Y la orquesta sigue tocando

La Orquesta de Niños, semilla de la Escuela Provincial de Música Nª 9901, cumple 50 años. Y con el mismo espíritu de grupo que alentó su mentor, el Maestro Roberto Benítez, y el mismo objetivo de hacer música, lo celebra de la mejor manera: a todo concierto. Será el jueves, a las 21 en la sala mayor del Teatro Municipal.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. EL LITORAL Y GENTILEZA ESCUELA DE MÚSICA nº 9901.

Y la orquesta sigue tocando

la actual formación de la Orquesta de Niños con su director alberto canto.

 

Con “cuatro guitarras y un bombo”. Así dicen que comenzó el Maestro Roberto Benítez a soñar la Orquesta Sinfónica de Niños. Y para confirmar que aquel sueño logró concretarse, alcanza con recorrer -entre relatos y anécdotas; crónicas periodísticas y programas de conciertos; fotos y videos- fragmentos de una historia que ya lleva cincuenta años de realidad y siguió creciendo hasta convertirse en la Escuela de Música Nª 9901 que hoy alberga -en distintas agrupaciones- a casi 400 chicos y chicas.

En realidad, todo el año fue de festejo: arrancó en octubre de 2009 con un concierto de la Orquesta Sinfónica Juvenil que tuvo a Diana Forni como solista de piano, siguió con cursos, audiciones, clínicas de perfeccionamiento, conciertos con directores invitados y participación en encuentros de primer nivel, como Trombonanza, además de tomar parte del primer Festival de Orquestas Infanto Juveniles de la Ciudad de Santa Fe.

En diálogo con Nosotros, Alberto Canto, director a cargo de la Escuela de Música desandó algunos tramos de una historia que lo incluye desde que ingresó, con 8 años, a la orquesta que todavía no era escuela, y ya había transcurrido algún tiempo desde el primer concierto. Y para dar forma a su relato -que tiene más de anécdota que de mera sucesión de fechas- se apoya en sucesos compartidos con el codirector, Norberto Juez, y en un archivo cuidadosamente organizado.

LA HISTORIA

Roberto Benítez era percusionista de la Orquesta Sinfónica Provincial y maestro de Canto y Danza en la escuela Stephenson. Con cinco alumnos tuvo la iniciativa de empezar a formar una orquesta de niños. Más tarde, fue la Prof. Ernestina de Dreller quien lo estimuló a continuar con el proyecto y se empezaron a incorporar alumnos que interpretaban otros instrumentos. Los primeros ensayos se hicieron en la casa del Mtro.Fernando Salas, violinista de la Sinfónica.

Así fue como llegó el gran día: el 26 de octubre de 1960 se realizó el primer concierto de la Orquesta de Niños en el Teatro Municipal. Y apenas fue el comienzo.

A principios de 1961 a Benítez se lo relevó del cargo de maestro para que se dedique exclusivamente a trabajar en su proyecto. Luego, el Consejo Federal de Educación aprobó el reglamento interno del organismo que se llamaría Orquesta de Niños de la Ciudad de Santa Fe. Después de esos primeros ensayos en la casa de Salas, tuvo sede en la escuela Rivadavia y en 1967 se trasladó a la escuela Lavalle -en calle 25 de Mayo, entre Lisandro de la Torre y Juan de Garay- donde se le otorgaron tres aulas; en ese lugar se mantuvo hasta que, por cuestiones de seguridad, el edificio fue desalojado.

La orquesta emprendió entonces una nueva mudanza, esta vez a un edificio de calle Vera, prestado por la entonces DGI.

En 1974 se reconocieron los cargos de director, co-director y secretario, y un año después el entonces gobernador Carlos Silvestre Begnis decidió, luego de asistir a un concierto, la compra de la casa que es actualmente sede de la escuela, en Gobernador Candioti 1954, en esta ciudad.

En 1976 se otorgaron las primeras 70 horas cátedra, se dio a la escuela el número 9901 y se amplió la planta de personal.

