El Padre de la Patria descansa en la Catedral de Buenos Aires

Elio C. Reinares

“Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba colocado sobre su pecho. Otro en una mesa, entre dos velas que ardían al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver”.

Así lo describió Félix Frías, testigo presencial de aquel momento histórico. Como el Libertador, en disposición testamentaria, había dispuesto: “4º. Prohibo el que se me haga ningún género de funeral, y desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.

Mariano Balcarce, su hijo político, dispuso que el cadáver fuese embalsamado y preparado para ser transportado a través del océano. Conforme a las reglamentaciones existentes con tal fin, el día 19 de agosto, fue colocado en un cuádruple sarcófago compuesto de dos cajas de plomo, uno de madera de abeto y otra de encina, forrado en paño negro, guarnecido con varillas de metal blanco; en sus costados tiene aldabones también plateados. Sobre la tapa hay una chapa del mismo metal con la inscripción siguiente: “José de San Martín, guerrero de la independencia argentina; Libertador de Chile y del Perú. Nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, provincia de Corrientes, de la República Argentina; falleció el 17 de agosto de 1850, en Boulogne Sur Mer, Pas de Calais, Francia”.

El día 20 de agosto se cumplía su disposición testamentaria, y los restos del Gran Capitán de los Andes fueron conducidos sin pompa alguna a la Catedral de Boloña (Notre Dame de Boulogne), en cuya cripta se le dio lugar de preferencia, hasta tanto fuesen trasladados a Buenos Aires.

El mismo día, la Legación Argentina en Francia comunicó al gobierno de la Confederación el fallecimiento del Libertador, y que sus restos habían quedado depositados en la catedral de Boulogne sur-Mer, hasta “ser trasladados a esa capital, según sus deseos, para que reposen en el suelo de la patria querida”. (Archivo de la Embajada Argentina en París, 30 de agosto de 1860, obra del doctor Otero, tomo IV, pág. 557).

Entre los amigos franceses del general don José de San Martín se contaba monseñor Benoit-Agathón Haffreingue, quien fue el alma mater de la reconstrucción de la basílica de Notre-Dame de Boulogne, que duró cuarenta años. Fue debido a este sacerdote ejemplar que los restos del Gran Capitán quedaron allí hasta el 21 de noviembre de 1861, que fueron trasladados a Brunoy, localidad que dista 35 kilómetros de París para ser depositados junto a los restos de su nietecita María Mercedes.

En 1876, el gobierno nacional se dispone a cumplir la ley de repatriación de los restos del Gran Capitán de los Andes. Y erigir el mausoleo en la capilla de Nuestra Señora de la Paz, de la Catedral Metropolitana. El 19 de abril fue concedida la mencionada capilla, y la comisión realizó un concurso para construir dicho mausoleo. El más joven de los presidentes argentinos, doctor Nicolás Avellaneda, dejó marcado el camino diciendo: “La República no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera” y exhortó al pueblo, en medio de una tremenda crisis económica, a reunir fondos para repatriar los restos del Libertador.

El 25 de febrero de 1878, centenario del nacimiento del general San Martín, entre los homenajes que se le rindieron estaba la bendición de la piedra fundamental del mausoleo del Gran Capitán.

Bajo la Bandera argentina, el 21 de abril de 1880 día anhelado por la gratitud argentina, los restos mortales del general fueron sacados de la tumba de la familia Balcarce, en Brunoy y conducidos a París. Allí fueron depositados en un tren especial y transportados a El Havre. El día 22 de abril, a las 9, zarpó el Villarino, cambiando saludo de 21 cañonazos con la plaza francesa de El Havre rumbo a la Patria.

Del 20 al 22 de mayo entró al puerto de Montevideo el Villarino. El día 21 llegaron a Montevideo el acorazado El Plata y las cañoneras Paraná, Constitución y Bermejo. El día 22 llegaron los acorazados Los Andes y las cañoneras Uruguay y República. Los restos fueron conducidos por una carroza de seis caballos y escoltada por los cadetes argentinos y el señor arzobispo de Montevideo cantó el Tedeum con la presencia del presidente y ministro de la Nación y a partir de entonces se permitió al público desfilar ante el féretro.

Todos los buques de la Escuadra rinden los máximos honores al primero de los argentinos. Don Domingo Faustino Sarmiento en nombre de las fuerzas armadas de la Nación, pronuncia el discurso de recepción de la sagrada reliquia de la patria, los restos mortales del Gran Capitán de los Andes, general Don José de San Martín, de 12 páginas.

El día 29 de mayo se cantó un solemne funeral a las 14; el arzobispo pronunció una oración patriótica y el presidente de la Nación, Nicolás Avellaneda, acompañado por los ministros y altas autoridades, depositó los restos del primer argentino en la tumba no terminada. Como la cámara mortuoria resultó más corta que el ataúd, éste se colocó inclinado, de forma que su cabeza está aproximadamente a la altura de la cabeza de una persona que de pie contempla el mausoleo.

El mismo está levantado con paredes de ladrillos de 30 centímetros; revestido con mármol rosado y en la base con mármol rojo de Francia: sobre su base se encuentran, al frente la estatua representativa de Argentina y a uno y otro costado, las estatuas representativas de Chile y Perú en mármol negro macizo de Bélgica, hermosa obra artística que representa una gran urna sobre la cual están el corvo, el falucho y el capotón de campaña. (El señor Juan Manuel Terrero que vio realizar la obra, así lo describe y lo transmitió en su oportunidad al coronel Bartolomé Descalzo para el Instituto Nacional Sanmartiniano que lo publicó en 1947).

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El Padre de la Patria descansa en la Catedral de Buenos Aires

Mausoleo del Gral. San Martín en la Catedral Metropolitana.

Foto: Archivo El Litoral