ANIVERSARIO

Cien años de Miguel Hernández, el “pastor un poquito poeta”

Fue poeta de los pobres y del pueblo, de la reivindicación social y de un compromiso que lo llevó a la cárcel terminada la Guerra Civil española. Un día como hoy habría cumplido 100 años. Pero murió a los 31, sentenciado por la tuberculosis en la prisión de Alicante.

DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL

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España ha designado a este 2010 el Año Hernandiano y así ha recuperado la memoria de uno de los poetas más importantes del siglo XX español, al que el franquismo quiso acallar con censura incluso muerto.

Homenajes por toda la geografía española, la publicación de sus obras completas, la gira de Joan Manuel Serrat con “Hijo de la luz y de la sombra”, que se completa con 18 cortos de destacados cineastas como Manuel Gutiérrez Aragón, Isabel Coixet y José Luis Garci, forman parte de la serie de reconocimientos.

Un congreso internacional sobre la vigencia de su obra y la exposición “La sombra vencida” en la Biblioteca Nacional están entre las actividades que lo han reivindicado y honrado. Como el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández, creado por el gobierno.

La del poeta fue siempre una voz herida, herida por las dificultades desde niño, el esfuerzo por ser reconocido por una generación de intelectuales en la que no todos lo apoyaron, la tragedia de la pérdida de un hijo y la Guerra Civil española. Una vida corta en la que logró un grandioso trabajo poético.

ANSIA AUTODIDACTA

Hijo de cabrero obligado a seguir el oficio de su padre, dejó la escuela en su Orihuela natal a los 14 años para ponerse a cuidar cabras, pero con el interés por la poesía muy vivo. Fue así que siguió leyendo, por las noches, a escondidas de su padre, ya que si lo sorprendía le aplicaba duros castigos. Y por el día, mientras cuidaba de sus cabras, él mismo ya escribía sus primeros poemas.

Su amistad con el canónigo Luis Almarcha Hernández y con los integrantes de un improvisado grupo literario en Orihuela -entre ellos Ramón Sijé-, alimentaron con libros el ansia autodidacta de Hernández.

“Desde las peores circunstancias va labrándose un trabajo poético que resulta fructífero muy pronto”, en palabras del comisario del Año Hernandiano, el catedrático de Literatura José Carlos Rovira.

Como “pastor un poquito poeta”, como se definió en una carta enviada a Juan Ramón Jiménez pidiéndole en 1931 que leyera sus versos, marchó a comienzos de los ‘20 a un Madrid en el que le costó ser reconocido y aceptado por muchos de los integrantes de la Generación del ‘27, entre ellos Federico García Lorca. Su verdadero amigo fue Vicente Aleixandre. Y también su admirado Pablo Neruda, otra de sus fuentes de inspiración, como Jorge Guillén.

No había cumplido aún los 26 años cuando escribió “El rayo que no cesa”, un magistral poemario con el amor por tema.

Supo conjugar lo íntimo con lo político, la emoción vivida en privado -la de ser padre y esposo- con la arenga pública. Escribió sobre el deseo sexual, sobre los sentimientos profundos, sobre el compromiso social y político y sobre el desaliento de una guerra civil (1936-1939) que duraba demasiado.

Fue un “poeta universal”, porque su obra se conoce en el mundo; un “poeta necesario, porque refleja un período terrible de la historia española” y un “poeta de la memoria, porque su muerte lo convierte en un símbolo de la misma para España”, según Rovira.

Se afilió al Partido Comunista (PCE), se alistó en la contienda y se convirtió en el poeta de trinchera que escribió versos como los de la “Canción del esposo soldado”. Con la guerra en marcha, en marzo de 1937 regresó temporalmente a Orihuela para casarse con Josefina Manresa. En diciembre nació Manuel Ramón, su primer hijo, que murió a los diez meses. A él le dedicó “Hijo de la luz y de la sombra”, entre otros poemas recogidos en “Cancionero y romancero de ausencias”.

