CACHO CASTAÑA

Traficante de ilusiones

La voz en off de Mario Pergolini pintó la escena que se vivió anoche, cuando su voz porteña conquistó aplausos y piropos de “señoras sobre todo, señoritas y algunos señores” en la Sala Mayor del Centro Cultural ATE Casa España. Allí recorrió lo mejor de su cancionero y presentó “Más atorrante que nunca”, que da nombre a su último Cd.

Traficante de ilusiones

Cacho erizó la piel de hombres y mujeres de todas las edades al cantar veinticuatro temas.

Foto: Amancio Alem

 

Florencia Arri

[email protected]

A paso lento, de traje negro y enlazado en su clásica chalina blanca, Cacho Castaña subió anoche al escenario de la Sala Mayor de ATE Casa España como la última vez. Desde las 21.40 y por una hora y media, comprobó a fuerza de canciones lo que simboliza en sus manos: que su micrófono de oro propaga una voz mítica del cancionero popular argentino, que sus temas conservan el aura de la pluma que les dio vida al ser pronunciados en sus labios y que, aún a sus 68 años, Cacho despierta la libido femenina como un auténtico guapo argentino.

Palabras más, detalles menos, eso fue lo que se vivió en su show, y lo que despertó extensas ovaciones de la gente. Sucedió que una lluvia de aplausos se abatió sobre el cantante al inicio y broche de cada tema, incluso ante el estreno de “Más atorrante que nunca” -que da nombre a su próximo disco- y el único que la gente no cantó. El resto resonó sobre un murmullo cuidadoso por no tapar la voz de Cacho y unir cada palabra a su voz.

A flor de piel

Suele decirse que las canciones son sólo eso, canciones, que alguien siente, piensa y traza en palabras y música. Su verdadera carga llega con el tiempo, cuando los oídos las colman de momentos, de recuerdos, de la propia nostalgia o la risa. Con el aval de momentos vividos junto a más de dos mil quinientas composiciones, anoche Cacho erizó la piel de hombres de y mujeres de todas las edades al cantar sólo veinticuatro.

Tal como en cada show, -quizás “por esa puta costumbre”- se presentó con “Cacho de Buenos Aires” y, tras un breve saludo, recordó que su primera novia fue santafesina e inició el juego de seducción que despliega sobre cada escenario. Haciéndose paso entre piropos y propuestas -todas, indecentes-, cantó “Voy camino a los cincuenta”, “Qué tango hay que cantar” y “Café La Humedad”, y bajo un haz de luz evocó la calle porteña, la nostalgia de arrabal. Pero la emoción fue mucha -los aplausos no esperaron al silencio y opacaron a la orquesta- y debió salir de escena durante dos temas. Dejó a su orquesta a cargo y a una virtuosa pareja de tango compuesta por Leonardo y Lorena.

Al volver sobre las tablas, regresaron también los insistentes halagos, que el mismo Cacho frenó con un “no sé que decir, nunca sabés que decir cuando te dicen estas cosas”, y ante un reclamo de más canciones se quejó bromista “no contesto más, no me dejan cantar”. Sonrisa de por medio, la respuesta se cumplió en promesa y fue cumplida, ya que Cacho no festejó más los contundentes halagos.

La escena evocó nostalgia y en su voz eligió cantar “Naranjo en flor”, un tango “que no pude componer, no me dieron las neuronas para tanto -dijo entre risas-, y que voy a cantar porque le gustaba a mi mamá y me gusta también a mí”. Le siguieron otros dos homenajes, con golpes fuertes a la emoción: “Garganta con arena”, al Polaco Goyeneche y “La Gata”, a Adriana Varela.

Tras los aplausos, Cacho le cedió el escenario a Mónica Romano, la voz arrabalera que lo acompaña en su último disco -que saldrá a la venta en diez días-. Exhuberante, y con una sensualidad de gala que dejaba asomar sus piernas por un extenso tajo, Mónica cantó “Malena” y, junto a Cacho, “Pasional”, “Alma, corazón y vida” y “Por amor a vos”.

Cuando el arrabal dio paso al romanticismo, Cacho redobló la apuesta con “Y apareciste tú” y su estreno, “Más atorrante que nunca” que fue aplaudida, a pesar de su marcada letra machista.

Clímax

Cacho salió otra vez, con muestras de cansancio, y la pareja de danza bailó una notable versión instrumental de “Oblivion”. El reloj marcaba la hora y media de espectáculo y el juego de deseo que entabló con sus seguidoras se acercaba al clímax. Fue entonces cuando lo hizo estallar con “Ojalá que no puedas” y una emotiva interpretación de “Septiembre del ‘88”.

Su falsa retirada volvió con una seguidilla de éxitos para bailar “Quieren matar al ladrón”, “Señora si usted supiera” y “La reina de la bailanta”. Para entonces el pudor había abandonado la sala y chicas de todas las edades corrían a pies del escenario para bailar entre el tumulto al punto de hacer temblar el piso.

Después de los aplausos, el saludo y declaraciones de amor entrecortadas por un telón que se cerró con prisa, la euforia dio paso a la calma y a la emoción de haber visto en vivo a este ícono de la canción argentina, de comprobar que él también es de carne y hueso.

Sobre las tablas, aún vibrantes, sobrevolaba la letra de este traficante de ilusiones, reconocido galán argentino: “Yo que soy apenas lo que puedo y no he sido en esta vida todavía lo que quiero”.