Poemas de Juan José Santander

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I

Ceylán

Llegar a Sri Lanka es como llegar

a Santa Fe de noche en verano.

La humedad te agarra de la mano,

las sombras borronean el lugar

de sus contornos... Cada paso humano

hace sangrar las uvas del lagar

en que el recuerdo pisotea, sin pasar

siquiera por encima, por el vano

de la puerta callada que lo encierra.

Quien me conduce LunaSol- me dice

que el nombre significa Buena Tierra.

De la Tierra a la Fe vuelvo en mi sueño.

Buena, y Santa: quizá lo realice...

Todo lo que es depende de su dueño.

VI

Teatro ante la estupa

Como ración que se da al prisionero

y debe durar toda la jornada:

Así es la vida. Lo demás es nada,

ante lo que vivimos. Postrimero

porvenir o, si hay algo, lo primero...;

la procesión de ilusiones velada,

por la imaginación ornamentada,

tiende a infinito o, igual da, a cero.

Ambos habitan lo desconocido

para nosotros: aquí está el olvido

y el recuerdo; aquí nuestra hazaña

y nuestra cobardía. Ésta es la escena

en la que aparecemos. Todavía

hay tiempo de saber qué obra se estrena.

Esa luz

Esa luz que no es luz, y sin embargo

sigue resistiendo a las sombras, mansa,

hasta que cede. Y lo sabe. Y le alcanza

ser aún un momento; si es largo

o breve, no le importa: su encargo,

la transparencia, lo cumple, y avanza

hacia su fin, serena. Nunca transa

su condición, ni la somete a embargo:

prefiere disolverse poco a poco

siendo ella misma hasta que ya no es.

Así, quien siente, más de alguna vez

aprende a ser en el renunciamiento.

No le hace, ser considerado loco.

Da al borde de la oscuridad su intento.

Adviento 2010

Tras cada angustia está Dios. Como fiebre

que a fuerza de calor cura al postrado

y a través de sendero alucinado

lo conduce a que su salud celebre.

Detrás de cada mal está el orfebre

de Todo Bien. La escoria del pecado

funde en el oro de su horno, animado

de la íntima dulzura del pesebre.

Precisamos nuestro pienso, rebaño,

o moriremos. No habrá reyes magos

ni por nosotros ángeles y pastores

harán del aire antífona. Los vagos

pasos hasta aquí, gozos y dolores,

se encuentran ante un niño, año tras año.

De cristales y música

Arco iris muestra el cristal en su talla

apenas un instante, y ya se han ido;

aquello nos ha sido concedido

conocer fugazmente, luego calla.

Pero la eternidad abre la valla,

ese momento, al jardín escondido,

y si el paso a ese umbral llegó atrevido,

alúmbrenos la luz que allí restalla.

¿Qué somos, más que diminuta mota

que el sol hace brillar por la ventana?

Vivamos esa gloria, aunque el siguiente

aire, o la luz, nos dejen de repente

de nuevo en sombras... Habrá sol mañana.

Sola en su melodía, cada nota.

Farol de oficio, oficio de farol

Como Diógenes, viene la poesía

buscándome hombre, alumbrado el candil.

No pretende ser búsqueda sutil:

antes, se manifiesta a mediodía

en restallante luz y, todavía,

evidencia desnudo su pernil.

El cielo prueba azules: del añil

al marino y nocturno, por la fría

palidez del celeste que abre al alba.

Los sentimientos en palabras salva

y recoge, a cada hora, su matiz.

Detrás queda la gloria y la tormenta.

Menor, lamentar puede algún desliz,

frágil papel: Vida en la carne cuenta.

Arco iris sobre la Laguna Setúbal.

Foto: José Vittori.

Pasaje al Monasterio Salgala, en Sri Lanka (Ceylán).

Foto: Archivo El Litoral

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