Bodas de diamante que celebran tradición y prestigio

El 5 de septiembre pasado, Joyería Cristina festejó sus 75 años de trayectoria en nuestra ciudad, recordando antiguas costumbres de sus clientes y destacando los logros obtenidos. En la actualidad trabaja la tercera generación del matrimonio visionario que la fundó.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GENTILEZA JOYERÍA CRISTINA.

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Copas de premio, relojes de pared y cubiertos de plata eran algunos de los objetos que se ofrecían en los años 30.

 
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El 5 de septiembre de 1935 se inauguró la joyería, en Mendoza 2623.

Casi todas las celebraciones especiales -como los aniversarios de casados- tienen su correspondiente relación con un material u objeto que va mejorando con el tiempo. El primero comienza con las “bodas de algodón” y, a medida que aumentan los años, la calidad se va incrementando.

Así, cuando se festejan 75 años, la tradición dice que se cumplen las “bodas de diamante”, piedra en bruto que simboliza lo eterno y de la que -luego de tallada de manera redonda y con una determinada cantidad de caras- se obtienen los brillantes. Su nombre proviene del griego (adamos) y significa inconquistable, y hace referencia a la eternidad del amor.

El pasado 5 de septiembre Joyería Cristina celebró sus 75 años de tareas dedicadas a la joyería y la relojería. Se trata de un tradicional comercio de nuestra ciudad -ubicado en Mendoza 2623- que marcaría los recuerdos de numerosas generaciones de santafesinos.

La historia de este comercio comienza en 1935 con dos jóvenes y entusiastas joyeros, quienes venían desempeñándose en esta profesión en otra añosa casa del ramo de nuestra ciudad: Segundo Cristina y Josefa “Pepa” Gonzálvez, quien luego sería su esposa.

Ambos se habían formado como joyeros y vendedores en la joyería que tenían los hermanos Heymann, quienes en 1910 se asociaron a los hermanos Raimundo y Mauricio Grewel, los originarios dueños de la actual Joyería Worms.

Allí, Segundo y Pepa se conocieron, se enamoraron y decidieron dar dos pasos importantes en sus vidas: casarse e independizarse laboralmente. El 5 de septiembre de 1935 pudieron concretar aquel sueño de tener su propia joyería, que instalaron en Mendoza 2623, adonde funciona hasta la actualidad. Con el asesoramiento de joyeros locales y nacionales, la joven pareja se aventuró en el apasionante pero difícil mundo de las joyas.

Julia Prono de Cristina, casada con Carlos, el hijo menor del matrimonio, reseñó algunos recuerdos y anécdotas de aquellas primeras épocas de la joyería, en base a lo que les contaba su suegra.

“Originariamente, el negocio de mis suegros era la mitad del tamaño de lo que es actualmente, sobre el extremo que da a calle San Martín, y la otra mitad era una botonería. Tenía un frente con un ingreso con arcadas, las que -después, al incorporar la otra parte igual- se perdió porque se modificó y unificó el frente del negocio”, explicó.

Según mencionó, el local contaba con un sector de regalería, que estaba sobre el lado este. “Se trabajaba con copas de premio, relojes de pared, cubiertos de plata y también bolsos de cuero, billeteras y carteras de cuero de Rusia. Había gente que los traía a Buenos Aires y de ahí se compraban. También se trabajaba mucho con rosarios de nácar y misales pequeños para las comuniones”.

TALLER PROPIO

Al momento de su creación, Joyería Cristina contaba -en su planta alta- con un taller de reparación de relojería y joyería.

“En él trabajaba un hermano de mi suegro que era joyero, Enrique, que fue quien enseñó el oficio a gran parte de los joyeros que había en la ciudad. Incluso, había relojeros que también aprendieron el oficio de joyero. Por eso podemos decir que fuimos una especie de escuela”, comentó.

Sin embargo, advirtió que “cuando murió mi suegro, en 1971, mi suegra decidió que se desarmara el taller de reparación y que cada operario se llevara las maquinarias, muchos de los cuales se pusieron a trabajar en el rubro, por su cuenta. Actualmente, tenemos talleristas cuentapropistas que trabajan para nosotros -es decir, no están en relación de dependencia-, y también tenemos talleres en Buenos Aires, en especial para reparar relojería y joyería fina, es decir, con brillantería”.

POR CATÁLOGO Y A DOMICILIO

En los comienzos de este comercio, “las joyas importantes se traían por catálogo de Buenos Aires, donde había gente especializada que los proveía. Se podían comprar joyas antiguas, con zafiros y brillantes, con buenas hechuras, que se elegían de los catálogos y se traían de Francia y de Italia”, contó Julia Cristina.

