¡Bravo, tenore!

Nidya Mondino de Forni

La mayoría de los grandes maestros de canto coinciden en que el secreto de una voz excepcional no reside en ninguna parte. Es un milagro y como tal pertenece a la categoría de lo inefable. A esta categoría pertenece la voz de Luciano Pavarotti, conocido como “el Rey del do agudo”, “el heredero de Caruso”, “el más grande tenor del mundo”... Una fuerza de la naturaleza, poseedor de una voz técnicamente segura, con un timbre especial, inconfundible, único. Agrega a todo ello una gran personalidad que lo hace descollar en los escenarios. Su imagen tranquila, tierna y fuerte al mismo tiempo, y un maravilloso sentido del humor, lo ayudan a cautivar a la gente, haciéndolo agradable a cualquiera. Un hombrón de grandes y cuadradas espaldas, gordo, amante de la pintura, de la cocina emiliana, de los deportes, de los sombreros de “panamá”... Su rostro abierto y cordial, enmarcado por una barba espesa que hace recordar a la de aquellos pioneros de la historia popular que anima a los pueblos. Siempre disponible para actuar en galas benéficas, que responde a cartas y en fechas especiales regala una canción, llevando la lírica al pueblo. Mimado por las casas discográficas. Su colección de canciones napolitanas figura entre los primeros puestos. “O sole mio” es un clásico suyo.

Debuta en su Módena natal con el rol de Rodolfo de “La Bohème” de Puccini, luego en Palermo. Es en Dublín, encarnando al Duque de Mantua de “Rigoletto” de Verdi donde es contratado para una larga gira que supone el despegue internacional. Sobresale su clamoroso debut norteamericano en el Metropolitan Opera, que lo consagra por la proeza de cantar nueve veces do agudos en un aria de “La fille du Régiment” de Donizetti. Entre sus arias favoritas figuran: “Vesti la giubba” de “I Pagliacci” de Leoncavallo; “Che gelida manina” de “La Bohème” de Puccini; “La Donna é mobile” de Rigoletto, de Verdi; “E lucevan le stelle” de “Tosca” de Puccini.

Su repertorio se amplía progresivamente a medida que su carrera se internacionaliza, y a los grandes papeles para tenor lírico agrega otros más dramáticos, como el Radamés de “Aída”, de Verdi; o el príncipe Calaf de “Turandot” de Puccini, en cuya aria “Nessum dorme” derrama un torrente de voz impresionante.

Entre sus grandes éxitos figura también la canción “Caruso”, a la que hace conocer por todo el mundo. Se trata de la canción de Lucio Dalla, boloñés y excepcional clarinetista, tecladista, cantante, compositor, letrista, arreglador y principal músico en todas sus obras. Director, escritor y apasionado del arte contemporáneo. Su estilo poético está fuera de convencionalismos, sin pretensiones de erudición y formalismo. Sólo tiene necesidad de contar y contarse: “Me gusta leer, amo la poética de Leopardi, pero creo que el lenguaje de la canción debe ser independiente. Algunos de mis colegas dicen ser “poetas’ que escriben canciones; yo, por el contrario soy simplemente “uno’ que escribe canciones y espera que el público, además de oír, tenga un corazón y un cerebro”.

Podríamos incluir “Caruso” dentro de las “canciones de autor”, nombre con el que se denomina en Italia, a partir de 1960, la interpretada y compuesta por su propio autor, a quien se identifica desde aquel momento con el nombre de “cantautor”. Tiene sus remotos orígenes en la lírica trovadoresca provenzal, en la poesía de la escuela siciliana, del stil novo y algo de la canción popular napolitana. Rompe con el pasado al eliminar de sus letras expresiones indescifrables para la gente común, narra historias reales y aun donde juega lo imaginario, se trata de un imaginario popular. Desaparece la rigidez del esquema “estrofa-estribillo”; la mujer deja de ser un ideal para adquirir cuerpo y sentimiento, tanto en lo poético como en lo musical; gana en libertad expresiva.

“Caruso” de Lucio Dalla habla de un amor que el tenor Enrico Caruso sintió por una muchacha “de grandes ojos verdes, tan verdes como el mar” en la última etapa de su enfermedad terminal. Recuerda sus noches en América... Finalmente esos ojos tan cercanos y tan auténticos le hacen olvidar sus añoranzas. Se siente feliz, tanto que hasta le pareció grata la muerte.

Vaya a modo de tributo al “enorme” Pavarotti sus primeros versos.

Caruso

Qui dove il mare luccica

e tira forte il vento

su una vecchia terraza

davanti al golfo di Sorrento

un uomo abbraccia una ragazza,

dopo che aveva pianto

poi si schiarisci la voce

e ricomincia il canto

Te voglio bene assai

ma tanto tanto bene sai

é una catena ormai,

che scioglie il sangue dint’e’vene sai.

(Aquí donde el mar brilla

y sopla fuerte el viento

en una vieja terraza

del golfo de Sorrento

un hombre abraza a una muchacha

después de haber llorado

luego se aclara la voz

y vuelve a empezar el canto

Te quiero mucho

pero mucho mucho sabes

es una cadena ya

que derrite la sangre dentro de las venas.

Desde la platea de un teatro imaginario y de pie, lo saludamos con un ¡¡Bravo Tenore!!

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Luciano Pavarotti.

Foto: Archivo El Litoral