Una mujer vencida por la indiferencia

Un eco de Marta Romero

La madre de la docente desaparecida 22 años atrás alude al día en que aquélla dejó su casa por última vez.

José Luis Pagés

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Elsa Bertoldi de Romero es una mujer mayor que el 23 de marzo de 1988 vio por última vez a su hija Marta y hoy, 22 años después, temerosa y descreída de todo, todavía espera que alguien le diga, al menos, dónde están sus restos.

Contra lo que algunos pretenden, el caso de la docente desaparecida nunca se aclaró y en momentos que la noticia pasa por el duro fallo condenatorio para el matador de la directora de escuela, Alejandra Cugno, nos llega esta carta de Elsa.

Como un eco de aquel misterioso suceso aparece este escrito que contiene un sobre, junto a la recomendación de publicarlo sin cambiar una coma. Elsa habla acerca de lo que ella entiende como un crimen impune, pero refiere su drama con algunos baches, como un espectador lejano.

Tal parece que la sensación de desprotección y desamparo que desde entonces la abruma apenas le permite aludir, insinuar, mientras tantea en las sombras con el temor de tropezar con la verdad o de rozar el peligro que se esconde tras ella.

Enigmático

Dice Elsa Bertoldi: “A lo largo de 22 años, muchas cartas envié y no fueron menos las puertas que golpeé. Las entrevistas con el juez me daban esperanza, al tiempo que comprendía que no debía ser tan confiada”.

“Quisiera esta vez hacer una síntesis de lo acontecido ese día, pero antes explicar por qué mi hija estando embarazada quiso vivir conmigo: sufría agresiones físicas, insultos e infidelidad.

“Después que nace la nena....... era asiduo concurrente a mi domicilio, lo que fastidiaba a Marta, además intentó persuadirla para que volviera con él.

“22/03 conversa con mi hija y le propone concurrir de una abogada, con promesas que favorecían a Marta, como el de aceptar un régimen de visitas.

“23/03 deciden encontrarse a las 18.30 en el estudio de la Dra. Rotger, pero con la condición de que fuera sola, sin la nena”.

“Marta nunca llegó de la abogada”

“A las 22 de ese día, pensando que hubiera podido sufrir un accidente, le pido que vaya a la 3a. a radicar la denuncia. Por supuesto que no fue. A medianoche llaman por teléfono, atiende y ......me dice, número equivocado y se retira.

“Al principio tenía confianza de que estuviera con vida, pero mi confianza se fue esfumando para comprender que ese mismo día se la quitaron. Según un anónimo, la torturaron y la violaron. Eso me atormenta.

“La suposición que concluyó la policía, es como consecuencia de las evidencias acumuladas. Pero él es inocente, lo ampara el beneficio de la duda. No hubo testigos y el cuerpo de mi hija nunca apareció.

“Sé que sólo las madres que perdieron un hijo pueden comprender el porqué del dolor, la tristeza y las lágrimas.

“Que el caso de Marta, como el de tantos otros que se pierden en el olvido, sirva para que los que administran justicia, humanicen su tarea. Detrás de cada víctima hay una familia que sufre.

“Se debe tener conciencia de que la impunidad hace más atrevido al delincuente y la firme convicción de que el crimen perfecto existe por las investigaciones imperfectas.

“Que las personas que lean estas líneas saquen sus propias conclusiones . El odio y la venganza le privaron a una joven de 27 años el derecho de ser madre y a su hija, lo más esencial, la ternura que sólo ella podía brindarle”.

Un eco de Marta Romero

Entre tantos casos impunes, los docentes recibieron ayer el fallo contra “el Colo” Baroni como una inesperada sorpresa.

Foto: Amancio Alem

La injusticia

La desaparición de la profesora Marta Isabel Romero fue denunciada por Amsafe en su momento. El gremio exigió el inmediato esclarecimiento del caso, pero a esa masiva demanda sólo respondió el silencio. En marzo del ‘88, los docentes santafesinos todavía tenían demasiado fresco el recuerdo de sus muchos colegas desaparecidos durante la dictadura. Demasiados, para aceptar mansamente un caso igual en democracia. Pero seguramente con el paso del tiempo debieron aceptar que -aunque la idea resulte insoportable-, aquella década de terror e impunidad absoluta marcó a fuego nuestra cultura. Así que aquello que parecía anacrónico e imposible ocurrió y desde entonces, el nombre de Marta Romero vuelve, como vuelven los nombres de otros maestros desaparecidos, como vuelve el nombre del Negro Berastegui, de Lili Hernández, de Yoyi Goyzueta, de Norma Valentinuzzi y de tantos otros que jamás parecieron interesar a la Justicia.

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Marta Isabel Romero

Foto: Foto/archivo

22 años después

Marta Romero era docente, profesora de educación física, en Laguna Paiva, pero pidió su traslado a Recreo cuando nació su hija. La tarde del 23 de marzo de 1988 dejó su casa materna -Pedro Zenteno al 900- y al volante de su automóvil se dirigió en dirección al oeste de la ciudad. Supuestamente debía reunirse con el padre de su hija en un estudio jurídico, pero nunca llegó a la cita. Su auto fue encontrado con las puertas abiertas, estacionado en la dársena del hospital Iturraspe, y nunca más -a lo largo de dos décadas-, se encontró otro rastro de ella.