Preludio de tango

Libertad Lamarque, la reina del tango

Manuel Adet

Grabó más de 800 temas musicales, filmó alrededor de sesenta películas, interpretó célebres sainetes, se dio el gusto de cantar con Carlos Gardel y como era grande en serio no tuvo complejos en hacerlo con el dúo Pimpinela y también con Palito Ortega, tomándose la licencia de reírse cuando Palito se esfuerza por entonar “La sonrisa de mamá”. En el cine fue dirigida por los mejores directores de la década del treinta, lo cual es decir, por los mejores directores del cine latinoamericano: Luis César Amadori, Luis Saslavsky, Carlos Borcosque, Luis José Moglia Barth, Antonio Momplet y Mario Sóffici, entre otros. Su gran película, la que los críticos más aprecian y ella más estima, fue “Ayúdame a vivir” dirigida por José Agustín Ferreyra. En 1933 y convocada por Argentina Sono Film filmó “Tango”, la primera película sonora de nuestra historia. Después vinieron entre otras “Madreselva”, “El alma del bandoneón”, “Puerta cerrada”, “Una vez en la vida” y “Eclipse de sol”.

En México filmó en 1947, nada y más y nada menos que con el gran Luis Buñuel la notable “Gran casino”. Pueden mencionarse también “Huellas del pasado”, “La loca”, “Ansiedad”, “La mujer X”, “Escuela de música”, “Mis padres se divorcian” y “La cigüeña dijo sí”. Fue la acompañante clásica de Arturo de Córdoba y cantó con Pedro Infante, Jorge Negrete y Pedro Vargas.

Durante más de setenta años estuvo en el escenario y las pantallas y pudo darse el lujo de decir que nunca conoció ni la decadencia ni el anonimato con que las nuevas generaciones condenan a los viejos artistas. Había nacido en Rosario en 1908; su padre anarquista no vaciló en poner a su hija mujer el nombre de Libertad en homenaje a sus ideales. Desde niña demostró condiciones para el canto y el teatro. En la casa la estimulaban con lecturas, buena música y discusiones políticas. A los dieciocho años ya estaba en Buenos Aires recomendada por su padre al dueño del teatro El Nacional, Pascual Carcavallo. Trabajó con Olinda Bozán y Antonia Volpe con quienes integró un trío vocal interpretando “La muchacha de Montmartre”.

Francisco Canaro, con su infalible ojo comercial, la descubre y la incorpora a su orquesta. Con él graba temas como “Mocosita”, “El ciruja”, “Langosta” y “Pato”. Antes de la década del treinta empieza a grabar en el sello Víctor y a cobrar como una profesional. En esos años y a pesar de la oposición de la familia, se casa con Emilio Romero y en 1928 tiene su única hija.

Se dice que “El conventillo de la paloma”, la obra magna de Alberto Vacarezza la consagró para siempre. “El conventillo de la paloma” fue representado mil veces y podría haber sido representado mil veces más porque convocaba multitudes. Con motivo de celebrar la temporada número mil, a principios de los años treinta realizó su primera gira por el interior del país. La acompañaron los guitarristas Gregorio Rivero, Angel las Heras y Nicolás Ferrari.

Ya es una estrella, pero si alguna duda queda en 1932 gana un concurso organizado por el Teatro Colón. Para esa época se la empieza a conocer cono “La reina del tango”. Así la presentan en las salas de teatro y en las populares emisiones de radio El Mundo y Radio Belgrano donde alterna con Luis Sandrini, Pepe Arias y Niní Marshall. Su voz de soprano y el timbre agudo eran considerados una marca registrada en la interpretación del tango. No faltaron quienes objetaron ese tono de voz considerado demasiado operístico para el tango, pero casualmente ese tono agudo es el que estaba en sintonía con los imaginarios del público de aquellos años que veía en esa mujer la encarnación de las fantasías de la clase media en ascenso.

Libertad Lamarque cantaba con el tono que las clases medias descendientes de inmigrantes consideraban que era el que exigía la buena música y el decoroso buen gusto; encarnaba no la mujer arrabalera salida de los bajos fondos, ni la mujer fatal que lucía sus encantos en el cabaret, sino la clásica chica de clase media enamorada y víctima de algún hombre malvado o la devota esposa engañada o abandonada por un marido infiel y desalmado.