Del desaliento que le provocó la guerra habló en “El hombre acecha”, un poemario en el que la militancia política cobra relieve.

NANAS DE LA CEBOLLA

En enero de 1939, nació su segundo vástago, Manuel Miguel. Y fue a él a quien dedicó ya desde la cárcel las famosas “Nanas de la cebolla”. Y cuatro cuentos escritos en papel higiénico -“El potro oscuro”, “El conejito”, “Un hogar en el árbol” y “La gatita Mancha y el ovillo rojo”- que son realmente cuatro metáforas de la libertad que ya nunca recobraría.

Y es que, terminada la guerra y con la derrota republicana sobre sus espaldas, intentó huir de España a través de Portugal. Pero la policía lusa lo entregó a la Guardia Civil. Lo mandaron a las cárceles de Huelva y Sevilla y a la de Torrijos, en Madrid.

Luego, por sorpresa, lo dejaron libre. Y en vez de emprender la huida de España como otros, regresó a Orihuela junto a su mujer y su hijo. Allí lo detuvieron en septiembre de 1939. Sin haber cumplido los 29, comenzaron para él dos años de suplicio, de cárcel en cárcel.

En enero de 1940, un tribunal militar lo condenó a muerte por “chivato traidor” y por “escribir versos y ser el poeta del pueblo”. La pena capital le fue conmutada por 30 años de prisión gracias a la intercesión de amigos afines al régimen. Pero el 28 de marzo de 1942, la tuberculosis acabó con él en la enfermería de la prisión de Alicante. Tenía 31 años.

La condena a muerte nunca fue anulada. Y cien años después de su nacimiento, su familia aspira a que el Tribunal Supremo la revise y se demuestre su inocencia. Para ello, presentó en julio nuevos documentos, entre ellos los de otro proceso sumarísimo contra el poeta que se desconocía hasta entonces.

El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entregó en marzo a la familia una Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal del poeta. Pero para su familia “no es suficiente”. Quiere que los jueces “dicten lo que tienen que dictar: la inocencia”.

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El poeta visita el cementerio de su ciudad natal, donde se encuentra enterrado su amigo, el también escritor Ramón Sijé. La foto es de 1936 aproximadamente. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

Homenaje musical

Casi 40 años después de asumir con su música el papel de difusor de la obra de Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat regresó a los versos del poeta con “Hijo de la luz y de la sombra”, un disco que ha presentado por toda la geografía española.

Su gira concluye en Orihuela justo hoy, en coincidencia con el aniversario.

Pero en el marco de su segundo homenaje a Hernández, tras el de 1972 que llevaba por título el nombre del poeta, Serrat ha querido reeditar su nuevo disco junto a un DVD para acompañar con imágenes, además de con su música, los versos del autor.

Y para ello ha contado con 18 cineastas destacados que de forma altruista han mostrado su visión particular de Hernández en otros tantos cortos, bajo el título de algunos de sus poemas.

Manuel Gutiérrez Aragón puso imágenes a “Canción del esposo soldado”. Isabel Coixet lo hizo con “Tus cartas son un vino”. David Trueba y Joaquín Risueño se encargaron de “Sólo quien ama vuela”. José Luis Garci abordó “Cerca del agua”.

Están también, entre otros, José Luis Cuerda (“El mundo de los demás”), Manuel Huerga (“El hambre”), Bigas Luna (“Del ay, al ay, por el ay”), Imanol Uribe (“Dale que dale”) y Montxo Armendáriz (“El niño yuntero”).

Manuel Gómez Pereira se encargó del célebre “Para la libertad”, convertido en todo un himno desde que Serrat le puso música.

“Fui llamando uno a uno a los directores para plantearles que pusieran imágenes como envoltura del espectáculo “Hijo de la luz y de las sombra’, una búsqueda de un acompañamiento visual que enriqueciera a las canciones”, explicó Serrat sobre su proyecto.