana del viernes.

El segundo trabaja en la instalación y mantenimiento de sistemas de alarma.

Las capturas, con orden judicial, se hicieron efectivas en el marco de dos allanamientos domiciliarios.

Esas inspecciones no habrían permitido el secuestro de nuevos elementos, de interés para la causa.

Sobre el mediodía de hoy los dueños de El Rubí no habían evaluado todavía el monto de lo sustraído.

No obstante allegados a la familia Miroznik, propietaria del tradicional establecimiento, dijeron sin más: “Les llevaron todo”.


La ruta del oro

Cualquiera sea la razón que el día de mañana explique el golpe en la joyería El Rubí, conviene recordar que, cuando se habla de una banda especializada en el robo de oro y otros metales preciosos, se habla de una organización delictiva con mayúsculas. Expertos en el tema a los que consultamos a partir de un caso como aquel de “el robo de las joyas de la Virgen de Guadalupe” coincidieron en sus apreciaciones.

Esas bandas, dijeron, son itinerantes y sus miembros -muchas veces con sus familias a cuestas- tienen sus contactos zonales en una u otra provincia, que serán los encargados de allanar el camino a los ejecutores materiales, “los chorros”, propiamente dicho.

Las bandas cuentan con esos adelantados para alquilar casas, vehículos, herramientas y armas apropiadas al golpe que asestarán en un terreno previamente estudiado y preparado por ellos.

También son esos contactos los encargados de pagar la complicidad de personas que ocupan sitios estratégicos para burlar los sistemas de seguridad.

Por lo demás, si acaso a tantos afanes sigue un fracaso o alguno de los ladrones cae herido o es apresado -lo que rara vez ocurre-, comprarán conciencias y los servicios profesionales para cada caso.

Pero si bien es cierto que existen esos adelantados que allanan el camino a los “chorros” hechos y derechos, también están los que forman en la retaguardia: entre otros, los que esperan con la fragua encendida para que el oro de las joyas vuelva a su estado natural y nada delate su procedencia. Para eso, se dice que el ladrón que abandona el lugar del hecho pasará el maletín inmediatamente a otra persona, alguien de insospechable apariencia, una anciana mujer, por ejemplo.

Esa misma persona que causalmente andará con un pasaje en la mano será vista por última vez, confundida entre el público de una atestada terminal de colectivos.