“Había exámenes y padrones, aunque no estaba muy definido el plan de estudios”, recuerda Canto quien participó en el diseño del primer plan junto a Diana Forni, a pedido del propio Benítez, “siempre tratando de mejorar lo que había y volverlo más orgánico”.

“Lo que sí teníamos en claro -aporta Juez- era qué perfil buscábamos para la escuela: formar músicos instrumentistas. Esta institución es un verdadero semillero. En las orquestas sinfónicas de la zona, más del 50 % de los músicos salieron de acá. No es una cuestión estadística, sino un dato de la realidad”.

“TRABAJO DE HORMIGA”

“Era un trabajo de hormiga el que hacía el Maestro, imposible de repetir ahora con casi 400 alumnos”, recuerdan los docentes. Por un lado, porque se encargaba de conseguir sillas y atriles que -suponen- habrían sido descartados por otras instituciones. Pero además porque “todos los que compartimos aquella época con Benítez lo vimos escribir las partituras, según lo que podía tocar cada uno. Siempre estaba con una regla haciendo él mismo el pentagrama, y lo trazaba de manera que fuera cómodo de leer. Y si uno no podía tocar algo, lo reescribía, facilitando las cosas”, recuerda Canto.

Junto a la institución, al plantel docente y a la cantidad de alumnos, creció también la participación y el protagonismo de padres y madres. La asociación cooperadora tiene reconocimiento desde 1961, “o sea que desde siempre acompañó este trabajo que, de otra manera, hubiera sido imposible”, sostiene Juez.

Cambió el edificio, el método de enseñanza y la forma de evaluación. Sin embargo, ambos sostienen que el trato personalizado sigue siendo un eje de la escuela, como también el contacto directo y personal con cada alumno. “Es importante que cada uno sea tenido en cuenta como el ser humano que es”.

LOS VIAJES

Quien haya pasado por la escuela, recordará los viajes. “Se viajaba muchísimo, a veces en condiciones que hoy serían inaceptables”, dice Canto. Y Juez se encarga de facilitar detalles: “una vez fuimos a Progreso y una parte del camino era de tierra. Viajamos en colectivo y en pleno concierto se largó una tormenta espantosa. A nosotros nos sacaron en camionetas”. Canto iba en el primer vehículo y revive que terminó en la banquina, con las madres que viajaban con ellos arrodilladas y rezando porque no se veía nada. No había celulares, así que alguien -ignoran cómo- se volvió de alguna manera a buscar un tractor que nos saque del barro. Y nosotros, cuanto más empantanados, más contentos estábamos”. De esa suerte de “conciertos-aventura” se nutren decenas de relatos de quienes pasaron por la orquesta en aquellos años.

“Ahora a nadie se le ocurriría una locura; hoy no vamos a ningún lado sin autorización ni seguro y los horarios se tienen que cumplir”, reconocen los dos.

“A cualquiera de nuestra generación que se le pregunte qué recuerda de aquélla época va a responder que venía a la orquesta a divertirse más que a estudiar música”, asegura Canto.

MODELO PROPIO

Director y codirector coinciden en que el proyecto y la forma de trabajar de Benítez resultaron novedosos para la época: “en aquellos años, Venezuela y el sistema de orquestas juveniles no existía. Además, impulsó el préstamo del instrumento a los chicos cuando empezaban a estudiar y hasta que la familia podía adquirir el suyo”.

“La cuestión social también la tenía clara el Maestro. Acá venían chicos de todos los niveles económicos”. En ese punto, Canto recuerda una frase que no comprendía en aquella época y fue cobrando sentido con el tiempo: “Benítez decía en los conciertos “acá son todos Pérez’, y es que tenía muy en claro que no había ninguna diferencia entre nosotros”. Y Juez lo respalda: “nunca hubo diferencias de apellidos ni de religión”. La misma consigna se sigue sosteniendo como un valor institucional: “cuando empieza a sonar la música, todas las diferencias quedan afuera”.

