NANDO PARRADO

“Mi mayor logro fue haber tenido esos amigos”

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“Todos nuestros pensamientos caían en uno solo: teníamos que sobrevivir”, contó Parrado.

Foto: Flavio Raina

El sobreviviente de la Tragedia de los Andes brindó una conferencia en el Teatro Municipal, durante la que brindó detalles de los 72 días que pasó en la Cordillera y analizó las claves que permitieron el rescate de 16 sobrevivientes.

Florencia Arri

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Voz pesada, ojos claros y entreabiertos. Lo gobierna una calma inmutable que proyecta sus palabras en el tiempo y plasma imágenes en quien lo escucha. En sus labios lleva el peso de quien descendió al infierno, a “un infierno blanco de nieve”, y volvió a vivir tras 72 noches de resistencia, de “seguir respirando”. Con el respeto que merece un héroe -aun cuando reniegue del título-, Fernando “Nando” Parrado inundó de silencio la colmada sala mayor del Teatro Municipal la noche del miércoles, donde mantuvo la atención hipnótica de unas novecientas personas que, durante casi dos horas, palpitaron su relato.

A ojos de Laureano Delarmelina, uno de los veinte jóvenes del grupo Osadía que organizó la conferencia y quien lo presentó al auditorio, “Nando lo pudo todo a pesar de todo”. Lo que encierran esas totalidades es la supervivencia que logró en la Cordillera de los Andes, a 4.500 metros de altura, donde el 13 de octubre de 1972 se estrelló el vuelo 571 de la Fuerza Aérea uruguaya. En él viajaba Parrado junto a los Old Christians, su equipo de rugby, su mamá y su hermana Susana: un total de 45 personas. Tras pasar dos meses atrapado en las montañas, contó que su mente “hizo un click” en dos oportunidades y que emprendió junto a Roberto Canessa un viaje a pie de diez días por las altas cumbres, hasta encontrar rescate. Parrado fue uno de los 16 sobrevivientes -ninguno de ellos tripulante y sólo cinco jugadores del Club Old Christians- del hoy conocido “Milagro de los Andes”. Para él, “sobrevivimos 72 noches y no 72 días en las montañas. Las montañas son horribles de noche, completamente oscuras, no se puede ver ni diez centímetros frente a la cara. Es terriblemente silenciosa, fría y lenta”.

Aliento

“Si respirás, estás vivo”. La frase, que resulta una obviedad en una simple primera lectura, tomó un nuevo significado a cuatro mil quinientos metros de altura para quienes aún podían pronunciarla. “Nando” contó que “en experiencias límite como la que vivimos la mente explota; el pensamiento más profundo, más perfecto y genial era que, si respirabas, estabas vivo. Entonces, había que luchar para no dejar de respirar. Ésa fue nuestra frase: si estás respirando, estás vivo”.

Estas palabras resultaron una especie de arenga que se repetían uno a otro a medida que pasaron los días, signo del milagro en cada uno de los sobrevivientes. Según Parrado, “el primer milagro fue que el avión sufrió tres impactos, ninguno de ellos sobrevivibles para quienes viajábamos en él; pero, de los 45 que estábamos, 29 sobrevivimos a esos tres impactos y 24 lo hicieron sin un sólo rasguño”.

A la hora de explicar por qué vencieron la adversidad, expresó que “hay muchas preguntas que no tienen respuesta. Yo tendría que estar enterrado en un glaciar hace 38 años; pero hoy estoy acá. Todo el mundo tiene sus propios Andes en la vida. En la montaña aprendí que hay preguntas que jamás van a tener respuesta. Al universo no le importa lo que le pasa a cada uno de nosotros: pase lo que nos pase, mañana va a salir el sol, después vendrá el día y la noche. A nosotros nos pasó eso, atrapados, deprimidos, muertos de miedo, continuaron pasando los días”.

Hacer un click

En pos de buscar razones, Parrado contó que su intención no fue volverse un héroe, sino “seguir respirando, volver a mi padre. En situaciones límite uno tiende a hacer cosas que jamás pensó que podía y hace un click, son momentos absolutamente únicos”.

