El cordobés más famoso

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Por José Duimovich

“La Mona”, autobiografía de Juan Carlos Jiménez Rufino. Redacción de Jorge Cuadrado. Editorial Raízdedos, Córdoba, 2010.

“Y nosotros los cordobeses cuarteteamos hasta morir, el tunga tunga tunga no lo van a sepultar, el ritmo de cuarteto nunca nunca nunca morirá será siempre inmortal siempre vivirá te lo puedo asegurar” (La Mona).

A Córdoba le hacía falta la palabra de La Mona, un superstar del cuarteto. “Toda mi vida quise ser Tarzán y terminé siendo La Mona. Tendría seis, siete años, y andaba de árbol en árbol, en taparrabos agarrándome de las lianas que hacía con sogas gruesas. Hasta que armé una casita en una horqueta y de allá arriba me mandaba ese grito ¡auaauaaá!, como el de la televisión. Soy Tarzán el dueño del barrio gritaba. Hasta que un día, el Nachacra, un amigo de la cuadra, me dijo desde abajo: “Qué mierda vas a ser Tarzán: con esa cara, vos sos la mona chita’, y casi me baja de un pedradón. De ahí me quedó La Mona”, nos dice Jiménez al comienzo de su libro.

Fueron como sesiones de catarsis las reuniones con el escritor y periodista Jorge Cuadrado, para la realización del libro. Aquí La Mona “no deja secreto sin revelar, en 225 páginas, habla de política, sexo, drogas, hampa, entre otras cosas. Un hombre devorado por el personaje que él creó. Es la historia que él quería contar, como sacarse el pecho y abrir el alma”, señala Cuadrado.

El libro es una suerte de tragicomedia por su forma de narrar los avatares del artista más popular de Córdoba. El desafío fue rescatar el color de su verba, transmitirla a lenguaje escrito y lograr que quien hablara fuese La Mona Jiménez.

Hay momentos fuertes sobre la marginalidad; es que la historia del cuarteto es la historia de la marginalidad, y alguna vez una parte de los cordobeses se avergonzó de ese sonido, pero finalmente el cuarteto impuso su esencia popular.

Se lo lleva en una remera, estampado en una mochila, en una cadenita, en una gorra, en una pulserita, está en un póster, en un llavero, en una calcomanía, en un tatuaje en la piel, donde sea y como sea se lo lleva también en el alma.

Carlos La Mona Jiménez, sería quien al cabo de décadas de bailes y convertido en el cantor abanderado de aquella vieja mística cuartetera, alcanzó una estatura de ídolo popular única, capaz de ser transferida más allá de las fronteras provinciales. Hoy miles de bailarines se reúnen todos los fines de semana en los diversos templos cuarteteros diseminados por la ciudad para dar rienda suelta a un sentimiento, una alegría que se baila. Entonces cuando suena el “tunga tunga”, comienza a girar una rueda mágica, como una espiral que tiene el sello cuartetero, mientras los pies bien contra el suelo van haciendo “chi-qui-cha”.

Testimonio de una historia terrible y a la vez feliz, sonidos de una historia esperanzada. Porque si bien las largas charlas con el escritor y periodista Jorge Cuadrado, están selladas de alguna manera a su espacio y a su tiempo, esta voz y testimonio excede largamente el ámbito en que se hizo y el propósito de su protagonista.

Hay una multiplicidad de sentidos allí, una intensidad que ilumina y arroja enérgicos ecos sobre la época actual, y ofrece la posibilidad de traer al presente esas confesiones y convicciones no sólo como si hubiesen tenido lugar en el pasado sino como si estuvieran teniendo lugar en el presente, apelando a la intimidad y al registro secreto.