Y Canto suma: “todos entienden la música, supera las barreras de un idioma. Por eso son posibles los encuentros mundiales con músicos de todas partes; llegado el punto en que empieza la música, hay acuerdo. Después quizá no se puede mantener una conversación con la persona que está al lado pero sí se puede hacer música con ella, sentir juntos y ceder, porque uno escucha y se acomoda al otro o porque es el otro el que le da lugar. Esas son las cosas que posibilita la música y, en la Orquesta de Niños, es uno de los aprendizajes que se llevan los chicos”.

Más allá de la diversión, que sigue teniendo su espacio, la escuela trata de mejorar en forma constante. “De hacer arreglos se pasó a obras originales y los integrantes de la Orquesta Juvenil están interpretando sinfonías que son complicadas aún para organismos profesionales”, resumen.

Pero también ayuda a este perfeccionamiento el paso de ex alumnos que se encuentran en otros puntos del país y el exterior, o aún en la ciudad pero en otras instituciones, y que vuelven a la escuela y la enriquecen con su experiencia. “Todos los músicos que nos visitan se quedan asombrados porque no se esperan encontrar en una ciudad del interior una escuela con este grado de desarrollo”, asegura Canto.

Para decirlo de manera simple, Juez apunta que “toda la gente que forma la escuela, docentes, administrativos, cooperadores, padres, tiene la camiseta de la escuela puesta”.

SUEÑO CUMPLIDO

El concierto previsto para el jueves próximo cerrará doce meses intensos de festejos y trabajo para celebrar los 50 años de la orquesta.

Al escenario de la Sala Mayor del Teatro Municipal subirán, esa noche, otros músicos; otros directores guiarán los acordes de niños y niñas; otros habrán sido los docentes que condujeron el aprendizaje; otros colaboradores distribuirán atriles y partituras, y serán otros los familiares que se emocionarán desde sus butacas. Pero, a la hora de los aplausos, el mismo objetivo se habrá cumplido: compartir el lenguaje universal de la música. Esta vez sin guitarras, pero con bombo (sinfónico) y platillos.

“UNA GRAN FAMILIA”

Diana Forni (*)

Es difícil explicar en palabras lo que significó para mí formar parte de esa gran “familia” que es la Orquesta de Niños y la Escuela de Música. Por esas cosas de la vida, ingresé a la escuela para hacer un reemplazo como docente de Audioperceptiva en el año l983 y terminé quedándome por mucho más tiempo. Asumí la dirección de la escuela y de las orquestas en el año 1989, cuando el Mtro Roberto Benítez se jubiló y desempeñé esa tarea desde esa fecha hasta agosto del 2008, cuando tuve que alejarme por razones de salud. Fue una hermosa experiencia y un gran aprendizaje. Siento una profunda emoción al ver que aquellos alumnos que ingresaron siendo niños, hoy brillan como adultos educadores y artistas en nuestro país y en el extranjero. Siento orgullo de lo que es hoy la escuela. Mi gran anhelo es que la calidez, el compañerismo y la solidaridad, sigan siendo los sellos característicos de esta gran familia.

(*) Pianista, directora de la Escuela de Música 9901 entre 1989 y 2008.

CONVOCATORIA

A quienes hayan pasado por la Orquesta de Niños o la Juvenil, como alumno, docente, cooperador, familiar, amigo, se lo invita a ponerse en contacto con la institución, ubicada en Gobernador Candioti 1954 de esta ciudad.

TRES NIVELES

En la Escuela de Música 9901 la enseñanza se organiza en tres ciclos: el primero de iniciación musical instrumental; el segundo de capacitación musical instrumental y el tercero es el trayecto artístico profesional con itinerario formativo en el instrumento que el alumno haya elegido.

AGENDA

Al concierto previsto para el jueves se sumarán, el 8 de noviembre, la participación de la Banda Juvenil en el ciclo Musicalia que organiza el Instituto Superior de Música. Y el 19 de noviembre será el concierto clausura año 2010 con la participación de la Orquesta Sinfónica de Niños, Banda de Niños y Banda Juvenil en el Centro Cultural Provincial.

más datos

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Presentación de la Orquesta de Niños, dirigida por Roberto Benítez, en los años “70.

