Bicentenario santotomesino

Crónica del paso de Belgrano en 1810

Hace 200 años, uno de los revolucionarios de Mayo más decididos descansó en Santo Tomé, a la sombra de un algarrobo todavía en pie, para continuar luego con la campaña emancipadora.

Ariel Durán-Sergio Ferrer

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Los doscientos años del arribo de Manuel Belgrano a Santo Tomé debieran tomarse como un bicentenario bien santotomesino. Por este hecho se empezó a ubicar geográficamente a este paraje, que por entonces era apenas un caserío que servía de posta en viajes hacia Santa Fe o La Bajada de Paraná. Esta visión la resalta el prof. Ernesto Grenón, quien considera a la del General Belgrano “como una visita muy particular”.

Este año, en el que se han realizado muchos actos ligados al Bicentenario de la Revolución de Mayo, no está de más dimensionar en forma apropiada aquella breve estadía, que se dio en plena campaña emancipadora y que tuvo como protagonista a uno de los miembros más ilustres de la Primera Junta, primer órgano de gobierno patrio y poder ejecutivo emergente del Cabildo Abierto del 25 de Mayo de 1810.

“Desde hace años hemos escrito incontables líneas sobre este hecho y sobre la necesidad de valorarlo de manera cabal; hoy en día celebramos que se le esté prestando mayor atención, porque no es un dato menor que aquel general que luego nos legara la enseña nacional, haya pasado con su ejército y haya contemplado el río Salado, pensando, tal vez, en la ardua tarea que le esperaba”, reflexiona Grenón. Muchas veces prefiere recordarlo a través de los relatos de uno de los historiadores que más se preocupó por investigar esa jornada, Andrés Roverano. “Este nos cuenta, que el 1º de octubre de 1810 Belgrano llegó con las últimas luces del día, mientras que enfrente, la pequeña ciudad de Santa Fe parecía ajena al dispositivo militar que aquí se verificaba y que era vigilado celosamente por el futuro Padre de la Bandera”, señala Grenón.

Aquel viejo testigo

“Gracias a Roverano sabemos que finalizada la operación de este lado, el general vadeó el río, mientras en la otra orilla, las autoridades de Santa Fe -con el teniente gobernador Manuel Ruiz a la cabeza-, junto a un grupo decidido de vecinos, lo esperaban para ofrendar la adhesión del pueblo santafesino, la que se concretaría en algunos hombres, recursos y animales, con los que engrosó su tropa”, agrega Grenón. “Por medio de la tradición oral, sabemos también que el viejo algarrobo, ubicado en el camping municipal, fue el que posibilitó el descanso de las largas horas de trajinar por aquellos senderos polvorientos de montes y chilcales”, describe después, sumándose a la hipótesis avalada en 2005 por el entonces presidente del Instituto Belgraniano de Santo Tomé, Ruberto Colombero, quien sostuvo que hay muchas posibilidades de que el algarrobo de hoy sea el histórico, porque es muy antiguo y su existencia se pierde en la memoria.

“El Paso de Santo Tomé, formado junto al río, se brindaba en forma generosa como puerta de llegada a Santa Fe, lo que lo confirmaría como testigo de hechos relevantes dentro de la cronología; en este caso, posibilitó que el llamado Ejército Libertador lograra tomarse un descanso junto al río y que su comandante pudiera adoptar la medidas para atravesarlo, yendo por los sitios menos profundos”, añade Grenón. Si bien se trataba de un contingente no muy numeroso, Grenón destaca “que el bullicio conmovió la tranquilidad del puñado de casas, porque no eran muy frecuentes situaciones como éstas, aunque luego se habituarían a ver tropas o enfrentamientos.

Cuando Belgrano pasó a Entre Ríos, una parte de sus soldados hizo campamento en Santo Tomé hasta el 9 de octubre de 1810, bajo las órdenes de Juan Ramón Balcarce, a la espera del armamento que debía llegar desde Rosario.

Crónica del paso de Belgrano en 1810

ilustración: lucas cejas

El tratado de 1816

En 1810, Manuel Belgrano llegó a El Paso de Santo Tomé como líder de la vanguardia revolucionaria y para sumar adhesiones a la Gesta de Mayo. Sin embargo, por algo ocurrido pocos años más tarde no podrá recordar tan bien a Santo Tomé, porque aquí se pidió expresamente, a través del Tratado de Paz de 1816 -realizado en la vieja estanzuela- su alejamiento al frente del Ejército de Observación, condición impuesta para la firma del mismo. Este acuerdo sirvió para frenar la cadena de enfrentamientos entre Buenos Aires y el Litoral, que defendía su autonomía. Este pacto generó, a la vez, el retiro de Belgrano al frente de la agrupación militar. Por suerte, con el paso del tiempo, el insigne General empezó a ser reconocido en esta ciudad, que quiso recordarlo a través de una vecinal (que llevaba su nombre, pero ya no existe), un barrio (espacio de la actual Vecinal 7 de Marzo), una plaza, una calle, un pasaje (el 20 de Junio) y por lo menos dos instituciones deportivas (Defensores de Belgrano y Belgrano Juniors).