EDITORIAL

El recambio en la Cancillería

La renuncia del canciller Jorge Taiana sorprendió a la opinión pública, sobre todo si se tiene cuenta que esa misma semana el gobierno nacional había obtenido algunos logros significativos, como el levantamiento del corte en el puente Puerto Unzué-Fray Bentos. Si bien habían trascendido informaciones sobre algunas desavenencias del ex canciller con la presidente, no se esperaba un desenlace tan rápido y traumático.

Taiana fue uno de los funcionarios más respetados del equipo ministerial del oficialismo. Identificado con el llamado “proyecto kirchnerista”, siempre se destacó por su competencia intelectual y sus criterios independientes para llevar a cabo la estrategia internacional diseñada por el gobierno. Temas como las relaciones con Estados Unidos, los conflictos de Medio Oriente, la proliferación nuclear o los acuerdos regionales distinguieron su gestión.

En ese mismo orden de cosas, se estima que las disidencias que precipitaron la renuncia de Taiana están ligadas con las relaciones diplomáticas con Venezuela o, para ser más precisos, con las relaciones paralelas de la diplomacia oficial. En estos temas, los aspectos que provocan un final de estas características suelen no salir a la luz por razones vinculadas con los secretos de Estado, aunque éstos no pueden blandirse como escudo de presuntos ilícitos.

Entre tanto, Héctor Timerman, el nuevo canciller autorizó al ex embajador en Venezuela, Eduardo Sadous, a acudir a la Cámara de Diputados, aunque le marcó los límites acerca de lo que puede testimoniar. Como se sabe, en su momento Sadous habló de irregularidades generadas en el ámbito de la diplomacia “paralela” entre ambos países que timoneaba Claudio Uberti. Allí era donde se tejían y destejían acuerdos económicos ajenos al canal formal, y donde intervenían empresas comisionistas y un fideicomiso integrado con fondos de ambos países que, según la última versión oficial, nunca funcionó.

También se sospecha que hubo disidencias entre Taiana y Cristina de Kirchner respecto de la eventual intervención de Brasil en el monitoreo del río Uruguay, sugerido en el fallo de la Corte Internacional de la Haya y planteado como exigencia por los asambleístas de Gualeguaychú. A la presidente le molestaron algunas iniciativas diplomáticas tomadas por Taiana y se las hizo conocer.

El último encuentro en Olivos, donde se le habría enrostrado una supuesta deslealtad, fue la gota que rebasó el vaso colmado por recurrentes tratos ofensivos. Hasta aquí, Taiana se había comportado como un “soldado”, a tal punto que, aun discrepando con la pareja presidencial en aspectos de las relaciones exteriores, nunca se apartó de lo que decidía la Casa Rosada. Pero el desgaste se fue haciendo cada vez mayor y finalmente el ex canciller puso un límite con su renuncia.

Como se dice en estos casos: los funcionarios asimilan las diferencias con sus jefes políticos hasta donde pueden o los dejan; cuando esas diferencias se acumulan y hacen la relación insostenible, el funcionario se va.