Una empresa no tan fácil

Lecciones sobre chinchillas

Es uno de los rubros clásicos de la lista a la que apuntan los emprendedores. Pero muchas experiencias se frustran por mala información o una mirada inexperta sobre el negocio.

Juan Manuel Fernández

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La viabilidad de un proyecto de inversión depende de los números. Pero números hay muchos y si sólo se pone atención a los que resultan alentadores, sin cotejarlos con los amenazantes, se corre el riesgo de emprender una ficción que, en tales condiciones, sólo puede conducir al fracaso.

Las cría de chinchillas es una de las actividades más representativas de confusiones como esta. Si a la hora de lanzarse un emprendedor piensa sólo en que conseguirá u$s30 por cuero o que un sacón clásico llega a valer hasta u$s30.000 se entusiasmará fácilmente. Pero probablemente luego descubra que el costo por cada cuero puede superar los u$s20, o que se necesita un mínimo de 300 animales para tener una producción sustentable; incluso que cada familia de buena genética (4 hembras y 1 macho), condición indispensable para lograr calidad si se quiere acceder a buenos precios, cuesta u$s500. Si se añade que al momento de la venta hay muy pocos compradores, la desilusión se presenta como una conclusión previsible.

Actividad complementaria

“La mayoría mata todo y lo recuerda como una mala experiencia”, sostuvo la ingeniera zootécnica Fabiana Barletta, quien hasta 2004 fue la responsable de monitorear el sector desde la Dirección de Ganadería de la entonces Secretaría de Agricultura de la Nación. A su entender, el cuello de botella se produce en la comercialización, y no tanto en la demanda, ya que el productor es quien tiene que faenar, mandar a curtir y luego llevarlas a subasta pública en Buenos Aires. Además asegura que “hay poco interés en clarificar, porque el negocio es la desinformación” y así la venta de cursos o animales de mala calidad es el recurso de los inescrupulosos. Tampoco hay un patrón de calidad definido y no existe control alguno.

Amalia Drenkard crió chinchillas durante los últimos 20 años, pero tuvo que dejarlo recientemente obligada por la edad. Su criadero, que llegó a ser cabaña, estaba en Colastiné Norte y hasta allí llegaban productores o emprendedores para asesorarse o adquirir genética. “Desde que estoy en este oficio aún no se ha probado que alguien viva únicamente del producido de la venta de pieles de chinchilla”, aseguró a Campolitoral antes de entregar sus últimos animales a un matrimonio que se embarcó en el desafío.

Lo indispensable

Con experiencia de sobra, Amalia desarrolló una lista de “datos objetivos”, una especie de guía práctica para los interesados en ingresar al negocio de la cría.

Primero hay que saber que el emprendimiento “empieza a dejar dinero” a partir de unas 200 madres en producción y logrando vender los cueros a u$s30 en promedio. Por lo general ese valor es el tope y las calidades menores pueden bajar hasta los u$s8.

Lo ideal es iniciarse con pocas familias. Con 4, por ejemplo, se tardará 5 años en llegar a las 200 hembras en producción sin necesidad de invertir en nuevos animales. A ese número de reproductoras hay que multiplicarlo por 2.2, que es el promedio estadístico de gazapos destetados por madre, y entonces se llega a que será necesario contar con 640 jaulas instaladas (el precio de cada una oscila entre $50 y $70). Y como el ambiente es determinante, se debe contar con una superficie cubierta de 100 metros cuadrados con sus respectivos aires acondicionados, ventiladores de techo y extractores.

Para conseguir un buen precio (“los u$s30 por piel son una meta a alcanzar”, dice Amalia) es indispensable un buen manejo del criadero, pero sobre todo saber reconocer el estado de maduración del animal antes de sacrificarlo, su posterior cuereado y estaqueado.

“Este es un oficio como cualquier otro que exige capacitación, tiempo y cierta dosis de paciencia”, aclara la experimentada criadora, quien al mismo tiempo advierte: “si tiene que alquilar, mudarse o construir cuando se tienen más de 100 hembras y no lo tenía previsto, puede llegar a ser un escollo insalvable para proseguir en carrera”.

Lo ideal es iniciarse con pocas familias. Con 4, por ejemplo, se tardará 5 años en llegar a las 200 hembras en producción sin necesidad de invertir en nuevos animales

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Dos décadas. “Desde que estoy en este oficio aún no se ha probado que alguien viva únicamente del producido de la venta de pieles”, aseguró Amalia Drenkard, criadora durante 20 años.

Foto: Juan Manuel Fernández

¿Cuanto?

Para confeccionar una prenda estándar, por ejemplo un sacón, se usan entre 80 y 100 cueros de chinchilla, pero el diseñador necesita tener sobre la mesa alrededor de 1.000 para poder elegir en función del color y alcanzar un producto homogéneo. De ahí surge el elevado valor que alcanzan estas prendas: entre u$s25.000 y u$s30.000.

/// el dato

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Ambiente ideal. Para 200 madres se necesita disponer de 100 metros cuadrados bajo techo y 640 jaulas, incluyendo las de los gazapos.

Foto: Juan Manuel Fernández

Los chinos, también metidos en esto

Argentina quedó como principal productor mundial tras el retroceso de EE.UU. a causa de los elevados costos de producción que tienen en ese país, que orillan los u$s30 por piel. Pero el mercado interno apenas absorbe el 3% de la producción y el resto se exporta a países europeos o asiáticos.

Al igual que con las commodities agrícolas, en los últimos años también hubo un boom para la chinchillas, justamente por la repentina demanda que se desarrolló desde China y Hong Kong. La racha duró un par de años y elevó los precios del promedio histórico de u$s30/35 a u$s70/80 por piel, lo que generó un pico de producción en el país hacia 2008/09 de 120.000 cueros. Por desgracia, la bonanza se cortó hacia mediados de 2009 y ahora la actividad es reducida.

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