AL MAESTRO

Alejandro Galetto (*)

Los recuerdos que me dejó mi paso por la Orquesta de Niños (antes, a la institución se la denominaba así, a secas) son interminables y me generan una nostalgia muy especial. Podría referirme a una gran cantidad de situaciones, pero este espacio no me alcanza siquiera para empezar.

Los viajes, las clases, los primeros conciertos (¡con apenas 7 años!), las fiestas, las cenas (todavía recuerdo un bingo con mesas diseminadas por todo el edificio de la Escuela), las bromas, los amigos, en fin...

Sin embargo, todo lo descripto líneas arriba no hubiera sido posible (ni la parte musical ni el costado humano) sin la figura del Maestro Roberto Benítez. Un entusiasta e inquieto ser que sabía cómo llegar a los alumnos de cualquier edad, e incluso a sus padres, que también lo extrañan.

Fue un pedagogo con todas las letras. Nunca nadie -en los años en que fui alumno, hasta 1992- propició ensayos parciales (por caso, reunir a dos atriles de los primeros violines para depurar alguna “pieza”, como él la llamaba) y realizó seguimientos individualizados como lo hacía el Maestro. Ni mencionar la motivación permanente y positiva (solía enviar a los padres breves notas escritas en recortes de papeles con frases tan simples, y a la vez tan cargadas de contenido, como “Va muy bien. ¡Que siga adelante!”). Eso generaba un genuino e incontaminado orgullo en los jefes de familia, y un espaldarazo inefable para esos pequeños y bisoños seres humanos.

Cuando se retiró el Maestro nada fue igual en la Orquesta. Esta idea no pretende ir en desmedro de aquellos que se hicieron cargo de la institución. No fueron malos los que llegaron; era excelente el que se había ido. De esas personas que llevan consigo una estrella especial y que, en varios aspectos, son irrepetibles.

(*) Periodista de Diario El Litoral, ex alumno de la Escuela de Música Nº 9.901.

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Niños y ex-niños compartieron escenario en el marco de los festejos por los 50 años de la institución.

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actuación de la orquesta de niños en un concierto ofrecido en septiembre, en el centro cultural provincial.

POR EL CAMINO DE LA MÚSICA

JULIETA ASTUDILLO (*)

Era una tarde de otoño en Santa Fe, cuando mi papá me llevó a la Escuela de Música Nº 9901. Yo tenía seis años. En el camino, que para mi fue eterno, me imaginé un coro. Tal vez porque lo único que sabía era cantar. En cambio llegué y ahí estaba el gran Maestro Roberto Benitez.

Fue él quien con dulzura nos recibió y nos acompañó a conocer la escuela. La primera cosa que vi fue un piano. Pero lo que más recuerdo es la cara de ese señor que me hizo querer la música desde el momento en que lo vi.

Mi mamá me compró un cuaderno pentagramado donde empecé a diseñar mis primeras notas. La profesora de solfeo era Ana Maria Bertoni. Una señora seria, responsable y muy exigente. Yo le tenía un poquito de miedo, pero su sonrisa cálida me aliviaba y, al final, era siempre un placer ir a sus clases.

Un día me dijeron que tenía que elegir un instrumento para empezar a estudiar. No sabía qué hacer. Tal vez me gustaban muchos instrumentos. Por suerte, en mi otra casa de las tardes me esperaban mis abuelos Rina y Luis. Fueron ellos quienes me ayudaron a tomar esa difícil decisión.

¡Corrí a la escuela a contarles que ya había decidido y que quería ser violinista! Y así conocí a mi primer gran maestro de violín: José “Pepe” Barbieri. Recuerdo sus bigotes y su simpatía el día que me llevó a un aula para buscar un violín chiquito. Mi alegría era grande, inexplicable.

Después de un tiempo, me lo prestaron para llevármelo a casa. No estoy segura ahora, pero en ese momento creo que era como un premio. Orgullosa, llegué a mi casa y toqué por primera vez para un público, un gran público: mi padre y mi madre.

