La plaza de los besos

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Obra de la serie “Plaza España”, de Nydia Andino.

 

Por Marta Rodil

A Nydia Andino, su plaza España y mi plaza, inspirada por su obra y gracia

Oh, la plaza de los besos,

territorio mítico,

madre patria de cuanta plaza se cruzó en mi vida,

patio de la noche de retretas y retratos

Al conjuro de tus besos

invité a mi enamorado al Museo de memorias de La plaza,

una siesta del verano que es todos los veranos,

como el verano de la plaza de Diamante

donde nacieron mis primeros besos y los besos de mis padres,

o de la Plaza del Diamante

que, vaya paradoja, guardaría los besos de mi hija

en la lejana Barcelona

Y sus sombras enlazadas fueron una

con mi sola sombra larga

Entonces yo le dije a mi enamorado,

que es los enamorados de ayer, de hoy y de mañana,

¡ven, naranjo en flor, ven, príncipe y verás!

—Soñar y nada más

-me responde como en un radioteatro de Gandini-,

soñar con la flor de la canela

que es todas las flores, como vos,

porque te quiero, amor, y porque estás conmigo,

porque antes de vos no fue nadie

y porque para vos invento los más hermosos besos

Plaza de todas las plazas,

por la galería de tus personajes

también yo, de trenzas y de moños,

con resabios de arroz con leche o de mazamorra en los labios

Como en preciado cambalache,

bandadas de gentecitas o fantasmas

estampadas en las paredes de la nostalgia,

que purifica las aguas verdes

y resucita las Venus, los Tritones y los Bacos

Porque esta plaza, según anuncian los carteles,

dispone de estrellas, de próceres anónimos con nombre y apellido,

de purpuradas esculturas, limusinas y gitanos

Cientos y cientos de pájaros se guardan por la tarde

y bordan el corazón de la noche

con tapices rococó bajo el ramaje

Me pregunto

qué fue del barrilete, del monopatín y del triciclo

(de una era que demasiado pronto se convirtió en recuerdo)

y perviven en este reservorio de añoranzas

con el lobo y con los globos, la payanga y las bolitas

Los santos y el diablo vienen marchando

pues se avecina un recital de Joaquín Sabina,

peor para el sol/ que se mete a las siete en la cuna

del mar a roncar,

y una pareja en el Bar Tokio recibe a contraluz la mañana,

si vieras la mañanita/ cuando apenas la puntita

del sol comienza a asomar

Escenario

del pichí de los pichichos

que se ufanan y se afanan por marcar su fundo,

y donde porfía el sexo, vestido o travestido

que se lanza a buscar

imagino, preciosa, que un hombre

o, algo más, un amante discreto

O, desnuda, una mano temblorosa

se aventura furtiva hasta un no rotundo

sin lograr la flor de su secreto,

y huye una adolescente con el corazón galopando

como un tren a toda máquina

(de esos que llegaban a la estación de allí a la vuelta,

a unos pasos del Registro Civil)

Rotas las cadenas de la memoria,

una canoa se acerca orillando la creciente,

un ferroviario se apura en bicicleta

o alguien se va con la esperanza en un pote

con etiqueta de Farmacia Las Colonias

Ladronzuelos de hoy trepan a los árboles

con el chocolatero del cine Colón,

arrojan bombitas de carnaval o espían a un exhibicionista,

una señora levanta sus pies trajinados

o un hombre cruza con una noticia oscura en la cara

En este barrio latino,

Yusepín ofrece pizza con Moscato al paso

y Nydia Beatriz Andino,

la pintora de a la mediacuadra,

su pasta amasada a la vista

con besos y carambolas de las 20 o de madrugada.

¿En qué dirección? Allá bien al sur,

dentro del Museo Rosa Galisteo

donde Nydia con obra y gracia reconstruyó la Plaza

Una bandada de niñas se hacen la rata o la rabona,

chicas que se quieren casar, picaflores que no quieren

y picaflores de los que liban flores.

Están los que se oxigenan

y los que sueñan en sus paraísos de artificio,

el rico tipo y el tirao

y las noticias de un diario

que se convierte en cucurucho de maní

¡Aaaaafiladoooooor!,

amores de ley, de libreta y de arroz,

amoríos sombríos con bocas de luna en celo

En las vidrieras de enfrente,

trofeos peronistas, socialistas, futbolistas,

de maniquí o maniqueísta.

Mariquitas, mariluces o muñeca articulada,

la que es linda, mira y habla,

la que llora para adentro o se contonea por las calles.

Chiquilines con pelota o chiquillas que saltan a la soga,

visitantes, vigilantes, abuelas vigilantes

y los chicos en vigilia de manos mendicantes

En fin,

vuelvo con polvo de ladrillo en los zapatos

añorante de aquel gueto con gatos,

con brujas y burbujas de jabón

Dónde andarán,

qué fue de los personajes de la plaza.

Serán ceniza, mas tendrán sentido

Y yo, aquí, sin resignarme

y esta memoria mía, ajena al olvido,

como un caballo en la gatera

pronta siempre a dispararse