AMIA e impunidad

Se cumplen dieciséis años del atentado terrorista contra la AMIA y aún no se ha satisfecho la más elemental expectativa de justicia. Si bien en los últimos años ha habido en las autoridades una actitud más receptiva para avanzar en la búsqueda de los autores materiales e intelectuales del crimen, los resultados objetivos son muy modestos.

Por lo pronto, ha sido importante que se reanuden las investigaciones y que finalmente los responsables de este abominable crimen vayan a la cárcel. El aniversario permite recordar algunos hechos básicos a la hora de elaborar una interpretación adecuada de los acontecimientos. Si bien el blanco de los terroristas fue una institución de la comunidad judía en la Argentina, el atentado fue en nuestro país y contra nuestro país. El dato es relevante porque no faltan quienes suponen irresponsablemente que las víctimas son los judíos. En verdad, debe asumirse de una vez por todas que los muertos son argentinos, con independencia de su religión o creencia. Sin ir más lejos, en Santa Fe, la plazoleta que recuerda la tragedia, lleva el nombre de un joven albañil de nuestra ciudad asesinado aquella mañana. Se llamaba Villaverde y era tan argentino como las otras víctimas.

Sin dudas que el conflicto de Medio Oriente estuvo presente en el accionar de los terroristas. De acuerdo con las investigaciones, la operación criminal se gestó en la embajada de Irán en Buenos Aires y sus principales responsables tienen pedido de captura. También se debe decir que el gobierno nacional ha tenido al respecto una conducta adecuada reclamando por los asesinos, aunque no deja de llamar la atención que países hoy tan vinculados al nuestro -como Venezuela- mantengan “relaciones carnales” con la dictadura teocrática iraní.

También resulta curioso que aliados políticos de los Kirchner reivindiquen al régimen iraní, relativicen el atentado terrorista contra la AMIA y viajen con frecuencia a Teherán para canjear solidaridad por recursos materiales. Lo que provoca más indignación en este tema es que existen más que sospechas sobre la autoría ideológica y material de Irán, responsabilidad que, de alguna manera, los jerarcas chiítas han admitido. Sin embargo, a las dificultades subjetivas de la Justicia internacional para dar con los responsables protegidos por el gobierno de Ahmadinejad -quien, entre otras decisiones, designó ministro de Estado a uno de los principales imputados-, se suma el relativismo moral de dirigentes políticos oficiales que, si bien condenan de la boca para afuera lo sucedido, hacen poco y nada para que se esclarezca el crimen.

Por último, el aniversario es también una ocasión propicia para recordar que el atentado contra la embajada de Israel sigue impune. En este caso no hay indicios, ni pistas, ni sospechas. La propia Corte Suprema de Justicia ha admitido de hecho su impotencia para dar con la verdad. Para nuestra vergüenza como Nación, la impunidad en este caso es absoluta y parecería que todos nos hemos resignado a esta situación.