Un referente de la actividad

Con el sello de Alberto J. Macua

El esfuerzo, tesón, astucia y la visión fueron la fórmula perfecta para que este empresario santafesino comande un grupo exitoso en el rubro automotor.

Con el sello de Alberto J. Macua

Nuevos desafíos

“Siempre van surgiendo cosas. Soy el promotor de proyectos nuevos dentro de la empresa. Ahora me he tomado junto a Carlos (uno de sus hijos) como el gran desafío una de las representaciones que tenemos: Nissan. Al momento, estamos séptimos a nivel país en Renault y en el lugar 16 con Nissan. Bueno, queremos llegar a estar entre los diez primeros de la marca japonesa, y en el ámbito nacional se quiere posicionar a la marca en un 6% del mercado. Ese es nuestro próximo objetivo y estamos dispuestos a aceptarlo”, subrayó Alberto Macua.

 

Daniel Monticelli

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De raíces vascas (nació hace 73 años en Arroyo Aguiar, de la unión de sus padres, Jesús y María), Alberto Jesús Macua es el sinónimo de un hombre que a través del trabajo de toda una vida —lleva 48 años en la profesión— logró crear un equipo de gente, nucleados en su mayoría por propios miembros de su familia, con el cual llegó a objetivos exitosos. El tiempo lo llevó a Laguna Paiva y en 1962 se instaló en aquella ciudad con su taller de chapa y pintura, donde ya comenzaba a vislumbrarse cuál sería su destino final. “Es que iba gente a consultarme acerca de si este auto o aquel estaba en buenas condiciones para adquirirlo y así fui de a poco forjando un camino que me llevó a ser parte de esto”, refirió a M&T. “Se puede decir que esa fue la base de lanzamiento, pero siempre tuve una fuerte dependencia de Santa Fe, sobre todo de alguien que se inició de muy abajo como fue mi caso”, señaló. “Siempre digo que yo no empecé del llano, lo hice desde el fondo del precipicio. El sólo hecho de salir a la superficie ya se lo tomaba como éxito, porque eran años muy difíciles”, afirmó.

“Vos sabés que de arranque no tenía mucho trabajo con el taller, pero resulta que había otro taller similar, que estaba ubicado muy cerca del mío. Al dueño le fue mal y el hombre no tuvo mejor idea que ofrecerme todas las herramientas. Entonces hice números y la verdad es que algunas eran caras, pero las compré igual porque eliminé una competencia. “Hombre, como vas a comprar eso, si el precio es de herramientas nuevas’, me decía mi padre y yo le hacía entender que lo que quería era quedarme solo en la actividad”, comentó.

“Al poquito tiempo me di cuenta de que vendiendo el trabajo de mis manos, y ya con varios operarios conmigo, el futuro no era muy halagüeño. Entonces pensé en qué había que incursionar para evolucionar y plantearse otros desafíos. La verdad es que en esa época (inicios de la década del “60) empezó el auge de la industria del automóvil en la Argentina. La más vieja era IKA, pero después se fueron sumando Chevrolet, Ford, Peugeot, Fiat y les siguieron las japonesas como Toyota y Honda, entre otras. En 1963 ya fui agente de un concesionario de Esperanza, donde ahí empecé a comprar, arreglar y vender autos usados y 0 Km”, continuó.

Primera inauguración importante

“Transcurrieron los años y un día me pongo en contacto con gente de Gálvez y comencé a vender más autos 0 Km. Hasta que llegó el gran momento: el 15 de septiembre de 1980 logré abrir la primera concesionaria Renault en Laguna Paiva. Ahora estamos a punto de cumplir 30 años de concesionarios. Allí también se inició este largo camino que aún seguimos transitando junto a Diario El Litoral, a través de Armando Lombardi, que era publicista de Rombo. Ese hombre, sin siquiera conocerme, siempre me brindó un trato preferencial y por eso le estoy muy agradecido, porque esas cosas no se olvidan jamás. Hoy continúan los lazos con sus hijos”.

