Señal de ajuste
Graciosa impostora

“Protagonistas únicos” es el título del nuevo programa que conduce Marley. Entrevistó a la gran diva argentina, Mirtha Legrand.
Foto: Gentileza Telefé
Roberto Maurer
Luego de un primer programa dedicado a Susana Giménez, y alentado por una buena medición de 16.9, el nuevo envío de “Protagonistas únicos” fue un retrato de Mirtha Legrand, que alcanzó sólo la mitad de puntos. El ciclo es conducido por Marley, sin las risotadas vulgares que con exageración han sido utilizadas para tratarlo de bobo por sus enemigos. Y su esmero, esta vez, rozó la devoción.
Si bien el ciclo se inscribiría en el género biográfico, en realidad es un largo reportaje al propio interesado, con algunas imágenes documentales y testimonios de allegados que, fatalmente, se limitan a colocar ofrendas florales al entrevistado: “gran amiga, gran profesional, gran madre”, etc. Es decir que no son consultados aquellos que lo quieren mal, o sea los acreedores, los sirvientes desairados y todos aquellos rencorosos que en los caminos de la vida hayan recibido algún pisotón.
Entonces, la experiencia depende de la franqueza del entrevistado, su buena memoria, su capacidad de autocrítica, su naturalidad emotiva y otras maneras del comportamiento humano que, en el caso de las megaestrellas, serían defectos: no son de carne y hueso y no se rozan con plebeyos en un vagón del Sarmiento.
Sin embargo, salvo que se sea hijo o hija del príncipe Rainiero, alguna vez tuvieron contacto con la vida ordinaria: Mirtha Legrand contó que concurrió con su familia al estreno de “Los martes orquídeas” en el tranvía 86.
Si bien el programa pertenece a la especialidad de las construcciones de monumentos en vida, su respiración no fue totalmente artificial.
AUTOMODELACIÓN
Rubiecita y de ojos claros, Mirtha Legrand nació como ingenua del cine nacional, aunque un camarógrafo de la época había detectado un “costado pícaro” de su personalidad, que, después de las primeras películas, le sirvió para constituirse en una actriz apta para papeles de “graciosa impostora”, como se decía. Sus contemporáneos nunca imaginaron su futuro rol estelar de conductora de televisión y del “quehacer argentino” mismo.
Se la criticó -en especial en tiempos de crisis- por un despliegue de frivolidad que responde al viejo modelo de las estrellas de Hollywood, o “glamour”, un estilo que, en su caso, le pertenece por razones de identidad genética: tiene los mismos derechos que un auto de colección.
También han sido blanco de mentes simplificadoras sus mesas bien servidas, en momentos en que hubo o hay argentinos necesitados de un plato de comida. Son imágenes que la alejarían de las masas, por decirlo de algún modo, y sin embargo es popular: la relación entre los ídolos y el público es compleja. Y Mirtha Legrand durante décadas trabajó laboriosamente en su autoconstrucción como símbolo ante un público que debe ser atendido en todo momento. Eso se llama “deberse al público”, según el arquetipo que nace con Juana de Arco. Mirtha Legrand se debe al público como estrella, esposa y madre, sin fisuras, y en ella pueden reconocerse una tenacidad y fortaleza que atraen, ya no como un auto de colección, sino como una máquina de alta cilindrada.
LA PELICULA
El símbolo entonces, relató a Marley una vida revisada ya en incontables ocasiones, desde su nacimiento en Villa Cañás con un peso de 1,3 kg., por lo que fue llamada “Chiquita”. A los 2 kg ya soñaba con ser famosa, el sueño se concretó y hoy cuenta su vida como una película, una película de Mirtha Legrand, en la cual hubo algunos arrepentimientos. Después de la muerte de su esposo Daniel Tinayre, “volví demasiado pronto a la televisión, y no hay que hacer esas cosas, hice mi duelo en la pantalla y esas cosas no se hacen”. También reconoció que su contracción al trabajo le quitó tiempo a su vida de familia, y habló de los alejamientos de sus hijos Daniel y Marcela, que pudo superar.
Se refirió al secuestro de su sobrina y su marido desaparecido, que reveló hace un mes. Tenía su ciclo en Canal 13, manejado por la Marina, y habló con un capitán que le contestó “no haga nada”. Luego llamó por teléfono al ministro Harguindeguy a quien había conocido en una ocasión. La sobrina sobrevivió, y el esposo jamás apareció. “La familia no habló nunca más de lo sucedido, no por un pacto, fue así, y pusieron un abogado. Yo nunca lo comenté públicamente, para que no se creyera que especulaba”.
EL PASO POR LA HISTORIA
Mirtha Legrand atravesó como personaje público la historia argentina de los últimos 70 años, estuvo prohibida varias veces, pero durante la entrevista fue absolutamente medida en sus observaciones. Conoció a Perón en 1944 (“simpatiquísimo, seductor, afectuoso”) y a Evita, de la cual recuerda “su piel maravillosa”. Vale recordar que en esos tiempos no fue incluida en ninguna lista negra, como otros colegas, que se fotografió del brazo de Apold y que a su marido jamás le faltó celuloide para filmar.
También recordó la entrevista con Isabelita y López Rega cuando cayó en desgracia en los ‘70, en tanto que asegura que nunca entendió la razón que le impidió trabajar durante el alfonsinismo. “Se dijo que mis almuerzos no era adecuados mientras hubiera gente con necesidades, pero el encargado de que no faltara comida era el gobierno”.
Ningún gesto o palabra que revelara rencor. Los símbolos, una vez alcanzado el Olimpo, deben privarse de resentimientos.