El primero de esos momentos que vivió en la montaña fue que el fuselaje en que los sobrevivientes se refugiaban del frío fuese sacudido por una avalancha que, a sólo dos semanas y media del accidente, provocó la muerte de la mitad de ellos. Atrapado por la nieve junto a sus compañeros, sentado y mojado en la oscuridad, “todos nuestros pensamientos caían en uno solo: teníamos que sobrevivir. Pensé: “Yo no me voy a morir acá, no sentado. Voy a morir luchando con esta montaña; me quiero ir’”.

Días después, ante el primer rayo de sol del alba comenzó a caminar en busca de la civilización y el rescate junto a Roberto Canessa. “Escalamos la montaña, a unos 6 mil metros de altura. Subimos con esfuerzo y llegamos arriba. Pero no vimos vegetación ni cabañas, era una falsa cima. Pensé que había llegado, pero no veía todo; desde allí sólo se veían más montañas. Cada vez que encuentro una cosa difícil en mi vida, me acuerdo y me digo a mí mismo que es una falsa cima. Tuvimos tres de ésas, tres falsas cimas, y ya no podía más, pero Roberto me decía: “¿Estás respirando? Dale, vamos’. Ése fue otro click: decidí que cada paso me iba a acercar a mi padre aun cuando fuera el último. Pensé: “No voy a llegar, pero lo voy a intentar, no voy a parar hasta que me muera’. Fueron 30 ó 40 segundos, pero ninguna otra decisión que tomé en mi vida puede compararse con ésa”.

Esencia

Más allá del detalle, del relato minucioso que Fernando hizo en la conferencia, su análisis fue que “en situaciones extremas es la vida o muerte de cada uno lo que se decide en 15 segundos. Cuando eso pasa, uno se eleva a lo mejor que tiene como ser humano o desciende a lo peor, a su esencia. Uno se enfrenta a condiciones de verdad realmente impresionantes en las que va a tener que rasgar, sacar esa delgada capa de barniz que todos tenemos de ser civilizados y se va a enfrentar a cosas que jamás pensó que tendría que hacer para sobrevivir. Y es allí también cuando desciende a lo que tiene adentro.

“Sobrevivimos gracias al amor, a la amistad. Muchas veces nos preguntamos con mis amigos: “¿Por qué sobrevivimos, si no teníamos experiencia en la nieve ni en supervivencia?’. Y después de hablar con grandes empresas, en las mejores universidades del mundo, leo lo que escriben los grandes académicos y concluyo en que algo debemos haber hecho bien. Sobrevivimos porque logramos la excelencia absoluta en todas esas cosas que después aprendimos en términos como liderazgo, toma de decisiones y motivación. En todas esas cosas fuimos perfectos y las unimos en una ecuación fantástica que nos permitió llegar a ese resultado también fantástico que es la vida. Mi mayor logro fue haber tenido esos amigos. Aprendí que lo más importante del mundo son la familia y los afectos. Me gustan las cosas materiales más que a nadie, tener dos autos y una buena casa, viajar en primera clase; pero jamás voy a hipotecar mi familia para lograr eso. Hay que disfrutar cada día, nadie sabe lo que va a pasar mañana”.


Atrapados en la roca

En días en que la historia de 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad en un yacimiento del norte del Chile concentra la atención del mundo, la consulta a Parrado, sobreviviente de una situación similar, resultó una referencia obligada. “Nando” afirmó que “se puede hacer un paralelo entre ambas situaciones, nosotros estábamos atrapados en la nieve y ellos están atrapados en la roca”. Sin embargo, expresó que ambas “son también muy diferentes. Nosotros todo lo que teníamos eran trozos de vidrio de una botella y un encendedor. No sabíamos dónde estábamos, ni si llegaría el rescate. Ellos fueron encontrados y el rescate está en marcha”. Precavido respecto de sus declaraciones, manifestó con respeto que “lo más importante es que pudieron llegar al grupo con sondas y hacerles llegar alimento. Los momentos más difíciles ya pasaron, fueron los primeros 17 días. Hoy, por medio de las cámaras están en contacto con sus seres queridos, con sus familias, y eso les dará la fortaleza para enfrentar el tiempo y las situaciones que tienen por delante”.