“Nos bajaron 30 unidades y teníamos 10 empleados”, reseñó con nostalgia. “Para que la gente tenga una idea, en ese momento Renault tenía 173 concesionarios repartidos en todo el país, y hoy operamos 46”, enumeró. “Era en un contexto totalmente distinto. De hecho que el fuerte de mis ventas eran en Santa Fe y tengo que agradecerle a grandes directivos que pasaron por Renault, que me dieron una mano muy grande. Como el caso de Enrique Lipouylli, que estuvo por estos lugares hasta que fue nombrado Gerente Regional”.

—¿Y cuándo se trasladó a nuestra capital?

—Como te dije, mi fuerte era Santa Fe. Más o menos un 80% de las operaciones las hacía aquí. Entonces en 1982 instalé un salón en J. J. Paso y Freyre, con muchas objeciones de concesionarios de aquí... Al año siguiente, y después de pasar tantísimas veces por este lugar —la esquina de López y Planes e Iturraspe y también enfrente—, me decía: “Este es el sitio para colocar una concesionaria”. Vale decir que le disparaba a la zona de dentro de los bulevares. Hacia 1983 compré un terreno y después otros seis más, para construir lo que se ve en la actualidad. Desde ese momento comencé a insistir en Renault para trasladar la concesionaria a Santa Fe. Después de no pocas gestiones, le gané por cansancio a otra gran persona como Eugenio Navarro y logré instalarme aquí.

Un gran momento

Por abril de 1985 arrancó lo que con el transcurrir del tiempo se convertiría en un ícono del sector automotor santafesino: Alberto J. Macua S.A. “No era fuerte, no tenía capital, entonces la única herramienta con la que contaba ¿cuál era? Brindar un buen servicio y fidelizar los clientes. Ése fue el secreto del éxito. En ese momento el cliente estaba muy desprotegido y nosotros logramos cubrir ese vacío”.

—¿Cómo se le ocurrió que Macua debía estar físicamente en este lugar?

—Es que resultaba una zona estratégica. Es la entrada neurálgica de Santa Fe por autopista. Sabía que las concesionarias del centro eran inviables para el cliente. Lo que yo vi en mi primer viaje a Europa y los siguientes, sobre todo en Sevilla, es que muy pocas concesionarias están ubicadas en el casco céntrico.

—¿Y cómo nació Coinauto?

—A eso se lo debo a otro gran amigo: Castelli, que tiene las concesionarias en Pergamino. Me dijo: “Alberto, te anoté como concesionario de Chevrolet’. Resulta que yo había comprado los terrenos donde hoy está Coinauto, pero era para agrandar la de Renault. Al hacer otros salones más grandes le consulté al Sr. Castelli sobre cuántos autos más me iba a dar Renault. Y me respondió: “ni uno más”. ¿Qué hice? Me calenté, discutí y vendí los terrenos (risas). Cuando apareció lo de Chevrolet, tuve que volver a buscar terrenos para los locales. Busqué por allí, por acá, hasta que terminé comprando los mismos que yo había vendido tiempo atrás. Se los vuelvo a comprar a la misma persona que yo se los había vendido. No sé cuántos dólares le pagué más de lo que había vendido, pero en fin, los compré. Construimos e inauguramos en 1994.

—¿Y Gran Prix?

—Eso se hizo como una inversión, nada más. Adquirimos los terrenos que habían sido de la Bodega San Gerónimo. Después de evaluar diversas alternativas, pensamos en hacer una exposición de usados. Como notamos que era un lugar de paseo y de paso para mucha gente, nos preguntamos ¿Y por qué no poner algún barcito o restaurante? Lo hicimos, pero por falta de conocimiento y de equivocarnos al contratar cierta gente, nos fue mal. Por eso decidimos darlo en concesión.

