Con la navaja en el cuello

Chicos que roban

a otros chicos en

calle Corrientes

José Luis Pagés

Vecinos de calle Corrientes sostienen que todas las tardes en el tramo comprendido entre San Jerónimo y Urquiza, un grupo de chicos asalta y roba sus dineros, teléfonos celulares, bolsos y mochilas a otros niños y preadolescentes.

El valor de los objetos robados nunca es tanto, cuando lo que realmente importa es que la rapiña se practica en forma de asalto a mano armada, con peligro cierto para la vida de las pequeñas víctimas.

Los jóvenes ladrones de calle Corrientes -dijeron nuestros entrevistados- parecen turnarse y en pareja, cualquiera sea el día de la semana, esperan a los más chicos en las esquinas para amenazarlos con navajas y vaciarles los bolsillos.

“No se puede vivir imaginando lo peor cada vez que uno de nuestros hijos sale de casa para ir a la escuela, para visitar a un amigo o para hacer un mandado”, dijo una de nuestras entrevistadas.

La misma persona dio a entender que los hechos referidos ya no se denuncian porque parecen haberse incorporado a la rutina diaria porque de costumbre nadie responde por ellos, pero en el vecindario nadie desconoce la inquietante situación.

“Ahora pedimos vigilancia a través de la prensa -dijo ella-, porque los chicos viven en peligro permanente”.

Luego, para reforzar con algún ejemplo la razón de su reclamo recordó el caso de un chico que en menos de una semana fue asaltado dos veces.

En la primera oportunidad, “le robaron el teléfono al salir de la panadería. -O nos das el celu o te cortamos entero”, le dijeron”. El chico quiso defender su teléfono y dijo que no lo tenía con él, pero fue inútil, igual le pusieron la navaja en el cuello, lo habían observado cuando habló desde el local .

Tres días después el chico fue abordado por los mismos aventajados estudiantes de ésta y otras técnicas del escruche, se retiraba de un supermercado. Entonces le quitaron las bolsas y una vez más -olvidadizos- le exigieron la entrega del teléfono, pero para entonces ni ellos mismos sabían dónde había ido a parar.