La infancia como construcción social
Prof. Perla del Carmen Marelli (*).
El 27 de septiembre de 1990 se sancionó en la República Argentina la Ley 23.849 dando a la Convención Internacional de los Derechos del Niño de 1989 el carácter de ley nacional. A partir de la reforma de la Constitución Nacional efectuada en 1994, junto a otros tratados internacionales, los Derechos del Niño pasaron a tener jerarquía constitucional. Aparece jurídicamente una nueva concepción de la niñez.
Por primera vez, los niños y niñas son considerados no sólo objeto de protecciones especiales por parte de los adultos y del Estado, sino sujetos de un conjunto de derechos civiles y políticos que los equiparan a la condición de ciudadanos.
La Convención les otorga a los niños un lugar protagónico como partícipes activos en su propio desarrollo, el de sus familias y el de su comunidad. En octubre de 2005 fue promulgada y sancionada en el Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
Sin embargo, es necesario comprender que, para que esto pueda plasmarse en la realidad, debe producirse una profunda transformación social y cultural.
La infancia es una construcción social que en cada tiempo histórico adoptó características específicas. Los niños fueron concebidos, recibidos, tratados, institucionalizados, acompañados de modos distintos según las épocas. Hubo así muchas infancias a lo largo del tiempo.
Como producción subjetiva, la infancia no se da sin el encuentro con “otros” significativos; como construcción social, lleva las marcas y las firmas de las instituciones por las que se empieza a transitar el pasaje del universo de lo privado-familiar a lo público-social.
En la escuela, en el aula, la infancia transcurre y se hace, se la vive, y poco a poco, adopta otros nombres sin desaparecer nunca del todo.
La infancia es una construcción social e histórica, en cuyo análisis es posible leer la configuración de la sociedad contemporánea, pero también los deseos de transformación de ésta a partir de nuevas formas de lazo social entre generaciones.
Es así que la infancia se instala como tema de formación docente, poniendo de manifiesto el hecho de que en todo proceso educativo se produce el encuentro de una generación adulta con una generación de niños, que la escolaridad supone un trabajo cultural, que se produce durante un tiempo de infancia.
Hoy la escuela se enfrenta con ciertas problemáticas ligadas con la niñez e interpelan a la cultura escolar: (diversidad, tipos de crianzas familiares, lenguajes, valores, entre otros), problemáticas sociales y culturales relacionadas con el trabajo infantil y la pobreza, problemáticas relacionadas con la conflictividad escolar (violencia, etc.)
Debemos preguntarnos entonces: ¿cómo configurar una nueva mirada pedagógica de la infancia? ¿En qué valores habremos de fundar hoy una educación más justa y equitativa en este contexto y para estas generaciones que se nos presentan en la escuela?
Tendría que comenzar a ser una mirada constructora de futuros, que potencie tanto las demandas, como las autocríticas, la imaginación pedagógica y la toma de decisiones relacionadas con el cuidado “del otro”, que permita abrir puertas a tiempos justos y dignos para estas nuevas generaciones.
“Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones” (“El Principito”, A. De Saint-Exúpery).
Bibliografía:
Sandra Carli: “De la Familia a la Escuela: Infancia, socialización y subjetividad”. Ed. Santillana.
Lic Isabelino A. Siede: “Democracia, educación en valores y desafíos de la época” (Artículo).
Valeria M Gómez y Mauricio H Gómez: “Con mirada de niño. El derecho a tener derechos”. Ed: Estelar.
(*) Lic: en Gestión para la Educación Inicial. Directora Jardín de Infantes Nº 224 Mons. Antonio Rodríguez.