Recuerdo también cuando empecé a tocar en la orquesta pre-infantil que dirigía el Maestro Benitez. Mi compañera inseparable era Luciana Coria. Éramos el primer atril de los terceros violines. Apenas si nos llegaban las puntas de los pies al piso. Pero allí estábamos, siguiendo las ideas de un gran Maestro que nos contagiaba su alegría y su amor por la música, y por nosotros.

Y fui creciendo, y tal vez por otras exigencias y actividades, no encontraba el tiempo para estudiar, o no quería hacerlo, no lo sé. Sólo sé que antes de las clases con Barbieri, me concentraba y de golpe trataba de aprenderme todo. Y él me repetía: “tenés que estudiar mucho, tenés talento”. Claro, yo no entendía nada de eso, aunque tal vez lo sentía...

Un día me cuentan que me cambiaban de profesor y me presentan a otro querido maestro: Sergio Sanagustín. Ese día entendí que algo tenía que cambiar. Y era que tenía que estudiar de verdad.

Y hoy, después de muchos años de todo eso, agradezco a Dios por haberlos conocido. A Roberto Benitez, a José Barbieri y a Sergio Sanagustín, especialmente. Pero también a muchos otros profesores que estuvieron cerca mío como Oscar Conforti, Daniel Leveratto, Diana Forni, Alberto Canto, Norberto Juez...Porque la Escuela de Música Nº 9901, no sería nada sin todos ellos.

A mi querido profe y amigo Sergio Sanagustín le agradeceré siempre por haber marcado con confianza y esperanza mi camino: el de volar lejos a seguir estudiando.

Siempre recordaré lo hermoso que fue pasar las tardes de mi infancia, mi adolescencia y mi juventud en esa casa antigua de barrio Candioti, que hoy es un lujo de escuela. Por eso, cada vez que vuelvo a Santa Fe, no dejo de visitarla. Me quieran o no, yo ahí estaré siempre.

(*)Violinista. Ex alumna de la Escuela de Música Nº 9901 - Orquesta de Niños. (desde Roma, Italia).

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Fernando Gentile, violoncellista y ex alumno, fue uno de los directores invitados para conducir a la Orquesta Juvenil.

CON la MISMA PASIÓN

HERALDO “PIPI” BOTTA (*)

Hace 35 años comencé mi vida musical en la Orquesta Sinfónica de Niños. Enseguida quedé atrapado por la pasión con que el Mtro. Roberto Benítez enseñaba. Entre todos los recuerdos, rescato los momentos en que se sentaba al piano, y nos hacía tocar con él. Hasta la última vez que lo visité en su casa, hace un par de años, disfruté de su pasión, cuando -sentado en su piano- me mostraba los tangos que había compuesto.

Hoy dirijo también una orquesta infantil (de la Vecinal Guadalupe Oeste), y a cada momento siento la presencia de él.

Ahora más que nunca entiendo el porqué de todas las cosas que hacía, y lo valoro aún más. Todo lo que hago allí está indudablemente influenciado por los años que pasé cerca de Benítez. Mi trabajo allí es un permanente homenaje a su memoria.

El mejor cumplido que me dijeron fue: “Al verte dirigir la orquesta, me hiciste acordar a Benítez”.

Fueron años muy felices, de hacer muchos amigos que aún están. Compartíamos no sólo los momentos musicales, sino también los antes y después de ensayos y conciertos, y los innumerables viajes por toda la provincia.

Hoy tengo el honor de dirigir la Orquesta de Ex-Niños (formada por todos los ex-alumnos) y es una satisfacción enorme ver que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, seguimos unidos por el amor a la música que Benítez nos brindó.

(*) Ex alumno. Director de la Orquesta Infantil de la Vecinal Guadalupe Oeste y de la Orquesta de Ex-Niños de la Escuela de Música 9901.

+info ESTRENO

En el concierto programado para el jueves en el Teatro Municipal se estrenará la obra “Sinfonía de los niños” compuesta para la ocasión por el violinista santafesino Ramiro Gallo, de destacadísima trayectoria nacional e internacional como compositor e intérprete en el campo del tango, y ex alumno de la Escuela. También se presentará la Orquesta de “Ex Niños” bajo la Dirección de Heraldo “Pipi” Botta.