Proyecto Nissan y puerto

“De la mano de Renault, llegar a Nissan fue más accesible, pero de ese aspecto me referiré posteriormente. En cuanto a lo del puerto santafesino, fue otra idea que surgió después de un viaje a Sevilla. Un día me fui para el puerto y me decía: “qué lugar éste, mirá cuanto espacio, cuanto terreno’. Años más, años menos, arrancó el famoso Master Plan y fue allí que decidimos instalarnos también allí. Fuimos los pioneros en esa zona de la ciudad”, resaltó.

—Cambiemos un poco de tema, ¿alguna vez le ofrecieron incursionar en la política?

—Sí, una vez me trajeron una propuesta para una candidatura a intendente. Mirá, la tomé como una broma, porque quise hacerlo así. Hay una frase de Sarmiento que dice: “Si querés tirar toda tu trayectoria por la borda, metete en política”. Nunca estuvo en mis planes entrar en la política.

—Un empresario de su experiencia, ¿cómo vió las medidas que tomó el gobierno nacional con el campo?

—Tuvo una repercusión negativa en todos los sectores, sobre todo en nuestra provincia. Santa Fe fue una de las más perjudicadas; es una cantidad de dinero que emigra hacia el Estado Nacional y después no retorna.

—¿Cómo ve el futuro del sector automotriz?

—Con más dudas que certezas. En un país donde ya hemos tenido ciclos con grandes crisis, atenta contra la inversión y prueba de ello es que hay sectores como el autopartista que en este momento no está en condiciones de atender la demanda de las terminales, pero está reacio a invertir. En definitiva, es el de mayor quebranto, porque si invierte y a la fábrica automotriz le bajan las ventas, le dicen que no necesita más nada y qué hacen (los autopartistas) con lo que compraron. Por eso yo me quedo con la siguiente definición: “En un país, la generación de riqueza es la base del crecimiento sostenido y paso previo e ineludible a su posterior redistribución como herramienta efectiva para erradicar la exclusión vergonzante que padecemos”. Y la verdad es que en esto último hago hincapié y es para subrayarlo.


Con el sello de Alberto J. Macua

Muy lejos del retiro

“Yo considero firmemente que el retiro es un “pasaporte a la muerte’. Trabajo porque me gusta, y lo hago cuando tengo ganas. Nadie me manda y desde mi posición hoy veo el bosque, porque el árbol no me lo tapa. Ahí quiero hacer un llamado de atención a todo el sector: guarda con la “burbuja’, porque en este momento estamos haciendo grandes números, pero la rentabilidad es muy baja. Entonces puede ocurrir que nos estemos engañando con lo que vendemos y/o facturamos, pero atención que hay que seguir muy de cerca la rentabilidad. Hay que tener en cuenta que el Estado nos oprime, nos presiona en la carga fiscal. Y doy un ejemplo: para Ingresos Brutos en el ámbito provincial, desde el vamos nos llevan el 50% de las ganancias. La provincia “es socia’ de nuestro negocio a la mitad de la ganancia”, señaló.

Con el sello de Alberto J. Macua

El gran proyecto de la Ruta 19

“Esos 12 mil metros cuadrados que tenemos construidos a la vera de la ruta era una necesidad, porque consideramos que es una inversión que no tiene retorno. ¿Qué significa eso? Que cuando uno instala un negocio es con el fin de comercializarlo. Pero ahí no tenemos ganancia de nada. Es un costo que de alguna manera lo teníamos igual, porque contábamos con cinco o seis depósitos que alquilábamos en malas condiciones, a mucha distancia uno de otro y cuando teníamos que sacar un auto, debíamos mover varios. Por eso es que focalizamos todo en un solo lugar y eso hace a la calidad, porque un auto bien ubicado y con espacio para sacarlo y traerlo a cualquiera de nuestras concesionarias, no se rompe, no se raya. Y también a la ciudad le trae muchos beneficios, porque no debemos ingresar las bateas al ejido urbano, no operamos para descarga en lugares de mucho tránsito y a nosotros nos trae la comodidad de saber en qué lugar está ubicado cada auto que comercializamos”, dijo Macua.