EDITORIAL

La hora de liberar

presos políticos

Sin duda que es una muy buena noticia que el obispo de Cuba, Jaime Ortega, haya anunciado que está previsto para los próximos meses la libertad de 57 presos de conciencia. Según declaraciones públicas de los voceros de la dictadura cubana, en estos días, cinco de estos presos podrían viajar con sus familias a España o a cualquier otro destino.

Este clima de libertades se viene desarrollando desde hace unas semanas y una de sus manifestaciones más visibles fue la liberación de Ariel Sigler y Daniel Ferrer, además del traslado de doce presos a cárceles ubicadas cerca del domicilio de sus parientes. Familiares de los presos han expresado su satisfacción por lo que está sucediendo, aunque advirtieron que la libertad de los presos y la deportación no se compatibilizan con un ideario democrático.

Por su lado, Ariel Fariñas, quien desde hace tres meses lleva adelante una huelga de hambre, ha manifestado su desconfianza por el curso de los acontecimientos. Laura Pollán, dirigente de las abnegadas Damas de blanco y esposa de uno de los detenidos ha recordado que los militantes del “Grupo de los 75” fueron detenidos en el 2003 y condenados a penas que llegan a los 28 años de cárcel, a pesar de que cinco años antes el régimen había promovido la liberación de otros presos como señal de buena voluntad por la visita del Papa.

En definitiva, lo que las instituciones de derechos humanos que luchan por las libertades en Cuba quieren decir es que estas libertades son positivas porque siempre es bueno que alguien salga del encierro, pero ello no cambia el carácter dictatorial del régimen.

Las presiones internacionales, la necesidad de renovar cierta legitimación, la urgencia de renovar convenios económicos permiten en ciertas coyunturas que se produzcan libertades, pero el régimen del partido único se mantiene intacto y, desde ese punto de vista, no hay indicios de liberalidades o aperturas.

Por lo pronto, la dictadura no ha dicho una palabra. La visita del canciller español Miguel Ángel Moratinos fue presentada como una reunión diplomática para conversar sobre nuevos convenios económicos con la Unión Europea, además de las consabidas condenas al embargo norteamericano. Se sabe que en las dictaduras lo más importante nunca ocurre en el espacio público. Oficialmente, en Cuba no hay presos, sino agentes del imperialismo, saboteadores y terroristas. En el más suave de los casos, inadaptados sociales que merecen ser tratados en colonias psiquiátricas o expulsados. De Stalin a la fecha no ha habido muchas novedades en el universo comunista. Los Castro nunca anunciarán formalmente que los presos fueron liberados, no sólo porque no los reconocen como tales, sino porque efectivamente no serán liberados sino deportados, es decir, expulsados del país, y si bien no es lo mismo estar preso que estar exiliado, nunca olvidemos que desde el mundo antiguo hasta la fecha la deportación o el destierro constituyeron las sanciones más duras luego de la pena de muerte y la cárcel.