Como un collar de cuentas

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Obras de Milo Lockket.

Por María Guadalupe Allassia

“Melancólica transparencia”, de Estrella Quinteros. Colección Umbrales Nº 13, Santa Fe, 2010.

Si pienso la hipótesis espléndida, la de los poetas, que consideran que toda la vigilia es un sueño, la idea me lleva a recordar aquella conocida frase de Shakespeare: “Estamos hechos de la misma madera que nuestros sueños”. Por eso, Vogelweide, el poeta austríaco, se pregunta: “¿He soñado mi vida o fue un sueño?”. No está seguro. Me pregunto si el poeta sabe a ciencia cierta si lo que escribe corresponde a un ensueño, es decir, a un estado de la realidad donde asoman los profundos mundos interiores o si, al encarar el libro que pensó, pasa por la puerta de marfil de Eneas y sueña aún una pesadilla.

Tomo el conmovedor libro de Estrella Quinteros, “Melancólica Transparencia” y creo adivinar su ensueño vital que aparece, con admirable plenitud, rozando los estados de su alma. Todo acontece como una aurora en el desierto. Casi no es otra cosa. Su ensueño poético quiere ser, al menos me parece, una luciérnaga en la noche.

“Soy esa flor/ que todavía respira/ por su cáliz nacarado./ Y aunque la mira un cielo triste/ crecerá por dentro su tersura,/ Ha de tomar de la luz/ el agua nueva,/ la fronda a nacer./ Un tiempo a renovar en cerca de venturas”.

El libro me lleva a descubrir a la mujer que, en afirmación admirable de la vida, sueña aunque reciba el golpe que la desilusiona. “La sombra de la vida/ es una muralla a derribar/ un enjambre perdido que reposa/ solo, bajo la quieta paz de un árbol claro y manso”. Entonces, al decir de Guillén, ¿sueña y fulgura? Encuentra siempre “una senda que marca/ corazón cofre vacío/ grave pálida luz/ en que arde la mañana”.

La presencia de la poesía que percibo profundamente me conmueve. Estrella dice: “yo escribo sin tus días/ la noche, la flor que no dedicas/ la hora aquella de los ojos profundos”. ¿Es un ensueño de dolor que se transforma en un claro de luna a través de la palabra poética? Todo casi hilados de luz en la penumbra que asoma en la palabra, cuando dice: “no desmayes corazón/ por el peso que viene de la misma vida/ deposítalo en tu haber/ que tiene en las pupilas de la noche/ tu propio cielo de estrellas”.

Los temas que aborda el libro me llevan por un camino de descubrimientos. Parecen recordarme algo olvidado, que preexistía antes que yo misma. “La escritura es otra lluvia/ tiene cadencia, sacude, recuerda...”. También afirma: “Toda la tierra es la tierra del poeta/ por donde su luz avanza retrocede la sombra...”.

Extraordinaria síntesis y belleza se va abriendo en el ensueño de los diferentes cielos y aromas. También en las cosas sencillas: “Junto la ropa y junto cielo/ abandonado entre sus pliegues/ Aprieto el aroma sobre mi pecho/ y suspiran los broches en los dedos”.

Todo me parece un collar de cuentas, esferas con semillas de lino, las cuales, en un delicado son, llevan el canto de Estrella que persiste, a veces sangrando, a veces esperanzado y fecundo, a veces tierno y otras veces, trémulo y vacilante. “...baldosa trémula/ y si digo trémula/ es porque recibo temor y sueño”.

Siempre amanece la calma, pasa la lluvia y se abre el cielo del ocaso en que: “aumenta la esperanza/ al llevar tantos dones a la noche”.

He tocado el libro “Melancólica Transparencia” y he soñado la sabiduría que es un don de discernimiento y de elevación. He sentido la belleza de la poesía en movimiento ascendente hacia la luz.

Latido asombroso que transforma el libro en sueño sublime.

 

Juntar la ropa

Por Estrella Quinteros

Junto la ropa y junto cielo

abandonado entre sus pliegues.

Aprieto el aroma sobre mi pecho

y suspiran los broches en los dedos.

Miro la tarde final que cae,

que nos olvida, que no regresa.

Asoman estrellas federales que mecidas

por la brisa, saludan a mis mejillas frías

recibiendo el esplendor.

Traigo hacia la casa un sol que ya no existe

con la promesa de repetir su asombro

el corazón del ave.

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Instantánea

 

Como los trenes perdidos

como lluvias olvidadas,

hay una senda que marca

corazón cofre vacío

grave pálida luz

en que arde la mañana.

Un fuego perdido

 

Aquella figura, aquella sombra,

ya no puedo serlo, mi pie colabora

intenso para hacerme regresar

a la más pura contemplación

de una ceniza que encierra un fuego perdido.

Mas no he de temer este arrojo

esta contienda que por inaudita florece

y queda en los ojos suave guerrera luz

evaporadas apenas las diminutas

esquirlas del llanto incontenible.