Apuntes cuando el fútbol se está apagando en Sudáfrica

Argentina debe cerrar un ciclo y generar otro con savia nueva

Los errores cometidos en el banco fueron muy elementales para renovar la confianza en Diego, por más que se lo quiera. No fue sólo el 4-0 de los alemanes; no hay que olvidarse lo malo de todo el proceso, lo cual no genera confianza para el futuro.

 

Argentina debe cerrar un ciclo y generar otro con savia nueva

Maradona terminó encerrado en su propio círculo vicioso: por cambiar tanto antes y durante el comienzo del Mundial, luego no hizo las modificaciones necesarias justo en el partido más complicado, ante la poderosa Alemania.

Foto: Agencia EFE


Enrique Cruz (h) (Enviado Especial a Johannesburgo, Sudáfrica)

El final del Mundial está aquí nomás, a la vuelta de la esquina. Pasaron 62 partidos, ya se fueron 28 selecciones, hay una gran sorpresa metida entre las cuatro mejores (Uruguay) y el campeón del mundo será “inédito”: España y Holanda jamás inscribieron, en 80 años, su nombre entre los mejores del planeta. Argentina se volvió antes de lo que el corazón del hincha anhelaba, aunque puede ser que haya sido el lógico y previsible final para un equipo que nunca dio la imagen de solidez colectiva que uno esperaba. Son los destellos finales de un campeonato que deja mucha tela para cortar.

Maradona y la AFA tendrán que definir los pasos futuros en medio de cierta confusión. Cherquis Bialo, vocero afista, declaró que, técnicamente, el contrato de la AFA con Maradona venció con la finalización de la participación argentina en el Mundial, pero anteriormente se había dicho que tenía plazo de expiración después de la Copa América de 2011, y también se dice que la AFA no hará nada que perjudique a Maradona por lo que él le dio al fútbol argentino. Una notable declaración de principios pero que no sirve para justificar absolutamente nada. Esta es la selección nacional, hay 40 millones de argentinos pendientes de ella y hay que entender que los ciclos se abren y se cierran para todos, aún para el futbolista más grande que ha dado el fútbol argentino en toda su historia y al que todo el pueblo le estará eternamente agradecido, pero no por eso sometido o esclavizado de por vida.

Maradona no cumplió en su rol de entrenador. El equipo jamás apareció. No supo capitalizar el valor de las individualidades, no se pudieron justificar sus mutaciones e medio de las victorias, ni tampoco se entiende por qué no cambió cuando sabía que tenía enfrente al rival más peligroso al que debía enfrentarse.

2.jpg

La inclusión de Verón nunca estuvo en duda, hasta que el jugador de Estudiantes tuvo una molestia física. Luego, el técnico no lo puso contra México y al equipo le costó mucho tener la pelota. Contra Alemania, inexplicablemente, tampoco estuvo.

Foto: Agencia Télam

Del Bosque, el técnico de España, aprendió de esos errores de Maradona. Sacó a Fernando Torres, puso un volante más y jugó con David Villa como único punta, pero con volantes tocadores y con llegada. Le quitó espacios a Alemania, lo ahogó, lo presionó y luego, con el dominio de la situación, lo fue destruyendo lentamente. Todo lo que hizo España en el gran partido jugado anteanoche en Durban, lo orquestó Del Bosque a partir de la incapacidad estratégica que tuvo Maradona al plantear el suyo del sábado en Cape Town. Y este es el interrogante que uno se plantea para el futuro. Carlos Parreira dijo que Maradona debe seguir pero con un cuerpo técnico que lo ayude: un doble comando es imposible. Iván Zamorano dijo que debe seguir pero antes tendrá que hacer una profunda autocrítica: ¿la hará Maradona? Angel Cappa dice que debe seguir porque el proceso no se puede interrumpir: para llevar a cabo un proceso, hay que buscar gente idónea, que sepa demostrar, con conocimientos, que es capaz de asumir el compromiso con capacidad y probidad.

Maradona actuó impulsivamente, justamente él, que debe ser el más sereno y reflexivo de todos porque es el entrenador. Dijo que ya tenía el equipo más de un mes antes, sin Tévez, con Jonás Gutiérrez y con un 4-4-2 como esquema. Cambió antes de empezar, jugó con Tévez, lo puso a Verón de titular (declaró que Verón es el jugador más rápido física, mental y futbolísticamente del equipo) pero luego lo sacó, también le quitó el puesto a Jonás Gutiérrez, no le devolvió la titularidad a Samuel, terminó jugando con un 4-3-3 demasiado abierto y condenó a Messi a bajar a buscar la pelota ante la ausencia de un “llevador” como la Brujita.

En fin, Maradona se terminó confundiendo solo. Dijo de Jonás Gutiérrez que había cumplido un gran partido ante Nigeria, pero luego lo terminó sacando para darle paso a Otamendi. Armó una línea de cuatro para ser el sostén de la fuerza ofensiva del equipo, pero puso dos marcadores de punta sin capacidad para ser salidas o para aparecer por sorpresa en ataque. Se obnubiló con el partido de Otamendi ante los griegos, pero no con el de Clemente Rodríguez en esa noche en Polokwane. Lo puso a Otamendi de “4” y la respuesta del defensor de Vélez fue muy pobre -y determinante por sus errores- en el partido ante los alemanes.

