Mesa de café

Conversando el duelo

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Rogelio Alaniz

José está consternado. Dijo que no soportaba quedarse en su casa y por eso vino al bar para distraerse un rato.

—No puedo creer lo que pasó -dice-, estaba desayunando en casa, esperando a los censistas, cuando de pronto mi hija baja de su cuarto y me dice que se había muerto Kirchner. No le creí. Supuse que era un chiste, una joda de la nena, pero cuando miré su cara me di cuenta de que lo peor había pasado.

—Lo escuchamos con respeto y le hacemos señas a Quito para que sirva un café.

—Yo nunca supuse que tanta gente lo quisiera -dice Abel con cara de circunstancia.

—Son muchos en verdad -reconoce Marcial-, pero no exageremos, no es la muerte de Yrigoyen o de Perón.

—Y Cristina no es Isabel -digo yo.

—Cristina no es Isabel, como Néstor no es Juan Domingo -replica Marcial.

—Ya están a punto de empezar a gorilear -reacciona José.

—Nadie va a hacer eso -aclara Marcial-, vamos a respetar tu duelo, pero no nos pidas que cantemos la marchita o que dejemos de pensar lo que hemos pensado siempre.

—Yo le rescato a Kirchner haber muerto con las botas puestas -señala Abel.

—Yo le rescato haber defendido los derechos humanos, haber arreglado la deuda, haber establecido la asignación universal por hijo, legalizado el matrimonio igualitario... hizo muchas cosas, muchas más de las que ustedes están dispuestos a reconocerle.

—Insisto -interviene Marcial-, yo creo que fue un hombre que hizo lo suyo y creyó en lo que hacía, pero también fue un político que se equivocó muchas veces y su principal error, a mi juicio, fue haber dejado pasar una oportunidad histórica para la Argentina. Yo no lo voy a criticar al muerto con el cuerpo aún caliente, pero, como escuché por allí, la muerte no hace a la gente ni más buena ni más mala.

—Yo insisto en lo mío -replica José mientras le hace señas a Quito para que le sirva otro café-, a Kirchner hay un pueblo que lo llora y cuando esto ocurre admitan que algo interesante está ocurriendo.

—Admitime también que hay más de uno que está contento con lo que pasó -dice Marcial.

—Son minorías, los resentidos de siempre, los que pintaron “Viva el cáncer” cuando agonizaba Evita -contesta José.

—No hagamos mitología -digo- la pintada “Viva el cáncer” no existió, es un invento y no creo que nadie de buena fe esté festejando esta muerte. Yo a Kirchner lo hubiera querido derrotado en las urnas, no por la muerte, que es la que tarde o temprano nos va a derrotar a todos.

—Al contrario -acota Abel-, la muerte inesperada, en la plenitud de la vida y del ejercicio del poder, lo agranda y corre el riesgo de terminar transformando en virtudes lo que eran vicios evidentes.

—No te aflijas -responde Marcial- en el mundo que vivimos, dentro de una semana todo regresa a la normalidad y lo blanco será blanco y lo negro será negro.

—Será como vos decís -puntualiza José-, pero a mí me emociona ver cómo la gente despide al muerto, cómo los chicos que nunca creyeron en la política se acercan a él, cómo lo lloran las Madres y las Abuelas.

—Toda muerte emociona -digo yo como para decir algo.

—La muerte emociona -comenta Marcial-, pero la vida continúa, y en política esto quiere decir que la lucha por el poder sigue.

—Ya que estás diciendo refranes -agrega Abel-, se sabe que cuando el rey muere lo que se exclama es “viva el rey”, como diciendo que el reino continúa en la persona de un nuevo monarca.

—¿Y se puede saber quién es el nuevo monarca en la Argentina ? pregunta Marcial.

—Sin dudas que Cristina -enfatiza José.

—Lo será hasta diciembre de 2011 -digo-, pero lo que interesa saber es quién será el nuevo monarca a partir de esa fecha.

—Cristina -insiste José.

—Tal vez Scioli -digo yo.

—¿Por qué no Reutemann? -sugiere Marcial.

—Si todos van a nombrar su candidato, yo también nombro el mío: Ricardo Alfonsín -remata Abel.

—El que venga no podrá gobernar sin tener en cuenta el legado de Kirchner -sentencia José.

—No comparto -concluye Abel.