Murió Julio César Lallana

Y un día se quedó dormido...

Y un día se quedó dormido...

La foto es del 7 de agosto de 2008, cuando nuestro Diario cumplió los 90 años de vida. Julio Lallana se dio el gusto de decir que era “más viejo que el mismo Diario” y nos hizo reír a todos. Ese día, El Litoral le hizo un homenaje pues su paso no pasó desapercibido por la empresa. Lo flanquean, entre otros, el autor de esta nota, Federico Caputto, María José Lina Pilatti y Gustavo Vittori. Foto: Amancio Alem

 

Enrique Miguel Cruz

... Para siempre, cuando faltaba muy poco para llegar a los 100 años de vida. En silencio, tal como era su forma de vida, sin hacer ruido, tratando de no molestar a nadie, procurando pasar desapercibido pero dejando tras de sí el mérito de haber sido, en lo personal, un jefe de familia admirado por haber compartido casi toda su existencia con el amor de su compañera incomparable, su esposa “Ñata”, y ni qué decir de la devoción paternal que siempre manifestaba por sus hijas, sus yernos y sus amados nietos.

Ése era Julio César Lallana, un lindo viejo chinchudo, pero de un corazón grandote, con el que compartí muchos años en la sección Deportes de El Litoral y muchos más como un gran amigo que siempre disfrutaba de los recuerdos imborrables que su memoria prodigiosa guardaba de las anécdotas del Diario y, fundamentalmente, del básquetbol. Guardo muy fresca su última imagen de aquel mediodía en Gimnasia y Esgrima de 4 de Enero, cuando las grandes figuras que desfilaron por los mejores equipos que yo recuerde, se reunieron para agasajarlo y testimoniarle su reconocimiento, aun cuando en algunas ocasiones fuera un crítico ácido, pero de conducta intachable, pese a su reconocido amor por el club Kimberley.

Desde su juventud, compartió sus horas de trabajo en el Diario, donde permanentemente era consultado por las más altas autoridades del básquetbol provincial, con su otra tarea laboral en el edificio de Correos que funcionaba en 25 de Mayo y Moreno.

En esos años juveniles estableció una fuerte amistad con don Riobó Caputto, e ingresó al diario a fines de la década del ‘30, haciendo sus primeras armas en el periodismo deportivo junto a Roberto López Alfaro, Pablo Emilio Daneri y Ángel José Gutiérrez, entre otros, hasta finalmente ocupar la jefatura de deportes hasta el momento de su jubilación.

Pero aún con esa responsabilidad era uno más entre nosotros, mostrándose siempre dispuesto a ser alguien positivo, simple y generoso, provocando entre quienes llegamos a conocerlo en toda su dimensión una inocultable sonrisa cuando gruñía, se enojaba y se convertía en el viejo chinchudo pero querible, porque detrás de ese rostro se escondía un hombre lleno de virtudes sanas y respetables.

Así transcurrió su vida, dejando gratísimos recuerdos entre quienes tuvimos la satisfacción de considerarnos su amigo. Así era el “Tata”, como lo llamábamos en El Litoral, dejándonos fiel a su costumbre, en silencio, tratando de no molestar a nadie, procurando seguramente que sus hijos y nietos no padezcan en lo más mínimo su alejamiento de este mundo.