Una sobre aire puro

Una sobre aire puro

La Organización Mundial de la Salud (cuya sigla OMS remite solita a las tranquilizadoras enseñanzas del yoga) determinó que el tercer jueves de noviembre se celebre en todo el mundo el día del aire puro. Acá lo festejamos cualquier día, porque estamos en Argentina. Pero será el jueves 18. ¿Hay humo en tus ojos?

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Porque acá somos así, encajamos los días como se nos canta, creamos feriados nuevos, corredizos, levadizos, pasadizos, de nombres y conceptos intercambiables, de jodones nomás que somos. El día del aire puro está relacionado en primera instancia con los fumadores, sobre quienes apuntan, pobres, todos los cañones. Yo no fumé un pucho en mi vida, así que celebré íntima y públicamente que en las oficinas se prohibiera fumar. Los fumadores, amigos ellos, recibieron el escarnio, la condena y el exilio. Otra característica de nuestro país es que suele ser cruel con el derribado: al fumador se lo conminó a los lugares abiertos y hasta incluso hay proyectos para que no se fume en los parques y plazas. Y entonces, cuando alguien, por más pecaminoso que me lo pinten -porque tendemos a criminalizar lo que no nos gusta o no aceptamos- pasa al bando de los débiles, recibe mis simpatías tácitas. Igual, sigan tirando humo afuera, por favor.

Por supuesto, los verdaderos contaminadores no son los fumadores sino todo lo que tenga que ver con emisión de gases -y ninguna broma escatológica al respecto- desde la combustión de los autos, los desechos industriales, los humos varios entre otros.

Curiosamente en los hogares, para combatir el aire contaminado se usan aerosoles; o para decirlo de otra manera, para restituir la idea de frescura y pureza, se usan químicos de agradable olor pero dudosa o ni dudosa formulación.

Entre los vaporizadores que se usan en el hogar o en el trabajo, están los típicos aerosoles de mediano porte. Yo he visto gente que toma como una terapia, un consuelo personal, una cuestión de poder (es una especie de arma química, desde luego) andar apretando cada dos pasos, o mantener apretado todo el tiempo, el botoncito que larga una estela perfumada para contaminar más el aire contaminado.

Como suele suceder en nuestros tiempos modernos, posmodernos, premodernos, poshistóricos, precámbricos, o en plena era mestoica (ni un solo agregado) el procedimiento se hace invirtiendo la carga de la prueba y enarbolando la bandera contraria. Los nombres de esas fragancias químicas remiten sin pudores a aires de la montaña, campos verdes, brisas del mar, juncos del Huang Ho, algas de los Zargazos o vahos del valle de Uco... Me encantarían nombres más sinceros, tipo eructos de cocodrilo, carne pasada, fábricas del Rhur, aires de pantano y otros que se les ocurrirán a los creativos.

Después tenés dispositivos pequeños para el auto, o vaporizadores para el baño, de manera de combatir con gases los gases; algo así como tirarle combustible a un incendio. Aire puro eliminado por un buen rato. Como un modo de perfeccionamiento de la histeria fragante, ahora te venden un dispositivo que larga automáticamente, cada tantos minutos programados, un chorrito que se anuncia como un chistido.

La primera vez que me sorprendió esa especie de lechuza; yo estaba cómodamente instalado en el recoleto ámbito de un baño público, haciendo un crucigrama (arriba; abajo es más jodido), cuando sentí que me chistaban. Entreabrí la puertita asustado o sorprendido, pero no vi al bromista y seguí mi rutina (el crucigrama no era de los fáciles) y al rato de nuevo “chist”. Cuando salí,a media hasta, con los dos crucigramas incompletos, a pelearme con el canchero o bromista, me enteré de la existencia del nuevo aparatejo para tener aire puro en el baño. Al final, uno se preocupa por ser orgánico y defender lo natural y te tiran, encima anónima y arteramente, un chorro de esos espantosos aerosoles. La naturaleza pierde por todos lados, carajo.

Y nos vamos, nomás, dispuestos a respirar el puro aire de la mañana. Lamentablemente unos señores queman neumáticos de irrespirable aroma. Al final, les cambio todo los demás olores y que vuelvan los fumadores. “Aire, aire”, siento que me dice mi prudente voz interior, porque esto ya empieza a oler mal. Y entonces, me hago humo.