3.jpg

Jonás Gutiérrez -en la imagen junto a Tevez- fue otra de las decisiones extrañas de Maradona en el Mundial: fue titular siempre como volante por la derecha antes del torneo pero en Sudáfrica Diego lo puso como defensor, donde no jugó bien, y luego se quedó afuera.

Foto: Agencia Télam

Maradona no tuvo en cuenta que la función de un técnico no es solamente la de motivar, sino que también hay que ejercer un rol de ordenador táctico, de respaldo estratégico, que el equipo nunca tuvo. Verón, por su experiencia y por su visión del juego, le habría ahorrado grandes problemas a Maradona, pero Diego lo sacó por sus molestias musculares y cuando estuvo bien, ya no lo puso. Lo propio ocurrió con Samuel, bancando a Demichelis y Burdisso, una dupla central que no daba seguridades. La mutación de Maradona no ejerció consecuencias positivas sobre el equipo; al contrario, lo fue llevando a un callejón sin salida, quitándole herramientas futbolísticas que se hicieron estrictamente necesarias a partir del crecimiento de la exigencia que imponían los rivales.

Si Héctor Enrique, su ayudante de campo, fue capaz de revelar que en algún momento se pensó en armar un 4-4-2 ante los alemanes, ¿por qué no se lo hizo?, ¿por temor a la represalia por si el equipo perdía, pues lo iban a tildar de defensivos?, ¿y cuál fue el remedio? ¿haber muerto con la nuestra pero comiéndonos cuatro goles? Seguramente, el análisis que se hace “con el diario del lunes” es hasta simplista; o por lo menos, facilista. Pero todos nos dábamos cuenta de que si no había un cambio fundamental en el aspecto defensivo y si no se pensaba en custodiar un poco más a Mascherano para que no marque en soledad, o se hacía lo que todo buen equipo hace, que es defenderse con la pelota, el destino final de Argentina estaba cantado.

El responsable de todo esto es el propio entrenador. Seguramente, ahora empezarán a saltar a la luz todas las debilidades que antes no se observaban. No creo que la relación adentro haya tenido fisuras; posiblemente algún jugador con cara larga o algún hecho aislado pudieron ocurrir: es lógico que así sea. Pero el suicidio futbolero de hace seis días en Cape Town, obliga a un replanteo muy profundo respecto de qué es lo que se debe hacer con la conducción y con el seleccionado en sí.

Argentina no perdió como lo hizo Uruguay; ni siquiera como le tocó quedar afuera a Paraguay. Del Bosque dijo que el rival más difícil no había sido Alemania, sino que habían sido los paraguayos. Y éste es un enorme elogio para Martino y sus jugadores, que dieron más de lo que se esperaba. Y ni qué hablar de los guerreros uruguayos, que con muchísimos menos nombres que Argentina tuvieron a Holanda metida adentro del área en la semifinal y pidiendo la hora en el inolvidable 3-2 del martes pasado.

Jugar sin marcadores de punta terminó siendo un imperdonable pecado. España tiene a Ramos, que siempre da una opción distinta; Alemania también tiene a Boateng, mientras que Brasil soltaba persistentemente a Maicon. Además, los marcadores de punta inteligentes pueden sumarse al mediocampo y ser una alternativa para armar un 3-4-3, por ejemplo. En definitiva, el fútbol sigue teniendo algunas soluciones que, para muchos, pueden resultar antiguas, pero que hacen a su esencia. Es cierto que adentro de la cancha definen los jugadores, pero también es cierto que los jugadores, por más brillantes que sean, no llegarán a ninguna parte sin tener un orden y una idea de juego. Y si no la tienen, equipos de menor envergadura individual podrán igualarlos y hasta superarlos

4.jpg

Lionel Messi volvió a caer en la intrascendencia en los dos últimos partidos: sin un volante conductor, el rosarino debió retrasarse demasiado para buscar la pelota y perdió peso en la ofensiva. Hay algo que es claro y definitivo: Messi es delantero y no enganche.

Foto: Agencia EFE

Maradona habló, en la conferencia post-Alemania, de haber recuperado la identidad del fútbol argentino y de haber jugado como le gusta a la gente. Hay que recordarle a Diego, que los últimos técnicos de la selección fueron muy ofensivos, quizás más que él. Lo es Bielsa, lo fue Pekerman y también Basile. En todo caso, el equipo de Italia “90 que él integró como máxima figura, sólo tenía plenamente vigente esa identidad argentina cuando la pelota pasaba por él, por Caniggia o fugazmente por un ya devenido Burruchaga.

Argentina generó en este Mundial una expectativa lógica por sus triunfos iniciales, que se hizo mesurada por la jerarquía de esos rivales de primera ronda y que se truncó cuando nos agarró el primer rival en serio. Esto también obliga a un replanteo más, el de pensar que en esta clase de campeonatos hay que preparar el equipo para que llegue muy bien aceitado a la etapa de octavos de final, que es donde se deben ganar cuatro finales para ser campeón. España, por ejemplo, arrancó el Mundial perdiendo, pero tuvo el tiempo de recuperarse y está en la final. Alemania también perdió un partido de la fase clasificatoria, pero llegó más alto que Argentina. Es el otro gran elemento que deben tener en cuenta los entrenadores y pensar que nada ni nadie puede estar por encima del equipo, que hay que ser amplios y que sacar un delantero para poner un volante y pelear el partido en el lugar que más le duele al rival, es un signo de inteligencia y no de debilidad. Lo aprendió Del Bosque del propio error de Maradona.