Aprendizajes

El viernes, a las 18, en el Instituto Superior del Profesorado Normal, habrá un recital didáctico para futuros docentes, docentes y adultos con intercambio de experiencias: narración oral y salud, educación, promoción sociocultural y lectura con narradores de diferentes países.

También, de 9 a 13 y de 14 a 18, y el sábado, de 9.30 a 13.30, el mexicano Armando Trejo Márquez dictará el taller internacional básico de narración oral “Contar cuentos, comunicación oral y lectura”. Será en el Foro Cultural Universitario (9 de Julio 2150).

El sábado, de 14.30 a 19.30, y el domingo, de 9 a 15, tendrá lugar el taller internacional de perfeccionamiento de narración oral escénica “Contar cuentos, comunicación oral y lectura”, también a cargo de Trejo Márquez y en el Foro Cultural Universitario.

El domingo, de 16 a 19, y el lunes, de 10 a 13.30 y de 14.30 a 19, en el Teatro de la Abadía (Estanislao Zeballos 3074), se ofrecerá el taller de perfeccionamiento “Palabras y cuerpos: universos en diálogos de sentidos”, dictado por Pedro Mario López Delgado (Cuba/Colombia) y Henry Ibargüen Murillo.

El domingo, de 9.30 a 13.30, tendrá lugar el taller de perfeccionamiento “Danzas y ritmos afrodescendientes: la estética de los cuerpos en movimiento”, a cargo de Henry Ibargüen Murillo (Colombia).

/// análisis

A capa y espada, por la magia

Marcela Sabio

Dicen que el mejor momento para escuchar cuentos es la noche, porque las hogueras encienden la memoria y la luna, la magia que teje y desteje la existencia. Y aunque sabemos que ese satélite es una esfera gris y árida, prefiero, preferimos -creo- guardar un espacio para la duda, para imaginar que siempre habrá algún costado sin explorar, que nadie pisará jamás, y que así deberá permanecer: sin develar. Pues ése es el reaseguro para el misterio, la imaginación, el asombro y la maravilla. Como el abuelo de un amigo que, en el momento en que televisaban el primer alunizaje, allá por julio de 1969, indignado con aquello que consideró un falaz atentado contra la ilusión y la poesía, salió a la noche, y en medio de su plantación de arroz y mirando aquella “su luna”, gritó a voz en cuello: “¡¡¡Es mentira!!!... ¡Es mentira!... ¿Ven? Allí no hay ningún hombre, ni nave, ni nada... Eso gris y opaco que muestran por el aparato jamás puede ser esta luna”.

Y siento que socialmente es cada vez más necesaria esa resistencia y resiliencia: la del anciano, la nuestra, la de todos, reuniéndonos para renovar el rito y la magia de escuchar cuentos, que siempre y de algún modo hablan de nosotros, de nuestras emociones, de la ternura, de los dolores, dudas y esperanzas, para contar y contar-nos, para no olvidarnos y que no nos olviden.

Porque, al narrar a viva voz y con todo el cuerpo, dándole carnadura y emoción, comprometiendo la vida en esas palabras que se comparten con otros, asistimos al vital y transformador reencantamiento de la cotidianeidad: atravesando las barreras de lo obvio, para entrar en un espacio-tiempo otro, donde en quince minutos pueden revivirse siglos y siglos de la historia, donde una mirada puede llegar a los confines de los mares o del alma, donde la imaginación moldea la realidad, y donde la realidad es sólo uno, o seis, o treinta, o mil y un relatos de la misma, tantos como seres humanos haya, tejiéndola, en ese telar en donde cada quien entrama sus sueños, junto con los demás.

No hay ni habrá edad para los cuentos porque, como el juego, hacen a la trascendencia de la especie humana y constituyen un permanente ensayo para la vida. Quien acuerde conmigo seguramente sigue creyendo como yo, o como el anciano que cree en “su luna”, que la magia es posible, que los sueños son posibles y que debemos defenderlos “a capa y espada”, a voz y palabra, y que, si la magia y los sueños son posibles, un mundo mejor también lo es. Porque narrar con otros fue desde los principios del hombre, es y será, siempre, un acto de comunión y amor, un acto de despojamiento y generosidad en donde, al contar, festejamos popularmente, renovándonos en el conocimiento milenario que vibra en cada historia, perpetuando lo efímero de nuestra existencia relatando cada paso por este mundo, y hasta adelantándonos a la ciencia inventando, quizá, una nave con la que llegar ahora a Marte, pero sin que nos saquen la libertad de elegir ver a ese planeta, cada noche, como la estrella más roja de nuestro firmamento.

Y porque contar con usted, con vos, con todos, siempre es motivo de festejo. ¡Que comiencen los cuentos!