Señal de ajuste

Caín y Abel frente al caño

 
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Joaquín Furriel es uno de los protagonistas del nuevo programa de Telefé.

Foto: Télam

Roberto Maurer

Los últimos movimientos de Marcelo Tinelli han llevado a la televisión argentina a un tembladeral. Ante el aprovechamiento abusivo de su mercadería por todos los canales, reaccionó creando “Este es el show”, una segunda marca en la cual se encuentran los subproductos de su exitoso “Bailando”, en formato diario y vespertino. Y empezó a ganar en un horario esquivo al 13, provocando un estado de pánico que se materializó en corridas de horario de diversos programas. Hasta Mirtha Legrand adelanta el suyo: es como si la pirámide de Keops u otro un monumento histórico se trasladara para dejar espacio a un supermercado.

Desacostumbrado a la derrota, Telefé comenzó a expulsar a altos funcionarios, incluyendo al productor ejecutivo de Susana Giménez, y se ha llegado a hablar del pase de Pergolini al 13, por propia sugerencia de Marcelo Tinelli, su peor enemigo. A “Vértigo” se lo considera terminado, y a la semana de su estreno, “Alto juego” ya cambió de día. Tanta conmoción ha sido provocada por la aparición de inofensivos y simpáticos personajes como Coqui y la Mole Moly. Para colmo, está volviendo el baile del caño.

Mientras el monstruo descansa

En este contexto dramático, Telefé estrenó “Caín & Abel”, un proyecto ambicioso que no podía arriesgar su debut confrontando con Tinelli, de manera que comenzó la noche en que el monstruo descansa, en perjuicio de “Lo que el tiempo nos dejó”, un producto serio que, con el adelanto de un día, perdió estrepitosamente frente a la renuncia de la Mole Moly.

Además, “Caín & Abel” se estrenó en el marco de una crisis del género. “Botineras” zafó apenas por un oportuno cambio de rumbo, pero fracasaron sin remedio “Alguien que me quiera” y “Secretos de amor”, de la cual emigró Arturo Puig, a cuyo personaje hicieron girar inesperadamente al sadismo para levantar el rating. Descontento, Puig pidió que lo mataran para poder irse, y así fue como los guionistas lo liquidaron a tiros. Por su parte Soledad Silveyra no cesa de expresar su descontento por su participación en esta tira del golpeado Telefé que producen Villarruel y Llorente, justamente los responsables de “Caín & Abel”, a cuyo elenco la actriz envió un mensaje de aliento: “Deseo que mis compañeros de la noche no vivan la arbitrariedad que yo he vivido”. Soledad Silveyra y Andrea del Boca, otra quejosa, deberían empezar a aceptar que le ha llegado el momento de presentarse en Anses: el público quiere ver parejas jóvenes y fogosas.

Un mundo de malas acciones

Ya que para recuperar audiencia cuando el rating cae en mitad de una tira se recurre bruscamente a delitos previstos por el Código Penal, “Caín y Abel” se curó en salud: inmediatamente de los títulos sobreimpresos con una lista de malas acciones que desfilan en la pantalla en medio de llamaradas horribles que sólo nos remiten al infierno, empezó con una escena de tortura. En el primer capítulo se registraron, además, dos asesinatos, un intento de suicidio, un coito y una probable masturbación inspirada en una prima, si se trata de citar elementos que suelen atraer al televidente, a quien si le muestran una primera comunión cambia de canal, salvo que sea un oficio del padre Grassi.

Existen los Vedia, un clan familiar encabezado por el jefe de una corporación mafiosa de la construcción (Luis Brandoni) y su reservada esposa (Virginia Lago), con cinco hijos que incluyen a los hermanos bíblicos, aquí llamados Agustín y Simón (Joaquín Furriel y Fabián Vena), que originariamente se enfrentaron por el amor de Valentina (Vanesa González). A través de flashbacks, conoceremos esta historia. Era la novia de Simón y empleada de la empresa, hasta que un día Agustín le dice: “Podemos seguir hablando y trabajando, o hacer lo que hace tiempo queremos hacer”, el equivalente de aquel viejo “¿qué hacemos, c... o tomamos mate?”. Un día, Simón llega imprevistamente al departamento de Valentina, está Agustín y ella se cepilla los dientes, la prueba última de toda intimidad. Agustín apela a una respuesta gastada:

-Dejame que te explique- se excusa.

Simón intenta suicidarse, lo encierran en una casa de salud y Agustín emigra. La tira empieza el día en que Simón, ya recuperado, se está por casar con Pilar (“es un ángel que apareció en el momento justo”), y regresa Agustín, con quien se abraza, reconciliado.

En tanto, ya empezaron a desarrollarse acontecimientos misteriosos en la empresa, una fortaleza que, como se oye decir, “es una especie de sucursal del Pentágono”.

En el primer envío, algo confuso por la cantidad de personajes, no hubo lagunas emocionales: fue intenso, con un elenco selecto de actores de buenos recursos, o al menos profesionales apasionados (los protagonistas se destacaron en los exitosos “Montecristo” y “Resistiré”. Esa primera noche, de todos modos, “Caín & Abel” perdió con “Para vestir santos”. Y desde el día siguiente, mientras estas líneas se escriben, deberá competir con el baile del caño.