Otra costumbre de esa época era la original manera de comprar joyería y platería: a domicilio. “Mi suegra siempre nos contaba que muchos de sus clientes pertenecían a la alta sociedad santafesina, gente que generalmente trabajaba en el campo. Se le hablaba por teléfono y les llevaban las bandejas con brillantería y las pulseras de oro, para que las mujeres las eligieran en su casa. Incluso, se llevaban las bandejas y los candelabros a domicilio para que las señoras las presentaran en sus casas, y vieran cómo quedaban y si les gustaban. La forma de pago era al momento de levantar la cosecha. Esto no se podría hacer ahora por razones de seguridad y porque no podemos disponer de cantidades necesarias para movilizar a diferentes lugares”.

MARCAS PRESTIGIOSAS

Platería, joyería y relojería son los rubros en los que actualmente se destaca Joyería Cristina, teniendo en cuenta la demanda de sus clientes y amigos.

Desde sus comienzos, el comercio contó con productos de prestigiosas firmas nacionales, algunas de las cuales hoy ya están desaparecidas. “Se trabajó desde el inicio con Plata Lappas (empresa nacional que produce cubiertos, entre otros, y que sigue existiendo) y Christofle (orfebrería). Pero esta última desapareció, se fue de Argentina y le dejaron la concesión a una empresa de Buenos Aires, que diversificó su producción”, aseguró Julia Cristina.

Asimismo, indicó que “posteriormente se empezó a trabajar con marcas de relojes como Omega y Tissot, que eran una sola empresa. Pero después se separaron y nosotros seguimos con Tissot. Era la época en que mi suegro abrió el negocio, cuando también se trabajaba con Platería Toledo, que después desapareció”.

TERCERA GENERACIÓN

Actualmente, los descendientes de Segundo Cristina y Pepa Gonzálvez -sus hijos y nietos- están a cargo del negocio. Ocurre que tras el fallecimiento de Segundo Cristina, en 1971, su esposa Pepa tomó las riendas de la joyería, secundada por sus empleados, hasta que en 1974, la contadora Julia Prono de Cristina, su nuera, se posicionó como su más fiel colaboradora, tomando las cátedras necesarias para conducir el negocio de la familia.

En 1996, cuando falleció Josefa, el ingeniero Carlos Cristina, su hijo menor, se incorporó a la empresa. Desde entonces este matrimonio, que cambió el oficio estudiado por el que les fue legado, conduce la empresa familiar cuidando con celo el prestigio adquirido con años de sacrificio, trabajo y, fundamentalmente, amor. Posteriormente se incorporaría el yerno de Julia y Carlos, y su hijo Ignacio, la tercera generación.

“Vamos aceptando nuevas formas de mirar las cosas en este negocio porque tiene que estar abierto para no quedarse en la historia”, opinó Julia Cristina, al tiempo que advirtió que “nuestras empleadas tienen formación universitaria y un trato diferente con la gente. Es otra forma de ver las cosas. Además, ellas eligen los objetos de plata porque están más cerca del usuario joven, mientras que yo elijo las cosas más tradicionales para la clientela más convencional. Hay que reconocer que los objetos de plata son consumidos preferentemente por la gente joven, así que uno tiene que estar más cerca de lo que les gusta. Y por eso acepto esas sugerencias”, concluyó.

Quienes tienen a su cargo este comercio no olvidan a quienes fueron sus fundadores por su tesón y empeño para poner en marcha este emprendimiento, pero tampoco dejan de apostar al futuro para continuar con esta labor ininterrumpida, conseguida en estos 75 años.

REPRESENTACIÓN EXCLUSIVA

En 1969, afianzada ya en el arte de las joyas y la precisión relojera, Joyería Cristina asumió el compromiso y el honor de ser concesionario oficial de una marca que -a nivel mundial- es sinónimo de excelencia: Rolex.

En este sentido, Julia Cristina destacó que “este año cumplimos 41 años de ser agentes Rolex, un logro grande porque se trata de una marca muy importante. La empresa debe reunir ciertas características para que le den esta representación, ya que tenemos exigencias de la marca que debemos cumplir, como la forma de presentación de las piezas en la vidriera, no mezclarlas con otros productos que no sean de su marca, tener un stock presentado de manera distinta, y precios que la firma nos marca, entre otras cuestiones. Además, somos los únicos en Santa Fe y Paraná con esta concesión, entre las 30 otorgadas en todo el país”.

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En la planta alta funcionó hasta 1971 un taller de joyería y relojería propio.