Lisandro Aristimuño en el Centro Cultural Provincial

Cronista del viento

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El cantautor escoltado por parte de sus efectos; al fondo se divisa el rostro de su hermana, la percusionista Rocío Aristimuño.

Foto: Flavio Raina

Ignacio Andrés Amarillo

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Imaginemos por un momento un peculiar cantautor, cuyas letras recuerden por momentos el bucolismo patagónico de las películas de Carlos Sorín, y sus melodías estén atrapadas entre las rítmicas del folclore nacional y la exploración sonora propia de la gran ciudad. Bueno, esa figura existe: en el camino entre la Viedma de sol y río de su infancia y la cibernética Buenos Aires de su presente, se mueve Lisandro Aristimuño, con sus guitarras que no por su confección acústica están menos procesadas.

Apenas pasadas las 21.30, hora de la convocatoria, se levantó el telón para que surja el peculiar artista, con sus pocas palabras (“No soy de mucho de hablar así, pero tocando por ahí puedo hablar un poco más”) y su look de jean ajustado, remera de cuello ancho, saquito patchwork, sombrero y anteojos.

Los Azules Turquesas son una banda peculiar: organizados en torno a lo que Aristimuño genera desde su voz y su guitarra, tienen una estructura que trasciende a la backing band convencional. Así se nuclean Carli Arístide (guitarra, ronroco y coros), Rocío Aristimuño (percusiones autóctonas y domésticas, coros, zapateo y palmas flamencas, tal vez uno de los miembros clave del grupo), Leila Cherro (cello y coros), Martín Casado (batería, coros, percusión y glockenspiel) y el otrora tecladista de Fito Páez y Luis Alberto Spinetta, Claudio Cardone.

De la mano de ellos, el compositor se permite un juego donde “la canción” (un formato de balada tradicional, supongamos) a veces se amiga y a veces confronta con un formato rítmico (desde uno bien folclórico al beat más electrónico), con la posibilidad de interrumpir el tema en un viaje experimental o de intertextualidades para luego volver al punto de partida, o no, o empezar al revés. La clave es la yuxtaposición de cosas simples: un arpegio, una melodía vocal que se descuelga sobre él, las guitarras de Arístide sumando colores, y de ese modo se va construyendo una arquitectura que lo distingue en el panorama musical argentino.

Desnudar la canción

Una antigua voz patagónica hablando del viento fue el complemento de “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, primera de las canciones de “Crónicas del viento” en el programa. Luego de pasar por “Para vestirte hoy”, pasó por las nuevas “ABC”, con su ritmo con aire de cueca, el valseado “Green Lover” y “Azúcar del Estero” y su aire de malambo.

Siguiendo con la diversidad del nuevo material, pasaron “Nada de nada”, con su su arpegio de cello y las guitarras con delay (casi pareciendo ballenas llamándose), y “Perdón”, experimental y con guitarras con cierto sabor a David Gilmour, terminando en un arreglo a cinco voces a capella.

Una voz ancestral indicó el comienzo de “La última prosa”, y un beat característico le dio inicio a la bella “Tu nombre y el mío”, con su ya habitual intervalo reggae (que incluye “Get up, stand up” de Bob Marley). Ese bloque de temas viejos cerró con “El plástico de tu perfume”.

Volviendo a lo nuevo, Lisandro presentó “Puente”, tal vez una de las mejores canciones de “Crónicas del viento”, diciendo que habla de Viedma y Patagones, la región donde se crió. Abriendo con el glockenspiel tocado en una melodía de caja de música, es una pequeña canción que remata en explosiones corales (“¿Dónde esta tu perdón?/ ¿Dónde está tu canción?”).

Iluminado

Cayó el telón sobre los aplausos, pero, al rato, y antes de que subiera de nuevo, comenzaron a oírse el taconeo (con eco, por supuesto) y las palmas de la bailaora Rocío, que marcan el inicio de “39º”. A continuación siguieron dos clásicos de Lisandro: “Luz divina” y “Me hice cargo de tu luz”, dedicada por el solista a la rama santafesina de la familia de su mujer (Luz Mercedes Giménez, la culpable de que haya tanta “luz” en las letras del autor).

“Anochecer”, con su ritmo carnavaleado y sus colores del altiplano, “Blue” y su tinte a bossa nova antecedieron a “¿Y vos dónde estás?”. “Se trata de estar mejor, con más alegría y con más ganas, ése es el mensaje”, fueron las últimas palabras, antes de tocar “Hoy” y amagar con la despedida.

El adiós

Para la vuelta final quedó un “enganchado patagónico”, entre “Desprender del sur” y “Plug del sur”, para cerrar con “Canción de amor”. Sobre esta última se fueron despidiendo por tandas los Azules Turquesas, quedando Aristimuño en escena, voz guitarra y loop, sobre el que grabó arreglos que siguieron sonando una vez que cayó definitivamente el telón y se encendieron las luces.