Los exiliados
Los exiliados
Con estas temperaturas gélidas -y con nuestra consabida falta de acostumbramiento a ellas-, no es fácil encarar para afuera. Hay que ser muy guapo o guapa para encarar el cruel espacio exterior. Pero alguien tiene que hacerlo. ¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!!
TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.
Y cuando hablo de espacio exterior no me refiero estrictamente al obvio, a la calle, a lo que está afuera de tu casa o de tu laburo, sino incluso de una pieza a la otra en tu casa, o salir de la cama que hoy es todo un acontecimiento reservado sólo para suicidas, castigados o gente muy decidida. Y cuando hablo de exiliados, tampoco me refiero sólo a una persona que, discriminado, debe encarar el frío. También puede ser el brazo que sale por debajo de la frazada con el control remoto, o la manito que debe estirarse hasta la luz del velador. Hoy, afuera duele. Cualquier afuera.
Piénsese por ejemplo en el pobre sacrificado de la familia que debe levantarse primero que todos y encarar las primeras tareas de la casa: encender la cafetera o poner la pava, empezar a despertar a los gurises para la escuela, tomar el primer turno de la ducha (porque hay gente que se baña igual) y en fin, ponerse en marcha. Alguien tiene que hacerlo.
Ir a laburar: yo sé el trabajo dignifica, que en lugares muchos más fríos que el nuestro se labura lo mismo, pero habría que encontrarle la vuelta, no sé, como para que las empresas y negocios sean creativos y permitan, mah sí yo lo digo, trabajar desde tu cama, tu casa perdón, y haciendo carpita.
Hoy todo está conectado con todo y bien pueden en mi laburo, por ejemplo, prescindir limpiamente de mí, al menos de mi presencia física, ya que no estamos hablando de Brad Pitt o David Beckham. O sea, les propongo escribir desde mi casa y evitamos todo ese tráfico de gérmenes, toses, bichos y gripes varias que terminan diezmando aún más los planteles de trabajo. Después, alguien tiene que ir a la escuela. ¿Por qué tenemos que ir a la escuela preguntan con irrefutable lógica mis dos hijas? Hay cosas en la vida, hijas, que no tienen respuestas, es mi respuesta, mientras siento la doble mirada reprobatoria de ambas, que se preguntan con razón sobre la salud mental de su progenitor.
Alguien también, debe salir afuera a sacar el amoroso perro de miércoles que quiere hacer pis y caca.
Alguien, incluso, tiene que salir a fumar afuera. Yo, que no fumé en mi vida ni un cigarrillo de zarzaparrilla (la smilax áspera, para los amigos, una plantita cuyo tallo seco los chicos encendían y “fumaban” jugando en mi pueblo) y que estoy totalmente de acuerdo y agradecido con la determinación de no fumar en espacios cerrados, siento hoy cierta tierna compasión por aquellos seres que deben salir de la oficina al patio a fumarse su puchito. También hoy son discriminados, carajo, porque no se les ofrece un refugio aireado -ventilado pero calefaccionado, qué sé yo, hacen tantas cosas, entramos en tiempos electorales, alguien puede anunciar cosas así para el invierno que viene...- acorde con su preferencia y preservando su elección vital.
Piénsese también en la pobre mano derecha (o izquierda para los zurdos) que debe hacer tareas extras, reparaciones fuera del módulo, mientras el resto del cuerpo se queda calentito. O en la cara o en la nariz, condenada a estar toda la vida al aire libre, su especialidad, mientras unos centímetros más lejos de ahí disfrutan de camisetas, remeras, poleras, pulóveres, bufandas, gorros, camperas y los más variados abrigos. También hay discriminación corporal, intracorporal, metacorporal o como quieran designarlo, mecachi.
Y nos vamos. Juro que no queremos irnos a ninguna parte, pero queda claro que alguien tiene que hacerlo. Lo que no entiendo es por qué justo a mí me dan ganas de hacer popó invariablemente a las tres de la mañana, y aun empantuflado, tener que sentarme ahí, es decir allá, en el lejano espacio exterior a esperar que las cosas sucedan. Un día me voy a quedar durito y blanco del frío, como el inodoro, propiamente. Y no voy a poder ir a trabajar hasta septiembre, por lo menos, no sé si les dije.