En la vida real su rol no fue muy diferente al del mundo de las luces. Divorciada de Romero, seguramente arrastró angustias y penas de amor porque en esos años intentó suicidarse en Santiago de Chile arrojándose de un quinto piso y salvando milagrosamente la vida porque el cuerpo golpeó sobre el toldo de una casa de comercio. Luego fue protagonista de un escándalo familiar debido a que su hija Mirta fue secuestrada por su ex marido y debió peregrinar con abogados por Buenos Aires y Montevideo hasta recuperarla.

Como en las películas que interpretó con tanto oficio, en algún momento encontró al hombre de su vida, como ella misma lo reconociera. Alfredo Malerba era un prestigiado pianista y será su definitiva pareja, su representante artístico, además del acompañante musical de muchos de sus temas. Malerba fue el autor y compositor de uno de los grandes temas interpretados por ella. Se trata de “Besos brujos” cuya primera grabación la hará con la orquesta de él, en 1937. “Besos brujos” y “Madreselva” constituyen su obra cumbre. Por supuesto que antes y después habrá muy buenas interpretaciones, pero esos dos temas son sus clásicos porque allí están expresadas todas sus posibilidades artísticas.

Al iniciarse la década del cuarenta Libertad Lamarque ya tiene ganado su lugar definitivo en el universo de las estrellas. En 1943 filmó “Eclipse de sol”, película cuyo guión está escrito por Homero Manzi. En 1944 participó con otras estrellas del mundo del espectáculo en las tareas de solidaridad con las víctimas del terremoto de San Juan. Es muy probable que en esas circunstancias haya conocido a Eva Perón. Sin embargo, lo que hizo famosa esa relación no fue la solidaridad, sino la sonora cachetada que Lamarque le propinó por “ordinaria y desconsiderada” a quien entonces empezaba a ser la amante del coronel del GOU. Esto ocurrió cuando se estaba filmando “La cabalgata del circo” película dirigida por Mario Sóffici e interpretada entre otros por Hugo del Carril y Armando Bó.

Libertad Lamarque después desmintió ese incidente con la futura “abanderada de los humildes”, porque fiel a su estilo discreto quería ser recordada como artista y no como mujer golpeadora. Interrogada por los periodistas dijo que el incidente sólo se redujo a un cruce de palabras debido a las frecuentes tardanzas de Evita al set de filmación. La verdad nunca podrá saberse, pero lo cierto es que mientras el peronismo fue gobierno, la Lamarque tuvo que irse del país porque nadie la contrataba.

Su destino fue México y con su habitual sentido del humor dijo que le agradecía al peronismo haberle hecho el favor de mandarla a México porque, según ella, esos fueron los mejores años de su carrera y su definitiva proyección a América Latina y España que la empezó a conocer como “La novia de América” y “La reina de la lágrima”.

Regresó al país después de 1955 y continuó filmando y cantando. Tuvo el honor de ser acompañada por grandes orquestas, entre las que merecen mencionarse la de Héctor Stamponi, Osvaldo Fresedo, Juan D’Arienzo, Miguel Buchino, Lucio Milena y, por supuesto, la de su marido, Alfredo Malerba. Murió a los noventa y dos años, después de haber recibido en vida los máximos honores a los que puede aspirar una artista popular.

En los escenarios y en las pantallas estuvo presente hasta los ochenta y cinco años. Disfrutó de la condición de leyenda viviente y fue respetada y considerada por colegas y críticos. Arribó íntegra a las puertas del siglo XXI y hasta donde pudo trató de mantenerse actualizada con los cambios. Era el testimonio de un tiempo que pasó, de una Argentina que se extrañaba porque ya se la consideraba perdida en el tiempo. “Admiro a los Beatles dijo una vez- y algunas de sus canciones me parecen geniales. De todos modos observo que desde hace tiempo el oído de los jóvenes se viene embruteciendo con una música ensordecedora que por suerte no perdura pero es molesta”.

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