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“Poéticas y políticas del destierro”

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“Paisagem no Rio de Janeiro” (1846), de Johann Moritz Rugendas.

“La generación de los escritores románticos, concebidos en tiempos de la Revolución de Mayo y hombres activos durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), padeció los rigores del destierro. Ni unitarios como la generación de sus padres -que tuvo que preceder a ésta en el exilio-, ni federales como su época, pensaron el país desde un lugar incómodo por su excentricidad ideológica y geográfica”. Así se abre el voluminoso ensayo de Adriana Amante, Poéticas y políticas del destierro, en el que estudia a los exiliados argentinos en Brasil durante la época de Rosas.

Mientras conocemos con exhaustividad los avatares y la producción de los escritores románticos argentinos desterrados por aquellos días en Uruguay y Chile, donde la misma lengua facilitó la adaptación y divulgación de sus escritos para el posterior estudio histórico, faltaba esta investigación sobre quienes padecieron el exilio, trabajaron y miraron a la Argentina desde el Brasil, y que supieron interpretar al país hospitalario, como José Mármol, que en una serie de artículos titulados Juventude progressista do Rio de Janeiro, “va a proponer un plan de verdadera emancipación para Brasil. Mármol quiere exportarles a los letrados cariocas el impulso liberador, traducido a la manera argentina, para que lo adopten”.

“¿Qué hacen, entonces, los exiliados argentinos -afincados o de paso- en este país con monarquía y cuyo romanticismo no se enfrenta al sistema de poder? La lista de los que -en los caminos del exilio- estuvieron en tierra tropical reúne representantes de diferentes posiciones políticas y estéticas. El exilio en Brasil tuvo en Río de Janeiro su centro de mayor relevancia, pero también se diseminó -quizás en mayor proporción- por San Pedro, Santa Catarina y Pelotas. No todos los exiliados en Brasil pertenecen a la generación romántica. Estuvieron, o pasaron por allí -además de Mármol, Gutiérrez y Sarmiento-: Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela, Mariquita Sánchez, Juana Manso, José Rivera Indarte, Carlos Tejedor, José María Paz y Bernardino Rivadavia, entre otros”, advierte la autora.

Retomando al inefable Erich Auerbach, que afirmaba haber podido escribir su obra máxima, Mímesis, en su exilio del nazismo en Estambul, merced a la falta de biblioteca, dado que habría sido imposible leer todo lo que se había escrito sobre los temas que trataba, y la consecuente afirmación de que “nuestro hogar filológico es la tierra”, ya no la nación, Adriana Amante anota: “Sarmiento y los otros exiliados románticos argentinos también escriben sin sus bibliotecas, que han quedado dispersas; pero la diferencia es que siguen escribiendo a pesar de no tenerlas (y no gracias a no tenerlas); y todavía creen -con Herder- que la humanidad se realiza en la nación porque no tienen todavía el peso de una nacionalidad consolidada -aun si la pensamos en términos de cultura- como Auerbach, sino que están formando, construyendo, negociando una forma de nación”. Publicó el Fondo de Cultura Económica.